José Rafael Bravo Meza
1996: centenario de Bruckner

Constructor de sólidos monumentos sinfónicos, hacedor de largas y estupendas gemas musicales que son sus cantos continuos de agonía, Anton Bruckner es uno de los más grandes compositores austriacos y uno de los artífices de la música.

El 11 de octubre de 1896 muere a las 15:30 horas en Viena. El día 14 se realiza su funeral en la iglesia de San Carlos. El 15 de octubre sus restos son depositados en la cripta de la abadía de San Florian en la Alta Austria. Con su muerte se cerraba una página gloriosa para el sinfonismo, el cual estaba dando su último canto y habría de ser llevado a un coro lleno de intensidades por otro gran idealista del dolor y de la luz que se llamaba Gustav Mahler.

La producción más importante de Bruckner, cuyo centenario el mundo musical conmemora este 1996 son sus sinfonías, herederas de una larga tradición musical que se iniciara en el siglo XVIII con Matías Monn, y que llegara a uno de sus periodos más relevantes en este siglo con esos dos espíritus de la delicada espiritualidad que son Haydn y Mozart.

La sinfonía tenía, entonces, una historia bastante larga cuando Bruckner decidió aportar su talento a la forma. Poco podría saber entonces que sería uno de los más grandes sinfonistas, uno de los últimos y que su forma y concepción sinfónica, algunos críticos la ubicarían dentro del post-romanticismo junto con las sinfonías mahlerianas. Obras donde el caudal sonoro es intenso y donde los sentimientos se desbordan y se forjan.

Ciertamente, la concepción que de la orquesta tenía Richard Wagner dejó su huella en la sinfonía de Bruckner, pero también es cierto que los prodigios sinfónicos que escribió Bruckner tienen un acento tan personal que hacen de su arte uno de los más notables.

Su admiración por Wagner fue total, pero poco fue lo que hizo para demostrarle a éste su devoción. Pero Bruckner nunca pensó en escribir una ópera de las grandes proporciones wagnerianas sino decirlo todo en una sinfonía.

La novena sinfonía de Bruckner, por ejemplo, en la cual estuvo trabajando el último año de su vida, es su auténtico testamento y una de las muestras más altas que el espíritu humano puede lograr en el arte.

Las proporciones de la novena de Bruckner como sinfonía, sólo pueden compararse con la propia novena sinfonía de Mahler o su quinta sinfonía.

La más famosa de las sinfonías de Bruckner es la cuarta ``La Romántica'' que es un verdadero poema convertido en desbordado y caudaloso sentimiento, pero las obras brucknerianas son también dignas de escucharse y causan profundo deleite estético.

Algo poco conocido de Bruckner es el aspecto místico que sin duda impregna también su mundo sinfónico. Es un mundo sinfónico ancho como un río caudaloso, tendiendo siempre hacia una intensidad sostenida.

Es suficiente recordar el primer movimiento de su tercera sinfonía para palpar sonoramente esta intensidad que se mantiene inconmensurable hiriendo dulcemente al que lo percibe.

El legado de Bruckner tardó mucho tiempo en ser compilado y el trabajo de investigación se inició en 1930 y culminó en 1944, a cargo de Robert Haas en colaboración de Alfred Orel, haciéndose cargo de la edición científica de las obras completas, el doctor Leopold Nowak.La orquesta de Bruckner es muy amplia, precisa de virtuosos instrumentistas y los requerimientos para la orquesta entera tanto musical como emocionalmente son muy complejos.

Al igual que Wagner y Mahler, la orquesta de Bruckner está llena de hallazgos y provoca un continuo asombro. Es una orquesta grande y quizá por esa razón muchas de las sinfonías de Bruckner son prácticamente desconocidas en México, por la empresa que significa el hecho de interpretarlas. Sin embargo la cuarta, la más popular, se escucha con relativa frecuencia sobre todo en las orquestas de la ciudad de México.

Por otro lado, es un hecho que mucha de la música para órgano, las sinfonías y obras profanas de Bruckner son prácticamente inéditas en nuestro país. Probablemente el centenario de este compositor austriaco tan importante como otros compatriotas suyos Mozart y Schoenberg sirva para conocer mejor a un hombre que convirtió su mundo interior en una explosión sinfónica de sentimiento y de intensidades.