Hay ciudades cuyas calles reciben continuo mantenimiento y cuyos baches se repara en menos de 24 horas después de su aparición.
Hay ciudades en las que el transporte público va por el carril de la derecha en el cual nadie, ni la policía, puede estacionarse.
Hay ciudades donde los autobuses y los equivalentes de nuestras peseras se detienen en los lugares fijados para que lo hagan, y jamás toman ni dejan pasaje en medio del arroyo por deseo de usuarios o conductores.
Hay ciudades en las que sólo dan vuelta los autos que se hallan en el carril que corresponde a la dirección de la vuelta.
Hay ciudades en donde los policías encargados de la circulación automovilística, además de agitar una de sus manos o gritar por sus altavoces cosas como ``avance'' u ``oríllese a la orilla'', se preocupan porque se cumpla el reglamento, nadie se estacione en lugar prohibido, nadie dé vuelta donde una señal indica la prohibición de hacerlo... Claro, en esas ciudades los agentes no necesitan hacerla de vienevienes para ganar unos centavos más.
Hay ciudades en las que los policías desconocen la mordida para hacerse de la vista gorda o levantar las amenazas que, sin razón alguna, puedan hacerse a los de a pie o en automóvil.
Hay ciudades con vías rápidas, construidas hace tiempo o aún en planeación, que pueden ser utilizadas sin restricción y gratis.
Aún en esas ciudades (algunas de ellas ubicadas en América Latina), los propietarios de autos se consideran, como dicen los parisinos, ``las vacas lecheras del fisco'' por la cantidad de contribuciones y multas con que suelen llenar las arcas públicas. Pero no se quejan demasiado porque sus impuestos son visibles en la calidad de las calles y de los servicios destinados a ellos, incluidos los de control del tráfico y vigilancia de vehículos.
En el Distrito Federal, quienes poseemos un automóvil pagamos tantos impuestos como en esas ciudades, pero nunca sabemos a dónde va nuestro dinero (aunque sospechamos que tiene un destino semejante al de esos complementos fiscales llamados doctamente cohechos).
Ahora resulta que las autopistas urbanas que están a punto de construirse serán de paga, y que pronto para acceder a las ya existentes tambien habrá que pagar peaje.
La medida no ha sido adoptada para mejorar la vialidad ni el trabajo de la policía. Lo más probable es que su fin sea asegurar que en diciembre próximo recibirán aguinaldos más jugosos que los de hace tres meses esos funcionarios que, ignorantes del servicio público, se dedican a acrecentar el bienestar de las familias de quienes saben hacerlo (o hacerla).
Pero al paso que van las cosas, esos peajes serán insuficientes y habrá que inventar otras tarifas por servicios variados.
Así por ejemplo, en cada esquina donde son hasta tres las filas de coches que impiden la circulación en línea recta en espera de cambiar de dirección, podrían instalarse cajas recolectoras de monedas de 10 ó 20 pesos para que paguen su acceso quienes van para los lados, y de dos o cinco pesos quienes siguen derecho.
Podrían hacerse cobros por el derecho a subir a los autobuses en las paradas, y también por abordarlos fuera de ellas. Y para entrar a las cocheras por circular un par de metros sobre la banqueta (nada impide que se cobre igualmente por ser peatón y también por cruzar en las esquinas o fuera de ellas).
Parar un taxi sería motivo de otro impuesto, y bajar del mismo de otro más. Al impuesto que pagamos al comprar gasolina, podría agregarse otro por ingresar a la gasolinera y uno más por abandonarla. Y cuando paguemos la tenencia, también podría ser de paga la entrada a los hospitalarios lugares que pone a nuestra disposición la Tesorería; además, ahí podría pagarse el derecho a hacer cola y la amabilidad de quienes sellan nuestros papeles y reciben nuestro dinero (aunque a veces se pague aparte el apresuramiento de los trámites).
Y si a alguien se le ocurre arreglar un bache, poner las pipas a regar los camellones a horas de poco tráfico o circular conforme al reglamento y en el sentido de la calle a bordo de una patrulla o de cualquier otro vehículo oficial, tendremos otra fuente importante de contribuciones pagaderas por los automovilistas debido a la comodidad repentina a que serían sometidos.
Podría pensarse en tantas recaudaciones más...
Todas ellas legales y apegadas a derecho, como suelen decir los altos funcionarios cuando sus gratificaciones de fin de año son de varios o muchos cientos de miles de pesos. Al cabo que todos los impuestos generados por la existencia, la compra, el uso, la desaparición, la recuperación de automóviles, sirven en el Distrito Federal para muchas otras cosas...