Juan Arturo Brennan
Jazz en UHF

Aunque el título de esta especie de crónica parece referirse a una transmisión de música de jazz a través de la banda de Ultra Alta Frecuencia (Ultra High Frequency, como dicen del otro lado), lo cierto es que se refiere a un asunto estrictamente musical que ocurrió en las esferas más enrarecidas del espectro sonoro. Pero antes de pasar a estos asuntos de UHF, hacen falta algunos antecedentes.

El inmueble que hoy es la Biblioteca Nacional de Educación, en las calles de Leandro Valle en el primer cuadro de la ciudad, antes fue el Convento de Santo Domingo. Como tantos otros edificios del Centro Histórico que han sido restaurados en los últimos años, la Biblioteca se caracteriza por una curiosa mezcla de elementos antiguos y modernos que a veces conviven armónicamente y a veces están en abierto conflicto. Esta convivencia de tradición y modernidad es, precisamente, el hilo conductor del Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México en este 1996, de modo que estos espacios arquitectónicamente esquizofrénicos se antojan ideales para las funciones artísticas del Festival. Así pues, en el patio antiguo pero moderno del ex Convento de Santo Domingo se presentó hace unos días la Carnegie Hall Jazz Band, más antigua que moderna y con un sello de tradición firmemente impreso en su música, en su estilo y en su repertorio.

De entrada, la presencia de este conjunto al cobijo de los muros de Santo Domingo me hizo recordar la no tan lejana presentación en Bellas Artes de la gran banda de Claude Bolling, no necesariamente por coincidencias estilísticas sino porque al igual que el grupo francés, el ensamble estadunidense tiene sus cimientos construidos a base de metal, mucho metal: cinco trompetas, cinco saxofones, cuatro trombones, y la tradicional sección rítmica. Todo ello, más que suficiente para armar un buen escándalo, mismo que se materializó plenamente bajo la dinámica y extrovertida dirección de Jon Faddis.

El repertorio ofrecido esa noche por la Carnegie Hall Jazz Band fue netamente tradicional y estuvo basado en arreglos realizados por varios músicos a partir de piezas ya clásicas del repertorio de la que pudiera llamarse la época de oro de las bandas de jazz, así como de algunos músicos un poco más cercanos a nuestro tiempo. Entre otros nombres, desfilaron por el ámbito de la biblioteca convertida en patio de conciertos Count Basie, John Coltrane y, en especial, Duke Ellington. Es preciso decir que toda la velada musical transcurrió en el ámbito de lo conocido; ni en las piezas mismas ni en los arreglos aparecieron novedades, sorpresas o vanguardias. En cambio, apareció brillantemente la sonoridad típica de una banda formada por músicos de primera, y a lo largo de los innumerables solos fue posible detectar algunos puntos climáticos en esta sabrosa y divertida sesión de jazz.

De entre los trompetistas de la Carnegie Hall Jazz Band destacaron sobre todo Michael Philip Mossman (quien dobleteó en labores de traducción) y Tommy Williams, dueño de una trompeta de voz profunda y poderosa, nostálgica y evocativa. En la sección de saxofones (cuyos miembros alternaron en ocasiones con flautas y clarinetes), sorprendió sobre todo la flexibilidad del saxofón soprano de Dick Oatts, quien en sus solos hizo las únicas aproximaciones de la noche a un jazz un poco más moderno, y las muy tradicionales pero espléndidas interpolaciones solistas del sax tenor de Frank Wess. Desde el punto de vista de la posible comparación de técnicas y estilos, lo más ilustrativo de la noche fue un largo momento en que los cuatro trombonistas pasaron al frente para repartirse democráticamente las labores solistas de una de las piezas. Durante esos minutos fue posible escuchar con asombro la diferencia enorme entre el trombón bajo de Douglas Purviance, sólido y categórico como un cañón, y el trombón tenor de John Fedchock, tan suave y dúctil que sonaba como mantequilla sobre aceite.

Todo esto, y mucho más, sucedió bajo la conducción del trompetista Jon Faddis, quien para decepción de los presentes exhibió cierta tacañería, al empuñar su instrumento (y el flugelhorn) apenas en dos o tres ocasiones. Pero esos momentos resultaron realmente asombrosos gracias al dominio técnico y expresivo de este émulo del gran trompetista de los cachetes inflados y la trompeta chueca, Dizzy Gillespie. En sus contadas intervenciones, Faddis no sólo exhibió una agilidad de digitación y una claridad de sonido admirables, sino que hizo subir su trompeta a la región más aguda posible, hasta la Ultra Alta Frecuencia, hasta la azotea misma del instrumento, con resultados sorprendentes. No es la primera vez que escucho una trompeta de jazz tocando allá arriba, pero sí es la primera vez que lo que oigo sigue siendo música perfectamente afinada y fraseada a pesar del registro agudísimo. Numerosos trompetistas de jazz (y de otras vertientes de la música) son capaces de subir y subir y subir, hasta que el sonido no es más que una serie de chispazos de alta frecuencia que funcionan sobre todo como elemento anecdótico de color. En el caso de Faddis, sin embargo, todo ese material en el registro más agudo posible siguió siendo perfectamente coherente con la música que hacía el resto de su banda, tanto en lo melódico como en lo armónico, de modo que su trompeta fue un miembro más del grupo, sólo que con el privilegio de moverse un par de octavas más arriba que los demás; un auténtico primus inter pares de la trompeta.

Por lo demás, dentro de una sesión de jazz clásico bastante redonda se extrañó un mayor protagonismo de los miembros de la sección rítmica. Larry Grenadier en el bajo y John Riley en la batería cumplieron un decoroso trabajo de apoyo, pero sin el lucimiento individual que es usual en estos casos. Asimismo, el piano de Renée Rosnes (única mujer de la banda) pasó casi desapercibido, en parte debido al planteamiento de balance sonoro del grupo, pero en parte debido también a un trabajo de sonorización que no fue lo equilibrado y coherente que debió ser. A pesar de ello, la banda sonó bien, y esta sesión de jazz clásico resultó un punto a favor del Festival del Centro Histórico. Salud, Jon Faddis, trompetista de la UHF!