El 21 de abril se votará en Italia y muy probablemente ganará la derecha a la que los llamados ``progresistas ma non troppo'' están regalando el poder.
Por un lado están Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini, con el Polo de la Libertad (alianza entre la derecha y la extremaderecha). El primero construyó un imperio de las comunicaciones (tv, radios, revistas, cines, periódicos). Berlusconi proclamó que los métodos empresariales que lo habían enriquecido podían salvar al país y fundó un partido-tv, Fuerza Italia, por el grito de los hinchas para alentar a la selección nacional. Su base social son los pequeños comerciantes, pequeños industriales, profesionistas reaccionarios: de ahí su populismo de derecha que lo acerca a los neofascistas aunque él es un neoliberal de derecha con mentalidad integralista y totalitaria en lo político, y no un fascista clásico. Fini, por el contrario, es el heredero de Giorgio Almirante, ex ministro de Mussolini y fusilador de guerrilleros antinazis durante la Segunda Guerra. Pero tuvo la astucia de unir a los nostálgicos del fascismo con los ex monárquicos y conservadores de todo tipo, para formar Alianza Nacional, un partido de extremaderecha, conservador, estatista, centralista, chovinista, militarista, pero no corporativo fascista. La base de éste son los sectores más pobres y atrasados, particularmente en el sur del país, que antes votaban por la Democracia Cristiana... y la ayuda de la llamada izquierda tradicional (ex PC, hoy Partido Democrático de Izquierda) que legitima todos los días a Fini.
En el Polo, AN crece permanentemente a costa de Berlusconi gracias a su populismo ``social'' ( utiliza un lenguaje que no le impide aliarse con Berlusconi y buscar apoyo en Washington) e incluso se desarrolla en las zonas conservadoras del noreste del país que antes eran la base de la derecha democristiana.
Lo que en realidad constituye la fuerza principal de la derecha es la política del Bloque del Olivo (o ``progresista''). Los ``progresistas'' sostuvieron al gobierno de Lamberto Dini, ex ministro de Hacienda de Berlusconi, banquero y hombre del FMI, desmantelador del Estado del bienestar y liquidador del sistema de pensiones y jubilaciones. Presentaron como su líder a Romano Prodi, el primer privatizador. Se apoyan sobre la gran finanza y los grandes industriales. Con el dúo Dini-Prodi y la ortodoxia neoliberal (sumisión a Washington, política destinada a aplicar a fondo los acuerdos de Maastricht, racismo y represión contra los emigrantes) el Polo del Olivo se dedica, sistemáticamente, a presentar proyectos que piensa le permitirán ganar el famoso ``centro'' (pues las encuestas le dan el 42 por ciento de las expectativas de voto, contra 41.8 por ciento para la derecha, y el ``centro'' podría decidir).
El problema es que dicho sector se ha desplazado y se mueve tan a la derecha que los ``progresistas'' están hoy por detrás de lo que hace dos años era la posición de la derechista. El ex comunista Massimo DÕAlema busca alianzas con la Liga de Umberto Bossi, que es regionalista, antiobrera, secesionista, reaccionaria, pero los votos de la misma se disuelven como nieve al sol y pocos de ellos retornan al redil antifascista. Prodi argumenta con cifras que Italia no puede reducir sus impuestos, pero los comerciantes y pequeños industriales lo insultan y silban porque prefieren la promesa de Berlusconi, que es la que hizo Reagan: rebajarles los impuestos y hacer que paguen los asalariados, reduciendo los salarios reales y los salarios indirectos (sanidad, educación, gastos sociales del Estado). Los ex comunistas del PDI votan las medidas racistas pero eso sirve a los fascistas y refuerza la idea de que el problema social exige más policía y el fortalecimiento de las fuerzas armadas para que controlen las fronteras... contra los trabajadores de otros países.
En el primer turno (con votación proporcional) Alianza Nacional casi seguramente ganará posiciones a costa de sus aliados, y Refundación Comunista (que lucha por una alternativa, combatió al gobierno Dini y se diferencia de los ``progresistas'') crecerá a costa del PDI (que no obstante eso probablemente mantendrá su caudal pues absorberá votos de los múltiples pequeños grupos ``progresistas'' y laicos que integran el Olivo). Pero, en el segundo turno, aunque Refundación se tape la nariz y vote por los candidatos ``progresistas'' mejor colocados para concentrar así las fuerzas contra la derecha, ésta ganará. La base de este pronóstico -que espero, porque la esperanza no coincide con la razón, sea desmentido por los hechos- es la convicción de que al Estado reaccionario no se le combate integrándose en él y de que no se lucha contra la derecha adoptando sus ideas y posiciones. El abandono de la lucha ideal, cultural, política, el maniobrerismo político y el transformismo preparan siempre el camino a una victoria y un régimen de la derecha. Este podría ser duradero y gobernar con mano dura pues enfrentará sólo la oposición, arrinconada, de un núcleo comunista (RC) que, aunque se refuerce, no pasará de 10-12 por ciento del electorado y deberá remar durante mucho tiempo contra una fuerte ola derechista, incluso en los sectores populares.