La Jornada 31 de marzo de 1996

A nueve meses del crimen, aún hay dudas sobre la hora de la muerte del ministro

Julieta Lozano/ASIC La tarde del lunes 19 de junio de 1995, 6.7 mm de lluvia calaron las calles capitalinas durante cuatro horas. El hombre entró al edificio sin ser visto y comenzó el ascenso. Ocho escalones sucios, dos descansos, otros ocho escalones. El barandal descascarado parecía frío y las paredes con leyendas en bolígrafo no le inspiraron a recargar ni la uña de sus pulcros dedos en ellas. El paso torpe del hombre de 60 años de acentuaba con la diabetes y presión alta. En el pilar, la luz de la calle, el número nueve. Caminó seis pasos y dio vuelta. Al fondo se hallaba la puerta del despacho de Abraham Polo Uscanga.

Al mediodía del martes 20 de junio, su cadavér se hallaba aún tibio (29 grados centígrados), según reveló la autopsia practicada a las 12 horas. Los restos del ex magistrado fueron depositados en el Servicio Médico Forense (Semefo) a eso de las 11.30 de esa mañana y hubo de esperar cerca de 30 minutos a la llegada de los médicos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos para realizar la operación quirúrgica.

Mientras, funcionarios, agentes de la policía y periodistas iniciaban el trabajo para desmadejar un crimen donde aún ahora hay incógnitas no despejadas. Adentro, en la sala de trabajo los médicos trataban de fijar la hora de la muerte. Oficialmente se dijo que el deceso ocurrió entre las 22 y las 24 horas del lunes 19 y así quedó asentado en el dictamen pericial.

Científicamente, la Fórmula Bouchut que rige los cálculos forenses establece que la temperatura de un cadáver decrece entre .8 y un grado centígrado por hora cuando a la intemperie se reportan entre cinco y quince grados centígrados. Según el Servicio Meteorológico Nacional, el lunes 19 de junio se registró una temperatura mínima de 14.1 grados. El día siguiente no hubo variaciones de consideración en la atmósfera. Fueron días templados.

El cuerpo de Polo Uscanga reposó durante horas sobre el piso de su despacho en la novena planta; la ventana de la oficina contigua se hallaba abierta y él no vestía saco ni zapatos. Desde las 16:00 y hasta las 20:00 horas llovió en la capital. Además, el viejo edificio de Insurgentes 300 carece de calefacción y durante ese día, de luz eléctrica. Factores, todos ellos que harían suponer que el cuerpo debería haber perdido su calor natural con mayor rapidez. No obstante, 12 horas después, el cadáver estaba tibio.

Fuentes médicas sostienen que la variación de la temperatura en un cadáver está determinada por el peso, la estatura y la características del mismo. Se asegura además que ningún cuerpo reacciona de la misma manera. Las leyes forenses son falibles. El cadáver tibio de Abraham Polo Uscanga sería un caso singular. Porque durante la autopsia, en su cuerpo comenzaban a ``fijarse las livideces'', es decir, aparecieron las manchas imborrables de sangre estancada en la piel. Esto sucede alrededor de 12 horas después de fallecer.

Llena de cabos sueltos, las investigación transcurrió como en una comedia de equívocos. La autopsia reveló que en el estómago se hallaban restos de arroz. Efectivamente, fuentes familiares aseguraron que Abraham Polo ingirió ese tipo de alimento a eso de las 13 horas del lunes 19, junto con dos pastillas, una para controlar la presión alta y otra para la diabetes.

La teoría médica asegura que después de casi 24 horas no era posible que existieran los restos hallados en el estómago del magistrado, a menos que hubiera comido el mismo alimento cuatro o seis horas antes de su muerte, aunque los hallados era casi sedimentos. Se calcula que el proceso de digestión en una persona normal lleva más o menos entre cuatro y seis horas. No existen testigos de que el hombre hubiera ingerido el mismo alimento una vez mas durante el resto día.

Las hipótesis

Las líneas de investigación de la Procuraduria General de Justicia del Distrito Federal hasta el 13 de marzo se concentraron en tres hipótesis: suicidio, homicidio y suicidio concertado, un laberinto que parecía no tener salidas.

El suicidio

Abraham Polo Uscanga se despojó de su saco. Hizo a un lado los zapatos cafés. Se sentó en el piso de su oficina con las piernas extendidas y de espaldas al sillón de dos piezas. Desabrochó el botón del cuello de su camisa blanca. Cubrió su mano derecha con un guante o pedazo de tela y sujeto con la palma envuelta el révolver Taurus calibre .38. Giró la cabeza hacia la izquierda. Colocó el cañón casi bajo la oreja. Disparó.

Las evidencias circunstanciales apuntan a un suicidio. El magistrado escribió despedidas (las cartas fueron publicadas por La Jornada el viernes 14 de julio de 1995), llamó vía telefónica a familiares y amigos esa tarde y se entrevistó con sus allegados los últimos meses de vida. Entregó unas cartas a una persona de confianza dos semanas antes de su muerte. A las 23:00 del viernes 23 de junio de 1995 las cartas ya estaban en Veracruz. ``Expresaba una gran soledad, algo así como un adiós casi definitivo cuando no se pensaba que él pudiera quitarse la vida''. Comentó un miembro de la Comisión de Seguimiento del caso Polo Uscanga.

Pronto manifestaba cierta desesperanza, ciertas contradicciones de no poder cambiar cosas que ya estaban escritas''. Algunas rebasaban una cuartilla. Dos de ellas ``se notan apresuradas''. La letra manuscrita de Abraham Polo Uscanga no resulta muy entendible. Sin embargo, si así lo hubiese deseado, hubo tiempo para repetirlas. Algunas cartas están fechadas en el mes de mayo. Casi un mes antes de su muerte.

Nueve meses despues de la muerte de Abraham, su madre, Evelia Rojano de Uscanga, recuerda sentada en el restaurante de su propiedad ``Aquí y Ahora'' de la ciudad de Veracruz, aquella llamada del lunes 19 de junio a las 15:45.

--Te quiero agradecer lo que has hecho por mí para salir adelante, estoy muy contento, muy feliz.

-- Te noto muy nervioso, ¿dónde estás?

-- No te voy a decir dónde, ¿por qué preguntas? Tú eres muy discreta conmigo.

El martes 20 de junio, cuando los peritos arribaron al despacho de Insurgentes 300, la mano derecha de Abraham Polo Uscanga tenía la carne pálida y estaba libre de guante o trapos. La prueba de absorción atómica para detectar rastros de pólvora en la piel y los tejidos resultó negativa. El arma tampoco tenia huellas digitales.

El homicidio

Se investiga un homicidio, no un suicidio, advirtió el titular de la PGJDF, José Antonio González Fernández. A Abraham Polo Uscanga se le despojó de su saco y de sus zapatos. Fue obligado a sentarse en el piso o bien tomar la posición del ejecutado --de rodillas--. La mano izquierda del ex magistrado sujetaba un pedazo de papel de baño blanco.

El asesino le disparo en la nuca, muy cerca de la raíz del cabello castaño y corto. Su cuerpo fue acomodado boca arriba, con la mano derecha sobre el hombro izquierdo. El, o los autores del crimen, escaparon.

``Abraham no tenía enemigos, al contrario tenía muchísimos amigos. El mismo señaló a una persona si algo le sucedía''. Y la magistrada de la Octava Sala del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), Margarita Guerra, puntualiza: ``A mí me extraña, si vivió tanto tiempo en peligro con su puesto en la Procuraduría, ¿por qué le vino a pasar esto ?''

De cualquier manera, en las líneas de investigación establecidas por la PGJDF no se descartó, por ejemplo, la relación del ex magistrado con ciertos círculos del hampa con quienes debió tratar en su vida profesional. Delincuentes a quienes envió a la cárcel, a quienes perjudicó en sus deberes de justicia y otros más que creían tener ``cuentas pendientes'' con Abraham Polo Uscanga.

El abogado José Ramón Andrade Bojórquez, fiel amigo del funcionario, aseguró: ``No tenía nexos con el ex sindicato de Ruta 100, excepto el desplegado que él publicó y que presuntamente el ex sindicato pagó, no era hombre de posturas políticas, era un técnico. No se debían favores ni tenían compromisos entre ellos''.

``Es un crimen político'', lo definió María Teresa Jardí. Los responsables de la investigación ``carecen de autoridad moral''. El caso será llevado a las instancias precisas de la Organización de Naciones Unidas (ONU), asegura, porque el ex magistrado nunca se suicidaría. ``No hay elementos suficientes para suponerlo''.

El arma yacía bajo el cuerpo de Abraham Polo Uscanga y el autor material de su muerte la dejo allí, junto con la funda hallada en un cubículo contiguo. No hay rastros de violencia, no fueron forzadas las puertas. Pudo haber subido al noveno piso con su o sus asesinos, o él mismo les abrió la puerta.

Las líneas investigación condujeron hacia muchos de los hombres a quienes envió a presidio y hacia aquellos a quienes no les permitió corromperse dentro de las instituciones donde laboró y además hacia algunos miembros del sindicato de la ex Ruta 100.

Suicidio concertado

El ex subprocurador Abraham Polo Uscanga afirmó encontrarse presionado económicamente y descepcionado del sistema político. ``Decía que había muchos que estaban en puestos que no merecían'', constató Margarita Guerra. No pudo matrse solo y no hay pruebas de tormentos físicos, de acuerdo con el dictamen pericial. La víctima solicitó se le diera muerte. Y ésta llegó.

Incluso, fuentes de la PGJDF informaron que poseen un archivo del Federal Bureau of Investigation (FBI) tocante a ``suicidios concertados''.

Aunque las leyes mexicanas no hablan de ``suicidio concertado'', específicamente, el artículo 312 del Código Penal vigente expresa: ``El que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide será castigado con la pena de dos a cinco años de prisión; si lo prestare hasta el punto de ejecutar el mismo la muerte, la prisión será de cuatro a 12 años''. El delincuente accede a libertad bajo fianza, sentencia condicionada con trabajos a la comunidad, o bien, una multa.

El ex subprocurador Polo Uscanga abandonó la PGJ y aceptó laborar en el Tribunal Superior de Justicia, porque estuvo en desacuerdo con los programas de descentralización que promovió el entonces procurador del Distrito Federal, Ignacio Morales Lechuga, quien afirma: ``Extrañaba la procuraduría. Lo vi muy deprimido''. Después de promover su magistratura con el presidente Carlos Salinas de Gortari, Ignacio Morales Lechuga continuó su carrera política, como también lo hizo Abraham Polo Uscanga.

Situación económica

Al morir, Abraham Polo Uscanga tenía un departamento hipotecado y un Volkswagen sedan blanco. Cuando fue sepultado permanecían sus débitos en las tarjetas de crédito Inverlat y Diner's Club.

Su sueldo de 17 mil pesos mensuales se reduciría con la jubilación a seis mil pesos. Su esposa María de los Angeles Pérez de Polo, maestra jubilada, recibe casi un mil pesos mensuales. Su hijo Abraham Polo Pérez vive con su esposa y cuatro hijos. Y su hija María de los Angeles Polo Pérez, educadora y abogada sin titulación, fue operada de gravedad, no trabaja y toma clases de italiano y swing. Meses antes de morir, Abraham Polo Uscanga manifestó: ``Estoy muy presionado''.

El respetado funcionario laboró cerca de seis años en el TSJ y alrededor de 30 en la procuraduría. Fuentes de la Octava Sala argumentaron que las enfermedades familiares menguaron su modesta economía. Su hija María de los Angeles Polo Pérez padeció meningea, un tumor en el cerebro, y debió ser operada en dos ocasiones. A su hijo Abraham Polo Pérez debieron extraérsele cálculos renales. Y a Abraham Polo Uscanga se le retiró un tumor de la próstata . Ninguna de las operaciones tuvo costo para la familia Polo Pérez.

En realidad, el ex subprocurador debía cumplir con tres personas más: Juan Antonio de 13 años, Juan Manuel de 12 y Elisa Eugenia de 8, sus tres hijos más pequeños nacidos de una relación posterior a su matrimonio.

La salud

Porque Abraham Polo Uscanga era una persona saludable. El tumor en la próstata fue detectado cinco años atrás y al ser benigno, el ex magistrado decidió posponer la operación hasta febrero de 1995. Después de ser intervenido, ``estaba mejor, muy animado'', comentaron fuentes familiares. Y con la diabetes y la presión alta controladas no padecía dolencias. Sus lentes eran para la vista cansada. Abraham Polo Uscanga no fue ni miope ni astigmático en su vida. ``Veía muy bien de lejos'', se informó.

Colofón

Su viuda recibió a través de Seguros Monterrey, S.A. la cantidad de 400 mil pesos, y sus hijos más pequeños una pensión de 700 pesos mensuales para los tres. La deuda en las tarjetas de crédito fue cubierta por la esposa con el dinero que recibió de la aseguradora.

Una tarde de junio, ``probablemente alrededor de las 3'', contó un testigo, el licenciado Enrique Cocina, delegado de la PGJDF en Benito Juárez y alumno del ex magistrado, se presentó en la oficina de la madre de los hijos más pequeños de Abraham Polo Uscanga: ``Señora, se nos suicidó el licenciado Polo''.

Cuando fue encontrado, el cadáver de Abraham Polo Uscanga no tenía zapatos. Estos fueron hallados en el escenario del crimen. Tenían las suelas secas a pesar de que el magistrado caminó al oscurecer bajo la lluvia hacia un centro nocturno, donde se despediría de una joven mesera. Durante las indagaciones, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal informó a los declarantes que buscaba una carta más dejada por el ex magistrado, aquella que explica la muerte de un hombre que se reía de sí mismo al decir: ``Soy el único que fui procurador cuatro horas''