Mientras abril arrancó con sustanciales alzas de precios a los productos básicos, que han hecho prever una inflación para este mes de más de 4 por ciento, las agendas económica y social del país, se complican. Las mayores expectativas inflacionarias, la persistencia de la recesión y de las políticas que la ahondan, hacen poco alentador el panorama económico para el resto del año.
La Secretaría de Hacienda anunció que habrá recortes adicionales al gasto público, en particular al social, en virtud de la caída de la recaudación. La política de privatizaciones, por su parte, podría estar llegando al final de la etapa de escasa resistencia social. Por su parte, la agenda social ha girado en torno a: 1) la reglamentación de las Afores (Administradoras de Fondos de Retiro que se crearon con las reformas a la Ley del IMSS del año pasado), discutiéndose de manera intensa la participación del capital extranjero, a la que, según el secretario de Hacienda, obliga el Tratado de Libre Comercio (TLC); y 2) al esquema de manejo de subsidios que, según se anunció, se implantará, y que se ha dado en llamar la tarjeta de pobres o pobremático, que elimina los subsidios generalizados a rubros como la tortilla y los sustituye por subsidios focalizados hacia los pobres extremos, que recibirían una tarjeta que les permitiría adquirir artículos en el comercio privado.
A la par, en Chiapas se inició este miércoles el Encuentro Continental Americano por la Humanidad y contra el Neoliberalismo a la que convocó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que es uno de diversos encuentros en diferentes partes del mundo y que habrá de culminar en un encuentro intercontinental en julio. En Francia, la reunión de ministros de Trabajo y de Finanzas del Grupo de los Siete ``concluyó con una declaración en la que se resaltó la importancia de promover un mínino de estándares sociales de los trabajadores en el mundo'' (La Jornada, 03/04/96).
Todos los temas mencionados, aunque podrían parecer desconectados, no lo están. La globalización y la ideología que la impulsa y reglamenta, el neoliberalismo, son los hilos que los unen. En efecto, la política económica en marcha refleja, por su contenido, estar al servicio de las corporaciones transnacionales y del capital financiero internacional, mientras que por sus mecanismos de decisión refleja cómo las políticas económicas han dejado de ser asunto nacional para convertirse en internacional. Nuestra política económica no se decide en México sino en Washington. Los temas de la agenda social tampoco son resultado de decisiones del todo soberanas: la reforma de la seguridad social hacia un sistema individualista manejado privadamente, así como el manejo de subsidios exclusivamente hacia los pobres, son políticas que el Banco Mundial viene impulsando, e imponiendo en la medida que puede, en todo el mundo. El caso piloto, desde cuya experiencia se busca generalizarlo, fue el puesto en marcha por la dictadura en Chile en los ochenta.
La participación del capital extranjero en las Afores, como se dijo, parece estar condicionada por el TLC. La decisión del Grupo de los Siete de empezar a trabajar en la reglamentación de las relaciones entre comercio internacional y derechos de los trabajadores, es una reacción inevitable ante la feroz rebatinga por los mercados mundiales que la globalización conlleva. Ante el hecho que, tal como lo declararon los ministros, ``muchos productos son comercializados a precios competitivos debido al empleo de niños'' u otras formas de trabajo barato. Recuérdese la preocupación norteamericana similar ante el TLC. Por último, la globalización y el neoliberalismo, fenómenos mundiales, tienden a generar como reacción organizaciones de resistencia a la misma escala. Como un paso inicial en ese sentido hay que ver el encuentro convocado por el EZLN, esfuerzo de organización que no es el primero y que será seguido por muchos otros.
Estamos en una época en la que para entender lo local es necesario mirar no sólo hacia adentro sino hacia afuera. En México tendemos a analizar muy poco las experiencias de otros países y a veces creemos que lo nuestro es singular. Una manera fácil de percatarnos que no es el gobierno de México, ni los partidos políticos, los que fijan nuestra agenda, es compararla con la de otros países, particularmente la de los latinoamericanos. Es así educativo leer, por ejemplo, Panorama Social de América Latina, que año con año publica la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). En la edición de 1995, se señala en referencia a la agenda en materia de seguridad social: ''... en todas las reformas en materia de seguridad social... se contempla el traspaso de la administración de los fondos previsionales de manos del Estado a empresas privadas o mixtas...
'' (p.117). Esta coincidencia no es un asunto del azar, por lo que cabe preguntarnos es nuestra agenda?