Los analistas políticos y los funcionarios del gobierno pueden sugerir muchas explicaciones, pero les es imposible negar la persistencia de la capacidad de convocatoria del EZLN, tanto en el Diálogo de San Andrés como en el encuentro continental de La Realidad, sobre muy diferentes personas y corrientes de pensamiento.Algunas fibras sensibles tienen que haber sabido tocar para ello la rebelión de las comunidades indígenas y la retórica de sus dirigentes.
La primera de esas fibras, diría yo, puede ser aquella que responde a un hecho muy sencillo: hasta el momento, entre los actos y los riesgos cotidianos de los rebeldes y las palabras de su discurso existe una correspondencia, hecho insólito en la política de este tiempo del cinismo.
A esa correspondencia entre palabras y vida se le puede dar diferentes nombres. Uno de ellos podría ser dignidad, si a la conducta se alude; el otro, ética, si a los principios que sustentan esa conducta se refiere.
Registrar estos hechos no significa manifestar acuerdos o desacuerdos con políticas y métodos, aclaración obvia para una inteligencia recta, pero no innecesaria en el enrarecido ambiente de invectivas y silencios creado por los denostantes con pluma y con diploma.Frente al inusitado fenómeno cultural y político de esa convocatoria y de la originalidad de las iniciativas que la suscitan, el silencio de los representantes del gobierno en el Diálogo de San Andrés fue, como ya ha sido dicho, revelador de razones e intenciones.En primer lugar, en el contexto de ese diálogo el gobierno se quedó sin discurso. Sus enviados no lo tienen y por ello han perdido el don de la palabra. Un enorme vacío ocupa en sus mentes el lugar del discurso nacional tradicional que aprendieron en los libros de texto y en la ahora obsoleta retórica del PRI. A esos jilgueros se les acabó el canto. Para que no fuera tan evidente la discordancia entre los hechos de las autoridades y las posibles palabras de sus representantes, el gobierno ordenó a éstos callar. Pero mientras ellos callan, él sigue actuando.
En segundo lugar, tanto en San Andrés como en Barcelona al gobierno no le interesa dialogar ni llegar a acuerdos, sino ganar tiempo y entretener a sus interlocutores. La diferencia entre los de Barcelona y los de San Andrés es que éstos no se lo creen y aquéllos sí (si por sus dichos y actos juzgamos).
Mientras tanto, el gobierno sigue adelante con su profunda reforma del Estado: TLC, artículos 27, 3 y 130, privatizaciones de empresas y áreas estratégicas, nueva ley penal, Afores, educación pública, apertura a poderes de un Estado extranjero, acuerdos militares, envío de oficiales del ejército a recibir instrucción en el país que durante toda su historia ha presionado militarmente sobre México, homologación jurídica con las leyes de Estados Unidos, y lo que después sigue. Para aquellos que reclaman una reforma del Estado, quieren una más profunda y duradera que la que estamos viviendo, sin que a ellos ni a nadie se nos haya consultado para nada? La reforma del Estado se las están haciendo, se las han hecho ya bajo sus narices mientras los entretenían conversando de leyes electorales.
En tercer lugar, el silencio no es pasivo. Va acompañado por un creciente estrechamiento del cerco militar sobre el EZLN y las comunidades, con la posibilidad cierta de hambruna y epidemias y con la probabilidad creciente de un nuevo golpe de mano militar. El gobierno sigue con la idea fija de tomar por sorpresa al subcomandante Marcos, matarlo y acabar violentamente con su pequeño ejército loco. La combinación entre el silencio de sus enviados en San Andrés, el discurso de odio de sus escritores y el movimiento de cerco de sus tropas, denota sin equívoco esas intenciones.
En este contexto debe verse el escandaloso elogio del regente del DF a Alberto Fujimori, a quien trajeron de visita porque ya no pueden traer a Pinochet. Oscar Espinosa Villarreal no es cualquier funcionario, sino un sólido y confiable representante de las ideas y los humores de Los Pinos. Don Porfirio se avergonzaría de ver cuánto ignoran nuestros gobernantes de un siglo después a un México que él bien conocía. El regente no ha sido informado de que en Perú no hubo revolución mexicana, que la ciudad de México no es Lima, que el EZLN es el polo opuesto de Sendero Luminoso y que a historias diferentes corresponden en cada país sociedades y politicidades diferentes. Por eso es bueno que nadie se llame a engaño, ni siquiera en el PRI, sobre el futuro que esos gobernantes quieren prepararnos.
Dicho todo esto, en San Andrés sí hubo un diálogo, con puntas de extraordinaria vivacidad, entre personas pensantes, actuantes e integrantes de una sociedad que no ha cesado de diversificarse, movilizarse, expresarse y organizarse con confianza y con humor. Se verá cuando se publiquen sus resultados. La búsqueda de la libertad y la justicia y el ejercicio de la tolerancia parecen ser algunas de sus tendencias más visibles.Por esos senderos avanza, lentamente tal vez, la otra verdadera reforma del Estado, si por Estado entendemos no el comando de un aparato jurídico-administrativo-militar sobre una población inerme, sino una relación entre gobernantes y gobernados construida en la historia y reconocida y aceptada por la comunidad nacional en su conjunto, una comunidad que escucha, que conoce y que habla, es decir, que dialoga.
Diálogo es una palabra cargada de humanidad, una condición definitoria de lo humano. A riesgo de salirme de la carretera en este viraje del discurso, quiero repetir aquí lo que escribió Esther Seligson en estas páginas, a principios de enero, con motivo de la muerte de Emmanuel Levinas:``Emmanuel Levinas fue un filósofo en el sentido literal de la palabra (sabio amante de la sabiduría que busca las razones últimas de las cosas), preocupado esencialmente por una ética de lo humano que, según él, no es distinta de la ética divina. [...] Al igual que Edmond Jabes en su poesía, Levinas habla de una sociedad de interlocutores ideal? donde la relación con el Otro, que es Rostro, se realice a través del Discurso (en francés discours, camino), de un lenguaje entre seres que han llegado a la posesión de sí mismos porque son capaces de cuestionamiento y están concientes de que su intrasferible diferencia es lo que les posibilita el dialogar: `El lenguaje por el cual un ser existe para Otro, es su única posibilidad de vivir una existencia que es más que su existencia interior'. Como en Buber, en Jankelevitch, la verdadera relación entre hombres y mujeres es una relación ética, es decir que no depende de una carencia, de una necesidad o de la búsqueda de una satisfacción personales. Y es esa certeza absoluta en la realidad del diálogo lo que ubica a Levinas, contra todo nihilismo y toda desesperanza, entre los filósofos humanistas más importantes de este siglo que agoniza''.