Jean Meyer
La cuestión agraria en Rusia

El decreto que acaba de firmar el presidente Yeltsin no cambiará nada, si es que sobrevive al 16 de junio próximo.

Nunca dejé de juntar material sobre tan importante tema. Nunca desistí de mi prejuicio a favor de la propiedad privada de la tierra (combinada con todas las variedades de asociación, cooperativas, propiedad y uso colectivo de los bosques y de las aguas). Ese prejuicio se lo debo al historiador Luis González y a los pequeños propietarios de su pueblo, San José de Gracia, Michoacán. Ilustración de las virtudes de la pequeña propiedad privada en el campo: ``al ojo del amo, engorda el caballo''.

Termina el periodo presidencial de Yeltsin, estamos a cinco años del fin de la era soviética, a diez del principio de la perestroika; todo ha cambiado en Rusia, todo lo privatizable ha sido privatizado, o casi, con una sola y mayúscula excepción: la tierra que sigue siendo de nadie, porque teóricamente es de todos. Estados Unidos tiene el 3 por ciento de su fuerza de trabajo en el campo y es un gran exportador de cereales, frutas, verduras, leche. Rusia conserva el 26 por ciento de su mano de obra en la agricultura y no es autosuficiente, teniendo un capital natural equivalente al de Estados Unidos y Canadá. Antes de la revolución bolchevique, el trigo ruso proporcionaba 40 por ciento del comercio internacional de este cereal. Hace 30 años que anualmente Rusia importa grandes cantidades de granos.

El año pasado Rusia levantó su peor cosecha en varios años. Inútil buscar explicaciones climatológicas. La agricultura rusa se quedó en su bache soviético. Ni Gorbachov ni Yeltsin se atrevieron a tomar al toro por los cuernos, es decir a privatizar la tierra, a repartirla (no a la loca) entre los miembros de las granjas colectivas, a hacer de la tierra algo que se pueda comprar, vender, heredar y arrendar. La victoria electoral del partido comunista en diciembre de 1996, de anunciar su triunfo en las presidenciales por venir, significaría el regreso oficial al tabú agrario: la tierra, toda la tierra, es del Estado y no puede ser objeto de transacción comercial.

Esa perspectiva encanta al grupo de presión de los directores de las granjas colectivas y del agrobusiness que se resistieron siempre a la aparición de un sector privado, de un peligroso competidor en la agricultura. Su resistencia fue victoriosa: si en 1992 se crearon 134 mil granjas privadas, esa cifra cayó a 87 mil en 1993, 9 mil en 1994 y apenas mil en 1995. Mientras que el gobierno fue capaz de liberar los precios y el comercio interior y exterior, mientras que vendió 16 mil fábricas estatales, mientras que privatizó petróleo, gas y siderurgia, los agricultores privados no son dueños de más del 5 por ciento de las tierras agrícolas.

El derecho a la propiedad agraria está inscrito en la Constitución de 1993, pero se quedó en el papel. Las autoridades regionales y municipales, fuera de toda convicción ideológica, no quieren renunciar a su control sobre el suelo, sea urbano, sea rural. De tal manera que los pocos valientes que quieren adquirir tierra, lo logran pocas veces. Algunas regiones, como la de Nizhni Novgorod, bajo el joven gobernador reformista Boris Nemtsov, le han apostado al cambio en la tenencia de la tierra. No han fracasado pero siguen siendo la excepción. Las victorias electorales de los comunistas dictan a la mayoría de los gobernadores una prudente expectativa.

De todos modos, antes de la reaparición del partido comunista, los políticos no querían quemarse con la reforma agraria. La Duma anterior (1993-1995) revisó tres veces y rechazó tres veces los proyectos de un nuevo código agrario, conforme a la Constitución. Se incorporaron 800 enmiendas! Es impensable que la Duma actual, que acaba de manifestar que considera como nula la extinción de la URSS, apruebe la nueva legislación. En su estado actual, el proyecto 800 veces remendado refleja de manera interesante la resistencia de las mentalidades. Compromiso entre los partidarios de la privatización de la tierra y del mantenimiento de la tierra en propiedad estatal, ese texto no resuelve nada. Afirma el concepto de la propiedad privada en el agro, pero lo nulifica enseguida: un campesino necesita el permiso de las autoridades locales y de la granja colectiva a la cual pertenece su eventual futura parcela; no la puede usar más que para la agricultura, si la quiere rentar o vender, debe ser a la granja colectiva. Así que, con o sin un presidente comunista en Rusia, la cuestión agraria va a seguir sin solución; sin solución también el grave problema de la autosuficiencia alimentaria de este gran país, Zyuganov y Shirinovski seguirán despotricando porque las tiendas están llenas de queso francés, de salchicha alemana, de jugos húngaros y polacos, de jitomates georgianos. De quién es la culpa?