La insensatez mostrada en las últimas dos semanas de parte del gobierno británico a propósito del asunto de las ``vacas locas'' revela hasta qué punto las ideologías pueden convertir a los gobernantes en enémigos públicos. Recapitulemos los episodios centrales de esta historia. Desde mediados de marzo se detectan casos de una enfermedad cerebral mortal en diversos países de Europa. El foco del contagio proviene aparentemente de un mal desarrollado entre el ganado vacuno inglés. Las autoridades europeas cierran sus fronteras a la importación de carnes rojas de ese país. El gobierno de John Major declara que el asunto ha sido exagerado. Y, para que no queden dudas, en medio del asombro de toda Europa, informa que se seguirán sirviendo carnes rojas nacionales en las comidas escolares en la isla.
Evidentemente no era fácil aceptar el sacrificio de miles de cabezas de ganado y era obvio que los intereses de los ganaderos ingleses corrían el riesgo de ser afectados en forma drástica. Pero qué otras alternativas quedaban frente al peligro de contagio de la entera población vacuna europea, para no hablar del peligro para la salud de millones de seres humanos? Cuando menos la duda debería haber aconsejado alguna cautela de parte de las autoridades inglesas. Pero no. Seguiremos dando nuestra carne a nuestros hijos y exigimos que las fronteras europeas sean abiertas a la exportación de las carnes inglesas ésta la reacción del gobierno de John Major. Para defender los intereses de sus ganaderos, los conservadores ingleses han llegado a poner en riesgo la salud de sus ciudadanos y del resto del mundo. Hay aquí alguna proporción humanamente aceptable entre ventajas y riesgos?Cómo interpretar la actitud de las autoridades inglesas? Son posible muchas claves pero una parecería ser la central: la resistencia de la cultura conservadora contemporánea a aceptar cualquier límite al despliegue de los intereses económicos de las empresas. El neoliberalismo alcanza aquí su apoteosis revelando su miseria e insensatez. La realidad incómoda es negada y santo remedio. En Turín, en el curso de la reciente reunión de la Unión Europea, Major declaraba que no existe un ``problema sanitario'' sino una ``histeria'' y una ``crisis de confianza''. A estos niveles llega el gobierno de uno de los países más civilizados del mundo. Qué podremos esperarnos de otros?Bajo la presión de sus socios europeos, el gobierno inglés ha aceptado en los últimos días comenzar el sacrificio de su población vacuna. El problema no está resuelto pero parecería encaminarse hacia alguna solución. Queda, sin embargo, un antecedente de extraordinaria gravedad. Cuál es el costo máximo que es tolerable pagar para asegurar la rentabilidad de las empresas? Hasta qué punto puede sacrificarse la calidad de la vida de las personas (o su vida misma) para evitar contragolpes a los intereses de determinados grupos de individuos? He ahí el punto. Después de este asunto de las ``vacas locas'' sabemos hasta dónde los conservadores ingleses están dispuestos a llegar. Puede alguien asombrarse por su resistencia a considerar nuevas políticas a escala europea para enfrentar el gigantesco problema de desempleo?Una cosa es evidente en este fin de siglo. Muy pocas sociedades mundiales han encontrado la clave para hacer avanzar al mismo tiempo la eficiencia productiva de las naciones con sus propia integración social interna. Ahí está un problema que no es, ni será, de fácil solución. Frente a este reto el neoliberalismo se ha convertido en uno de los principales obstáculos. En lugar que buscar soluciones al problema se construyen odas a una eficiencia productiva sin vínculos sociales. Con lo cual la ausencia de ideas, y la sustancial impotencia, se convierten en virtudes ideológicas. Una estricta indecencia.
Pero volvamos a nuestra historia de ``vacas locas''. Una sola cosa positiva puede derivarse de los acontecimientos de los últimos días: la disponibilidad del resto de los europeos a asumir una parte sustantiva del costo económico del sacrificio del ganado inglés. Europa está dispuesta a ayudar a los ganaderos ingleses. Parece obvio pero no lo es. Tenemos aquí un ejemplo notable de algo que en las cabezas neoliberales no cabe: el valor de la solidaridad.
Pero tenemos aquí algo aún más importante. La confirmación de que construir Europa en un contexto de políticas neoliberales sería un estricto contrasentido. Para qué se necesitaría una Europa unitaria si el mercado fuera el alfa y omega de todo criterio de eficiencia? La construcción europea sólo tiene un sentido en términos de cooperación recíproca entre países, en términos de políticas capaces de impulsar el bienestar de amplios sectores de población, en términos de un proyecto nuevo de convivencia en las sociedades y entre los países. Europa es un manifiesto viviente de no-neoliberalismo. Otra cosa es que sus dirigentes estén conscientes en cada momento del tamaño de su empresa. Cosa que, por desgracia, no siempre es así.