José Cueli
La amorosa morosa Tía Chofi

Vas a ser olvidada de todos como los lirios del campo como las estrellas solitarias...

La tía Chofi me parece sombra, máscara, veladura del temperamento, complejidad. En una palabra, desnudez ardiente, ley esplendorosa de verdad. La Tía Chofi hablaba por la voz y la palabra de Jaime Sabines. La Tía Chofi enloqueció a los aficionados a la poesía, este sábado pasado en el Palacio de las Bellas Artes, en inolvidable recital de versos del sobrino. El poeta descorrió la sombra, el velo, la venda, que sólo están en nuestra ceguera, en nuestra mirada turbia y rastrera; familiarizada con todas las rutinas, con todos los prejuicios, con la mentira en que envolvemos nuestra propia vida y con el concepto que tenemos del mundo y la socialización.

La Tía Chofi, a quien prefiero sobre la Tía Rosa, es luz sobrehumana verbo y luz de verdad que nos ciega como el sol cuando lo miramos. Los demás, que no son sino pobres sombras humanas, los podríamos ir descubriendo en las tinieblas a que pronto se habitúa la mirada, si antes no nos las descubriera plenamente la luminosa palabra de la Tía Chofi, bajo el influjo del ritmo de Jaime, el sobrino, por el cual habla cada vez diferente; más amorosa, como los amorosos, los morosos, los que esperan, lo que buscan...

Siento especial atracción por la Tía Chofi la tía que llevo dentro que destaca en el amplio repertorio de Jaime Sabines, por una rara, sencilla, manera de amar sin encontrar. Vida que es aliento, risa, sufrimiento y amor escondido, virginidad de muchos hijos, ``que no conoció caricia de hombre y dejó que llegaran a su rostro, arrugas antes que besos; casta, limpia, sellada...". La clara sencillez de sus versos, la difícil facilidad con que Jaime Sabines crea, en apariencia al menos, no le impide poner en su lenguaje en pocas líneas un personaje, un ser, un carácter de la trascendencia de la Tía Chofi. Maciza creación humana, tocada de singularidades que le erigen en criatura de excepción en la misma forma que el afortunado sobrino, la asimila, la trasmite, le pone música y se consagra popularmente.

La Tía Chofi, vida destrozada, se integra a la pluma de Sabines. Mujer que, de haber sido dichosa, de no haber sufrido la conmoción que tronchó sus fantasías juveniles, no habría llegado nunca a ser la Tía Chofi, mofa y escarnio de la incomprensión humana, y en la poesía, magnífica creación ejemplar.

La Tía Chofi se volvió verbo de justicia y verdad en el mundillo provinciano, y luego en la ciudad. Más esta significación no se le infundió ingénitamente por la voluntad de los dioses, sino que, en cierto modo es obra suya, al hacer del culto a sus obsesiones su verdadera religión, norma de su vida, en franca colaboración con el dolor y el desengaño, como bien capta el poeta, nuestro poeta, voz del pueblo, Jaime Sabines.