La Jornada 6 de abril de 1996

LA PASION EN IZTAPALAPA

Alonso Urrutia El saldo de la Pasión iztapalapense: un centurión con traumatismo craneoencefálico, 300 personas desafallecientes, insoladas o desmayadas; un acta en el Ministerio Público, 39 extraviados y tres crucificados

Esta vez, solamente fueron las tres caídas de rigor.

Ninguna caída más allá del libreto bíblico. Ninguna ruptura involuntaria en la trama celestialmente concebida. Esta vez, nada de debilidades humanas. Atrás quedaron angustias y sobresaltos; momios y pronósticos de desmayos imprevistos del Cristo de Iztapalapa, versión 153. Esta vez Oswaldo Ortega fue todo un machine.

Muy de mañana, Juan Cano, conocido entre los pasionarios de Iztapalapa por su inexpugnable devoción a esta representación pagana, desestima los riesgos:

``Aquí siempre hay dobleces. Siempre hay alguien a quien meter, sea quien sea. Ya una vez se nos murió Anás a 15 días de que se escenificara la Pasión y de todos modos salió otro Anás...'', dice antes de arrancarse con unos versos del rey Herodes a título de muestra. Son ya 43 años de andar en esto del viacrucis.

La casa del señor Cano es una romería a las 8 de la mañana. Tamales y caldos de pollo circulan por entre los apóstoles, centuriones, vírgenes. A la espera de que se desocupe el único sanitario de la casa, tres damas de Herodes, el apóstol Pedro y el apóstol Santiago evalúan costos de la vestimenta. Quinientos dice Pedro; 300, responde más modesto Santiago, mientras una de las mujeres dice que sus prendas andan en mil pesos, con todo y colguijes.

Otro estoico en estos menesteres es Tito Domínguez. No han bastado naranjazos, elotazos, pedradas y mentadas de madre para inhibir su pasión en cinco años. ``No es fácil hacerla tanto tiempo de Judas (Iscariote) porque la gente se la toma muy a pecho'' y va más allá de la representación.

Es economista y se diría que hasta estudioso de la figura de Judas. El Yo Judas y las Memorias de Judas. La fama del traidor hace inevitable la acotación: ``La hago de Judas pero nada que ver con él''. El Judas de Iztapalapa es ya veterano en estas lides. Ya la ha hecho de Pedro, de Simón de Cireneo, de hebreo...

Pega el mediodía en Iztapalapa y aparecen por doquier decenas, centenas de Nazarenos que desbordan a centuriones y policías en su irrupción fervorosa. Anónimos y circunspectos traen a cuestas kilos de madera tallada, sea por devoción, sea por penitencia, sea por tradición, pero rápidamente inundan la plaza central.

La respuesta de las razones que los empujan es apenas un balbuceo evasivo para concluir que es una cuestión personal. El viacrucis no ha comenzado y los rescatistas no se dan abasto para atender a tanto pie llagado. Es apenas el comienzo de la penitencia y ya hay asistentes que no sólo cargan con la cruz, sino también con el penitente.

Pero los afanes religiosos de tanto Nazareno de los barrios de Iztapalapa termina por desequilibrar al jefe de Seguridad que ni con gritos ni con empujones logra controlar a tanto pecador en búsqueda de la redención.

Faltan sólo unos minutos para el inicio de la representación y la arremetida de Nazarenos, asistentes, invitados especiales de los actores y centuriones amenaza con terminar en zafarrancho con los cadetes del Instituto de Formación Policial.

A grito abierto, Caifás y el subdirector Operativo, Sergio Castro, dirimen sus diferencias sobre quién puede pasar a ver la sentencia y los azotes de Jesús que habrán de consumir casi tres horas a lo largo de las cuales, fieles insolados caen por decenas, según dan cuentan rescatistas voluntarios que pululan por toda la plaza.

Es la hora del viacrucis y las callejuelas de los barrios de Iztapalapa están atestadas de fieles. Camarógrafos y fotografos viven su propio penar con los centuriones que, cual modernos granaderos, arrementen sin rubor en su contra.

¡Orale, cabrón fíjate!, responde un fotógrafo de Excelsior a la arremetida de un caballo a galope. Un colega suyo casi pierde un ojo de un lanzazo iracundo de un centurión.

Ya para entonces, el penar de Cristo van más allá de la escenificación e incluyen la sofocante presencia de las cámaras.

Verónica con el manto o María Magdalena con el agua deben abrirse paso entre el enjambre de fotógrafos para salir en la foto.

Con hora y media de retraso, el Cristo de Iztapalapa llega al Cerro de la Estrella para dar por finiquitado su compromiso, del cual habrá de salir en camilla