Con esas palabras dedicó Juan Gil-Albert su relato Tobeyo o del amor a Salvador Moreno, homenaje a México escrito en Valencia a finales de los años 60 y publicado apenas en 1990.Hombre de una versatilidad incomparable, que bien nos recuerda a los humanistas del Renacimiento, Salvador Moreno ha puesto la mirada, a lo largo de casi 80 años de fructífera vida, en la música, las letras y la pintura, dándonos a través de sus obras señaló don Justino Fernández ``una visión de la vida'' muy personal, con un ``espíritu fino, lleno de gracia y universal''. Su opera vitae se nos muestra en muchas ocasiones, al igual que la de Josefa Murillo, ``risueña, irónica, ingeniosa y chispeante''.Muy pronto su polifacético talento fue reconocido: en 1944 Carlos Chávez lo presentaba como un muchacho de ``grandes inquietudes intelectuales... al corriente en cuestiones literarias, lo mismo que de pintura o de arquitectura'', pero cuya música es ``inequívocamente superior'' puesto que tiene ``madera de músico''. Su don musical es tan alto como escribiera Ramón Gaya en 1959 sobre Victoria de los Angelesque no ``es ninguna ganga''.
Los versos de Xavier Villaurrutia, Luis Cernuda, Octavio Paz, Federico García Lorca, Emilio Prados, Garcilaso de la Vega, Rafael Solana, Fray Luis de León, Edmundo Báez y José María Bonilla han encontrado en las canciones de Salvador su contraparte musical. Sus composiciones al igual que las de Silvestre Revueltas y, ahora, las de Mario Lavistarecrean y reinventan el mundo poético.
Su trabajo pausado, meditado, nos ha dado frutos generosos para la historia del arte: sus monumentales estudios sobre los artistas catalanes Pelegrín Clavé, Manuel Vilar y Antonio Fabrés, además de su iconografía sobre los Angeles músicos en México (1957), Un siglo olvidado de escultura mexicana (siglo XIX) (1970), La imagen de la música en México (1972), La pintura catalana en el siglo XIX (1975), el catálogo de La escultura en la casa Lonja de Barcelona (1983) y su precioso tomo sobre El sentimiento de la música (1986) con dibujos de Gaya.
En España promovió la construcción de una fuente en honor a Jaime Nunó en
su ciudad natal, San Juan de las Abadesas, además de lograr que se
interpretaran en el Liceo de Barcelona las óperas mexicanas Carlota,
de Luis Sandi, La mulata de Córdova, de José Pablo Moncayo y su
Severino, basado en un texto de Joao Cabral de Melo Neto. El tenor
Plácido Domingo, cuyo debut español (1966) fue con estas obras, las
recuerda como ``encantadoras'', aunque de ``corta duración''.
Su arte de la pintura (gouaches, acuarelas y dibujos) ha sido
expuesto en México, Orizaba, Barcelona, Gerona y Málaga. En 1988, después
de concluir un agotador compromiso pictórico, me escribía sobre su proceso
creativo, el cual es ``motivo de mucha atención... verdadero miedo y casi
pavor''.
Salvador Moreno ahora tiene, en sus dos tierras, más amigos que nunca y los
añora a todos desde su balcón mediterráneo. Desde aquí, con nostalgia,
quiero recordar no sólo la sonrisa de Juan Alberca, la fascinante y
afectuosa conversación del propio Salvador y el espejo de Gaudí, sino todo
ese ático de la Barceloneta donde también, como en los recitales de
Victoria, se llega a detener el tiempo.