Semiesclavizadas, 7 mil familias coahuilenses viven de la candelilla
Laura Gómez Flores, enviada/III Ejido Tanque San Vicente, Cuatrociénegas, Coahuila Dueños de miles de hectáreas de tierras agrietadas, en las cuales no se da un árbol siquiera, y menos se puede sembrar maíz y frijol, siete mil campesinos junto con sus familias arriesgan la vida para buscar la planta de candelilla.
Sin un sólo día de descanso y expuestos siempre a la mordedura letal de una víbora de cascabel, o a perder la vista por el ácido sulfúrico que utilizan en su labor, cubren faenas diarias de 15 horas, por un sueldo que no rebasa los 600 pesos mensuales.
A pesar de que la candelilla se localiza en el desierto chihuahuense y en los estados de Tamaulipas, Querétaro e Hidalgo, en una área aproximada de 350 mil kilómetros cuadrados, únicamente se explota en Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y Zacatecas, y en una extensión aproximada de 140 mil 500 kilómetros cuadrados.
Los productores de cera de candelilla, socios accionistas de Ceras Naturales Mexicanas (Cenamex), y a la cual venden a siete pesos el kilo del producto que extraen de la planta, inician su labor desde antes que repunte el alba y terminan la faena hasta el anochecer.
Para ellos el tiempo es dinero. Por eso aprovechan el mayor número de horas posibles. No les importa estar sometidos a intesos fríos, o calores superiores a los 45 grados centígrados, con tal de ganar unos pesos para ``solamente irla pasando'', relatan.
Sin embargo, su lucha no es sólo contra los enemigos naturales del desierto, sino también contra un gran número de intermediarios y caciques que tratan de apropiarse del producto valiéndose de las necesidades de los campesinos, mediante un pago menor al establecido por Cenamex, y canalizando el producto mayoritariamente a Ceras Monterrey.
Cuando los campesinos acceden negociar con los caciques, éstos buscan exprimirlos al máximo, por lo menos durante 30 años. Este tipo de esclavitud es fácil de lograr, porque la gente está necesitada de dinero y recurre a ellos para pedir. Sin embargo, aparte del capital que reciben, su deuda crece por los intereses que les suman, afirma Leobigildo Alvizú López.
El secretario general de la Unión de Ejidos Productores de Candelilla explica que antes de regularse la comercialización de la cera de candelilla, ésta dio origen a grandes fortunas, de las cuales disfrutaron en su momento Raúl Flores Castro, Indalecio Aracho, Jorge Martínez Damma y Francisco Coss.
Por ello considera injusto que las autoridades federales hayan dejado a la deriva una empresa que emplea a más de 70 mil personas, de manera directa e indirecta, sin ninguna otra forma para poder subsistir.
Todas las ocasiones que tengo oportunidad de hablar con funcionarios lo hago, y trato de hacerles ver las inhumanas condiciones en que trabajan y viven las personas que se dedican a esta actividad, dice; sin embargo, muy pocas veces mis palabras son tomadas en cuenta, señala con un dejo de tristeza.
Eso no me importa, aclara don Leobigildo, quien ha dedicado más de 40 años de su vida a buscar mejores condiciones de bienestar para sus compañeros, mientras ``todos unamos nuestros esfuerzos y sigamos luchando para salir adelante''.
La cera de candelilla tiene 87 usos y aplicaciones, y es altamente codiciada a nivel internacional, distribuyéndose de la siguiente manera: Estados Unidos con 36.6 por ciento, Japón con 31.2, Alemania con 9.25 y Reino Unido con 8.76 por ciento.
Los compradores de Japón y Alemania la utilizan para fabricar tintas especiales, usadas para la impresión de computadoras, mientras los de Estados Unidos la emplean en la industria farmaceútica, chiclera y de cosméticos.
Los de Europa y Sudamérica la utilizan en las industrias de lustradores, terminados de pieles, pinturas, chocolates y aceites especiales, y los de México para la fabricación de cosméticos y chicles.
Así, la producción total anual de cera de candelilla se ha mantenido en mil 700 toneladas durante los últimos diez años. En 1993 ascendió a mil 726 toneladas, correspondiendo 88.7 por ciento a Coahuila, con mil 532 toneladas, mientras que el 11.3 por ciento restante se distribuyó en los otros estados productores.
Sin embargo, son muy pocos los hombres mayores de 50 años que siguen trabajando la candelilla, porque la mayoría quedan ciegos, por los vapores venenosos que despiden las ramas al contacto con el ácido sulfúrico, para extraer toda la cera que tiene, y que también puede provocar severas quemaduras, y que a la larga corroe sus pulmones y provoca la muerte.
Además, están expuestos a quedar inválidos al rodar accidentalmente en los profundos despeñadores por buscar la planta.
Cortar la candelilla hasta entrada la tarde es una labor agobiante, aunque quemarla en las pailas hornos de metal de tres metros de largo y uno de profundidad para extraerle la cera se convierte en un verdadero suplicio.
No utilizan ninguna protección, pese a trabajar con ácido. Las ramas secas que desechan, las ponen a secar y las vuelven a usar para encender los hornos, si es que antes no se han incendiado con los rayos del sol, como frecuentemente sucede.
Es una tarea que se repite día con día y hora tras hora. Aquí no existe la diferencia de sexos y menos de edades; todos le ``entran o no comemos'', dicen.
Empero, este calvario no ha sido suficiente para que el gobierno federal brinde al candelillero y a su familia alguna prestación social.
A la fecha, Cenamex condiciona sus apoyos de atención médica, seguro de vida y pensión, a la entrega de una cuota mínima de 90 kilos de cera de candelilla al mes, al final de la cual el ejidatario recibe el dinero respectivo.
Antes de la apertura comercial y durante más de cuatro años, esta empresa, creada en 1992 bajo el amparo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, les pagaba cinco pesos por kilo de cerote para elevar la productividad.
En febrero pasado los administradores de Cenamex, entre los que se cuentan ex diputados, senadores y dirigentes campesinos, entre éstos el ex secretario general de la Confederación Nacional Campesina, Hugo Andrés Araujo de la Torre, acordaron pagar dos pesos más por el kilo de la cera de candelilla, precio que por lo menos estará vigente unos dos años, ante lo cual las condiciones de vida de los ejidatarios tenderá a empeorar.