La Jornada Semanal, 7 de abril de 1996
Federico Campbell nace en Tijuana en el año de 1941. Es
autor de una novela, Pretexta (o el cronista enmascarado); un
libro de cuentos, Tijuanenses; tres ensayos, La memoria de
Siascia, Máscara negra y Post scriptum triste.
Federico, háblanos de Post scriptum triste.
Es un conjunto de textos literarios reunidos, organizados y publicados a la manera de un diario literario en el sentido francés de la palabra journal, que es el libro de acotaciones, el diario de un escritor. Post scriptum triste no es un diario literario estrictamente hablando, sino que está organizado a la manera de un diario literario pero sin serlo en sentido riguroso, digamos como el diario público de Elio Vittorini o el libro de Leonardo Sciascia que se llama Negro sobre negro. O bien el diario romano de Vitaliano Brancati. Mi libro contiene textos breves y textos más o menos largos pero que no pasan de las nueve cuartillas, es decir, es un libro organizado por aforismos, con textos de ocho líneas, con párrafos de tres líneas, con ensayos de ocho cuartillas, relatos de diez páginas y todo dividido por asteriscos. Es decir, no hay subtítulos ni hay títulos de capítulos, ni cabecitas. Va corriendo en tramos que se dividen con asteriscos simplemente, y pretende crear un efecto de conjunto en el que exista un tronco, una cierta afinidad entre los temas, como una especie de visión del mundo de la literatura por parte del autor. Éste es quien le da tono y unidad a todas las páginas porque es el emisor de todas estas ideas y asociaciones de pensamientos, de tal manera que el libro tiene una estructura secreta que el lector va a ir desarmando según la lectura. Los temas recurrentes, obsesivos, son la escritura misma, el hecho mismo de escribir pero también sujeto a partido. Otro de los temas es la impotencia, la esterilidad literaria, el no poder escribir. Es una historia del proceso creador. De pronto, para algunos escritores sucede que no hay el deseo de escribir; porque lo que importa es el deseo de escribir, no tanto tener algo que decir, eso no tiene importancia, lo primordial es cómo decirlo, de lo contrario no se produce la literatura. Ahora bien, éste es uno de esos libros que se van haciendo solos con el tiempo. Es un libro que fue construyendo y escribiendo la vida misma; el paso del tiempo.
Qué pistas seguiste para hacer este libro?
El hacer el libro no fue acumular una sobre otra las cuartillas como si fueran tortillas; todo tiene una composición que está en el orden en que uno va colocando la secuencia. Si tenemos un orden que es el orden natural de los números que corren del uno hacia el nueve, al armar un libro debemos alterar esa enumeración, ese orden, independientemente de las fechas en que fueron publicados; el criterio de colocación obedece a ciertas temáticas, a la calidad emotiva de algunos textos y a ciertos relatos largos que van recogiendo todas las ideas, los temas y los van reuniendo en el tramo final que va cerrando el libro. Me emocionan los temas de la memoria, de la escritura, de la impotencia literaria, de la vocación de escritor. El tema de la identidad personal: quién soy, cómo soy para los demás. Este tema aparece sobre todocuando anoto algunas ideas de Luigi Pirandello. El teatro de este escritor gira en torno a la identidad personal y esto lo ejemplifico muy bien cuando introduzcoun relato de Antonio Pobre, que es un cantante popular que durante algunos años estuvo fingiendo que era Pedro Infante, como si éste no hubiera muerto. Él nunca se hacía llamar Pedro Infante, pero cantaba sus canciones. Nunca decía que era Pedro Infante, pero actuaba y cantaba como Infante. Ciertamente tenía la edad, unos 72 años, que en ese momento tendría Pedro. Pero con ese cuento estuvo jugando con el tema de la impostura, la sustitución de personalidades, lo que sucede en algún cuento de Borges que cito ahí, "El impostor inverosímil Tom Castro". También cito el caso Canelli, que tuvo lugar en los años veinte en Italia, a propósito de un profesor de la ciudad de Turín que se perdió en la primera guerra mundial y después fue sustituido por un impostor. Lo curioso es que la viuda del profesor dijo que ese señor era su esposo y tuvo más hijos con él, no obstante que un juzgado determinó y comprobó que ese señor era un impostor.
Qué piensa Federico Campbell de Federico Campbell?
Es un problema de aceptación personal. A lo largo de la vida he venido despreciándome y menospreciándome, porque crecí con la idea de que yo no valía nada. Tengo la impresión de que interpreté así el mensaje de mi madre. Porque tú sabes que la madre y el padre también van construyendo un código que tiene que ver con las palabras pero también con las actitudes, hay todo un lenguaje de la madre hecho a base de silencios, desprecios, arrumacos, ternuras y desdenes que van estableciendo un mensaje hacia el hijo o la hija y ese código que el niño que va traduciendo sólo puede tener dos respuestas: me quiere o no me quiere. Es mi interpretación más sutil de los mensajes de mi madre. Lo digo así porque no la quiero culpar a ella, no la quiero responsabilizar. En mi sistema de interpretación un tiempo fue el "no me quiere, por tanto no valgo", el "no tengo derecho al placer ni a la vida, estoy de más en este mundo"; el mensaje de mi madre era "yo no te acepto porque no quisiste hacer lo que yo quería, porque tú no coincidiste con el proyecto de hombre que yo tenía para ti. Yo quería que tú fueras a la universidad y te convirtieras en un abogado, no concluiste con ese proyecto mío, entonces no te quiero, por lo tanto tú no vales. Y en general los hombres no valen mucho porque tu padre tampoco valía mucho, era un bueno para nada, era un borracho".
Crimen y poder
Ahora háblanos de tu último libro: Máscara negra.
Es una invitación a disfrutar la lectura de las novelas policiacas y también aspira a hacer ver al lector que lo importante es lo que no se dice; lo que importa es el hueco, lo que se insinúa pero no se explicita. Y es un método, el de la novela policiaca, en el que se privilegia lo significativo de la inferencia. A partir de una novela se trata de establecer la concatenación de elementos que permitirán deducir la naturaleza de un homicidio o de un crimen y la identidad de su autor. Con esto, estoy haciendo énfasis en la importancia que tiene la elipsis en la literatura, lo mismo que en la narración en el cine. Es decir, aquellos tramos de la narración que no se muestran y que, precisamente por no decirse, se hacen de una carga significativa muy importante parala producción general de sentido que pretende toda la obra. Igualmente, la realidad de nuestra curiosidad respecto a los crímenes políticos fluctúa de un desconcierto a otro, pero también de una teoría a otra que cada uno de los millones de ciudadanos va elaborando en su cabeza. Esa concatenación de teorías, hipótesis, conjeturas, va tejiendo un discurso que permite deducir más o menos cómo estuvo realizado un crimen y por qué. Sin embargo, los crímenes perfectos se caracterizan por no dejar huellas. Y lo único que nos queda como refugio es la literatura, el teatro y la conjetura popular. Hasta ahora el único que hace culpable a Carlos Salinas es Shakespeare; aparte de eso, no tenemos mayores indicios. Entonces, mi novela es una moneda de dos caras: águila o sol, en el sentido de que la primera parte se refiere a las cuestiones relacionadas con la literatura narrativa, y la segunda a cuestiones de la realidad más inmediata. En un tono en el que se trata las cuestiones literarias con la misma naturalidad con que se habla de las cuestiones relacionadas con la realidad. Porque el mundo es un teatro, ya lo decía Calderón; y la vida en relación con el arte no tiene muchas diferencias tangibles, ya lo decía Pirandello. Una de las actividades que más se acerca a lo que sería el teatro del mundo es la política. El poder reviste de tal condición dramática, que los hombres del poder realmente se llegan a sentir importantes sin serlo, y se llegan a sentir superiores a los demás sin serlo. Como los ricos, que siempre creerán que son mejores que el prójimo porque desde muy jóvenes disfrutaron de las comodidades y los gocesde este mundo. Es imposible que un hombre que tiene la experiencia de la carrera política no se sienta mejor que los demás, porque al incurrir en esa dimensión fantástica que es la del poder, el individuo empieza a representar un personaje que después se come su verdadera identidad y lo vuelve otro, lo transforma. Sigo sin entender, a mis 55 años, por qué los políticos se creen importantes cuando muchos de ellos, la mayoría, son seres miserables. Pero parece ser que una vez que se inician en ese viaje es imposible regresarlos a la realidad. Por eso la dimensión fantástica del poder es uno de los fenómenos que más me fascinan. En mi libro trato de hacer sentir que es muy difícil trazar la línea entre la realidad y la ficción, entre el teatro y la vida, entre el sueño y la vigilia, y también que la mayor parte de las personas con las que tenemos relación en este mundo son seres inventados por nosotros mismos; entremás conocemos a una persona, como nuestra amante, esposa, hijos, menos imaginarios son. Pero mientras sólo manejemos nombres, siempre serán seres distantes, construidos con nuestras fantasías, nuestros temores, nuestras frustraciones. Y con todo esto no estoy tratando de exaltar la subjetividad humana de percibir el mundo, quiero más bien referirme a la condición cambiante de todas nuestras percepciones, quiero referirme a la pluralidad de verdades que existen en el mundo, quiero reflexionar en la memoria que es la subjetividad misma. Creo que todas nuestras percepciones dependen de esa máquina fotográfica y grabadora, todo al mismo tiempo, que es nuestro corazón empalmado a nuestro cerebro. No soy el primero que dice que la vida es una ilusión en la medida en que es un sueño. Es algo que percibieron los poetas del Siglo de Oro español y volvió a percibir Jorge Luis Borges: "Nos vamos a ir de este mundo sin saber quiénes fuimos y qué estabamos haciendo aquí, por qué nos metieron en esta película cuyo guión nunca previmos ni deseamos."