La Jornada Semanal, 7 de abril de 1996
En la Cuba de los cincuenta Celia Cruz era ella y la Sonora
Matancera. Más bien delgada, de estrecha cintura, provista
desde entonces de una permanente sonrisa que destacaba aún
más la boca grande y cierta separación en los dientes
delanteros que le sigue aportando gracia; la nariz ancha de los
auténticos representantes de su raza y los ojos, profundos y
alegres como esos negros de su país.
En los escenarios del exilio, la reconocimos por los trajes muy brillosos y los aretes en combinación, tan largos que topan con los hombros. Pero lo mejor son esas inmensas pelucas que le confieren mayor estatura, en un afán por atenuar el peso que adquirió con los años. No obstante, y pese a cualquier cambio físico, ella sigue siendo la Celia Cruz de la Sonora Matancera, aunque haya crecido musicalmente con la experiencia de Tito Puente, el trabajo junto a Papo Lucca o Jhonny Pacheco, y las versiones de Willy Colón y, a últimas fechas, de Chirinos.
Porque si hubiera que mencionar una sola de las virtudes que la hicieron única, diría que la mayor es su inmunidad a las tentaciones; conocerse y conocer a la perfección quién es y lo que es capaz de hacer con su voz y su estilo y, a partir de ello, haber aprendido a nutrirse del aporte musical de los otros con la intuición de elegir entre lo más reciente lo que se aviene al ejercicio de un arte que la inscribe en la tradición de la música cubana, sin dejar de hacer lo suyo pues sus seguidores no se lo habrían perdonado pero sin quedarse atrás, atrapando de lo actual aquello que no vulnere lo de siempre.
De ahí que sus escuchas hayan recibido con una ovación la versión en tiempo de jazz que hace de Duerme negrita, de Ernesto Grenet, en un reciente CD. Verdadero reto a vencer al tratarse de una pieza clave en el repertorio de Bola de Nieve. Nada en la interpretación rompe con lo que esperamos de Celia Cruz, y ello confirma la inteligencia que le ha permitido conservar un estilo, hoy único irrepetible sin dudas en el mundo de la música tropical.
De Santos Suárez a los sesenta
Simón Cruz era fogonero del ferrocarril. Tuvo cuatro hijos con Catalina Alonso, los cuales crecieron en la calle de Flores, en el populoso barrio habanero de Santos Suárez. La niña Celia cantaba y aunque el padre le dio la carrera de maestranormalista, ella, mientras estudiaba, se iba con frecuencia a los programas de aficionados que se trasmitían por radio, en los que solía tener bastante éxito.
La Corte Suprema del Arte fue por muchos años el más prestigioso de estos programas y cuando la joven Celia ganó el primer premio en su concurso de canto, se inició en serio su carrera profesional. Lo hizo con el tango Nostalgia, de moda en la Cuba de la época, que cantó en ritmo cubano y acompañándose de unas claves. Los que la han escuchado contar esta anécdota se preguntan: Cómo sonaría aquello?
A partir de entonces comenzó a darse a conocer en las principales cadenas radiales. Trabajó en RHC Cadena Azul, fue contratada por la emisora de filiación comunista, Mil Diez, y más tarde cantó para Unión Radio y Radio Cadena Suaritos. A esta última la fue a buscar un representante de la Sonora Matancera para que sustituyera a la cantante Mirta Silva, quien se iba a retirar, en el programa que el conjunto trasmitía por Radio Progreso. Para entonces, Celia había grabado dos temas con la Gloria Matancera y algunas otras canciones con la Sonora de Caracas, que son hoy artículos de colección.
Como bien afirma Umberto Valverde en su libro sobre Celia, Reina Rumba "Su trabajo con la Sonora Matancera fue su consagración." Casi a un tiempo salieron hacia el exilio y juntos trabajaron hasta finales de los sesenta, cuando Celia buscó nuevos horizontes de desarrollo y fue en pos de otros músicos. De vez en vez se han reunido para grabar, y el testimonio de su reconocimiento a esa primera escuela musical, Celia lo ofrece cada vez que alguien se atreve a preguntarle si la versión actual de un número es mejor que la que antes grabó con la Matancera: "Eso nunca. Lo de antes es insuperable", responde categórica. Y es su mejor homenaje.
El triunfo llegó de blanco
Para Celia Cruz, como para muchos hombres y mujeres de Cuba, el blanco es color de buena suerte. Ella ha declaradoser católica, tal vez con la intención de clarificar confusiones referentes a las prácticas sincréticas tan comunes entre los cubanos, no obstante que las supersticiones "afroides" forman parte de la vida cotidiana de los nacidos en la isla. Blanco es el color de Obatalá deidad andrógina de la religión yoruba, o Santería, dueña de la razón e interlocutora del dios supremo, cuyos hijos están predestinados al triunfo.
Celia Cruz se presentó vestida de blanco a su debut en el Teatro Blanquita, de la ciudad de México, un día de finales de los sesenta. Jornada de rupturas y de tránsitos, pues el éxito de esas presentaciones devino en una gira de dieciocho meses que le permitió actuar en NuevaYork y a su regreso a México contraer matrimonio con Pedro Night, a quien había conocido como trompetista de la Sonora Matancera.
La iglesia de la Santísima Trinidad en la capital mexicana abrió una tarde para recibir a Celia y a Pedro, en la unión que fue un acto más de consagración en la vida sentimental y en la carrera profesional de ambos. A partir de entonces, Celia y Pedro fueron compañía independiente, y él se convirtió en su principal asesor musical y empresarial, director de su orquesta acompañante.
En esa época, Celia se unió a la sonora de Memo Salamanca para grabar los LP A ti, México y Nuevos éxitos de Celia Cruz. En este último, mientras cantaba "Te solté la rienda", Celia lanza ese grito que puso nuevo cuño a su interpretacióny la identificó para siempre: "Azúcaaaaaa!!!!!!" Su voz podría interpretarse como síntesis y puente entre la Cuba que había dejado y la que asumiría en adelante. Una, marcada por la nostalgia, la del tránsito imprescindible hacia la madurez, en la que quedó la presencia indeleble de lo realizado junto a la Sonora Matancera. La otra, aún por realizarse entonces, la que culminaría en la figura universal que hoy es. En las dos, la marca del origen.
Celia vive en Nueva York
Celia Cruz: "Con Tito Puente me fue muy bien. Hicimos Acuarius, Sabor Gitano, mucho del elepé de Cuba y Puerto Rico son. Otro más: Los inseparables. Pero más que los discos, nuestro suceso ha sido en presentaciones personales, en conciertos."
Tito Puente: "A mí me parece que ella suena mejor con una sonora, más típico, porque eso es lo de ella, así sobresale mucho y hay otra clase de sonido que está detrás. Yo lo que traté de hacer fue una sonora grande, más potente, cuatro trompetas, tres trombones, cinco saxofones, pero siempre utilizando los ritmos típicos, yendo a la raíz de nuestra música para tener el sabor y considerar su estilo, su tesitura, su manera de inspirar, pero la gente se acostumbra al sonido de la sonora donde se hizo famosa y al regresar con Pacheco, que tiene sonido de sonora, y quizá con Willy Colón por los trombones, es más liviano y rítmicamente más flexible, ella vuelve por lo suyo. Celia es una guarachera, sonera, es su estilo, no hay muchas mujeres guaracheras y soneras como ella, ella es única, como Miguelito Valdés es también único en su género. Cuando uno hace arreglos para ella debe tomar en consideración su inspiración y su cosa. Todavía puede dar más. Celia es un talento único. Cuando se quiera retirar nadie podrá reemplazarla."
Celia Cruz: "Yo me he sentido muy bien con Pacheco porque me recuerda el estilo de la Sonora Matancera, inclusive a la hora de grabar, Pacheco graba con dos trompetas, es la misma estructura de la Sonora; únicamente él tiene bongós, y no timbalitos como le decimos allá, y tiene timbal pero de los grandes."
Celia vive en Nueva York hace muchos años. Desde allí ha llevado la música de Cuba por todo el mundo. Su voz, identificada con el exilio de Miami, no ha podido dejar de pertenecer sin embargo a quienes viven y disfrutan la música en la isla, o sea, una importante mayoría de cubanos. Sus interpretaciones invitan a visitar Cuba, no Miami, y después de treinta años de emigración apenas aluden a la cotidianidad de la vida en la Florida y mucho menos al paisaje, mientras un número como La guagua, que narra peripecias del viaje en un ómnibus habanero, continúa siendo pieza esencial en su más reciente repertorio.
Llegamos entonces al mismo lugar común, tema sobre el que discurren hoy cubanos de uno y otro lado: la música es el país y como el país, es sólo una. La cultura es única. Para probarlo aparecen, entre otros signos, esos clásicos sones y guarachas que han hecho delirar de entusiasmo a varias generaciones de cubanos, a los que se integró como sello de identidad el rasposo grito de Celia Cruz en medio del ritmo:
Azúcaaaaaa!!!!!!!
La Jornada Semanal, 7 de abril de 1996
De todas las incertidumbres que rodean la vida de Gardel, ninguna
más fascinante que la historia de cómo fue que una bala
llegó a su pulmón izquierdo y se quedó ahí
hasta el día de su muerte. Como siempre que se habla de El
Morocho, las versiones son varias y también contradictorias. De
hecho, cada avance en una investigación no hace sino inventar
una nueva teoría de la impredecible biografía del
cantor.
Según ha escrito el especialista en tango Jorge Göttling, "cualquier vida, en su más genuina desnudez, nunca es enteramente publicable". Es posible que Gardel haya sabido esto antes que nadie, y de ahí esa arrebatada obsesión por enmascarar su vida. En ese afán por el secreto y la impostura, llegó a nacer tres veces (dos, el 11 de diciembre de 1890, una en Toulouse y la otra en Avellaneda;la tercera vez, el 11 de diciembre de 1887, en Tacuarembó), y a tener dos pasaportes y dos documentos de identidad."La neblina intencionada con la que Gardel se inscribió en la leyenda", concluye Göttling, "refuerza la vieja idea de que no hay Dios sin misterio." Se sabe, entonces, que el gusto por el disfraz de la identidad era algo voluntario. Lo que aún se ignora es el porqué.
Algunos creen que esa razón era puramente legal. Los líos con su documentación, que años más tarde derivaron en un conflicto sobre su verdadera nacionalidad, justifican esa hipótesis, y tienen como antecedente el pánico de Gardel hacia la posibilidad de que Francia lo llamar a a combatir en la primera guerra mundial. Efectivamente nacido en Toulouse, era lógico que su país de origen lo convocara en 1914 ya tenía un prestigio incipiente a luchar codo a codo con sus compatriotas. Quien iba a solucionarle el problema sería el caudillo conservador Alberto Barceló, político para el que cantó muchas veces, quien le consiguió una cédula de identidad a nombre de Carlos Gardel, nacido el 11 de diciembre de 1890 en Avellaneda. Años más tarde, y fiel a una fama de distraído que la mitología se ocupó de enterrar, Gardel perdió el documento. Y si bien la guerra había concluido, igual le cabía la pena de desertor si se descubría su nacionalidad francesa. Entonces, el cónsul de Uruguay, don Bernardo Milas, le agenció la fe de nacimiento número 10.052, donde decía que el señor Carlos Gardel había nacido el 11 de diciembre de 1887 en Tacuarembó. Este intríngulis, que el paso del tiempo ha convertido en un de los más confusos, podría avalar la teoría de que Gardel corría sus riesgos legales, y que por eso prefería esconderse a exponerse.
Hay, también, otras trifulcas con la policía que explican esa bruma en el pasado. En palabras del cineasta Eduardo Morera, director de Viejo smoking y presidente de la Asociación Mundial Gardeliana, "Carlitos llegó a fugarse con su novia de siempre, Isabel del Valle, que por entonces era una menor. Sé que por ello lo metieron preso, y que a él no le importó porque realmente la quería". Otros aseguran que por este asunto, Gardel tuvo que cumplir condena en la Patagonia, y todo esto cuando ya había grabado su primer disco, filmado Flor de durazno, y estaba a punto de iniciar unas giras por todo el país junto a Razzano y Ricardo. El miedo de exponer a Isabel a una vergüenza pública, o el simple hecho de reconocer que con la policía no se jugaba, lo habría obligado a ser discreto y prudente en todo lo que tenía que ver con su equívoca disciplina legal.
Sin embargo, y como auténtico mito que es, Gardel no acepta una única explicación para todas sus aventuras. En realidad, ni siquiera se conforma con que sus andanzas tengan una sola versión. Así sucede, entre otras, con la historia del balazo que recibió una noche de verano en el Palais de Glace. Su desenlace, al menos en la versión de su biógrafo Edmundo Eichelbaum, podría sugerir las verdaderas causas por las que Gardel todavía continúa haciéndose el enigmático. Pero y quizás ésa es otra venganza del hombre de "la sonrisa de cien dientes" todavía no se sabe bien qué fue lo que realmente pasó esa noche.
Era diciembre de 1915. Por aquella época, las "patotas" tenían prohibido garufear por el centro; la policía las corría apenas cruzaban Callao, avenida que funcionaba como frontera para los "niños mal de familias bien" y también para los prontuarios. Los piringundines de malandras, proxenetas, curdas, poetas y ácratas estaban, entonces, alrededor de esa zona. En las calles Rincón y Junín, por ejemplo, abundaban los prostíbulos; la Cervecería Pilse de Corrientes y Junín servía como sede de los cafishios, y el ahora abandonado Café de los Angelitos, de la esquina de Rincóny Rivadavia, recibía con igual generosidad tanto a fiocas franceses y criollos como a sus habitués Alfredo Palacios y José Ingenieros. Otro templo medio tenebroso, en el límite geográfico planteado por la policía, era el Palais de Glace. Por sus puertas pasaban chorros, políticos y pesados de comité. Y, terminadas sus presentaciones, también Gardel y sus amigos Carlos Morganti, Abelenda y el actor Elías Alippi, quien destacaba por su destreza como bailarín se dejaban caer por allí.
Antonio Sumaje, alias El Aviador, fue durante años el chofer particular de Carlitos. Es él quien ha recordado, como se cita en el Diccionario Gardeliano, que "en cierta ocasión los muchachos fueron provocados por una de esas barras compadronas entonces tan comunes, que no sabían divertirse sin ejecutar bromas bárbaras, destrozar locales y sacar a relucir armas, dejando el tendal de heridos a su alrededor. Para evitar la riña que los otros buscaban, Gardel y sus amigos dejaron el Palais e intentaron terminar pacíficamente la diversión dirigiéndose al Armenonville. Pero los patoteros no estaban tan dispuestos a abandonar tan fácilmente el asunto. Tomando la prudencia por cobardía, los siguieron. La pelea era inminente y, como casi todos estaban armados, iba a ser sangrienta. Entonces, Carlitos adoptó una decisión audaz. Separándose de su grupo, adelantóse solo hacia los provocadores y les dijo con gesto conciliador: pero muchachos, no hay derecho a hacer esto. Si todos venimos a divertirnos, no más Pero no pudo concluir. Al verlo acercarse, los contrarios le dispararon un tiro que recibió en el pecho."
El relato de Sumaje, sin embargo, tiene imprecisiones sospechosas. Por ejemplo, no dice nada acerca de que esa noche era la del cumpleaños del cantor, tal como subraya la edición vespertinade La Razón del 13 de diciembre de 1915. Esto, que podría ser sólo un detalle mínimo, se vuelve importante si se tiene en cuenta que, como cita Eichelbaum, el agresor remata el tiro con una frase terrible: "Ya no vas a cantar más El Moro." Con estos dos datos, Eichelbaum sugiere que, precisamente porque El Zorzal andaba de festejos, la agresión estaba preparada de antemano. Pero, tratándose de Gardel, es posible que nada de esto sea así.
Eso es, al menos, lo que se empeña en defender el gardeliano Andrés Amil, quien en una indignada carta publicada por el diario Clarín señala que Alippi se cansaba de desmentir esta misma versión. "Quedan como testigos Marcos Zucker, René Mugica, Carlos Rinaldi, Osvaldo Miranda y Ulderico Grazoglio, quienes recuerdan las violentas reacciones del actor frente al infundio", escribe. En su propia reconstrucción, Amil dice que "al salir para el Armenonville, donde cantaban Gardel-Razzano, un tal Guevara amenazó a Alippi, a quien le requería su compañera de baile en milongas y concursos. Encañonado de cerca, don Elías golpeó la muñeca del agresor y la pistola disparó hacia el piso, hiriendo a Gardel en la pierna, detrás de la rodilla,dañando la femoral y produciendoabundante hemorragia. El vasquito Echenagucía íntimo amigo de Morganti tironeó del mantel de una mesa desparramando comidas y bebidas y armó un torniquete para la hemorragia. En un coche de caballos lo llevaron al hospital Ramos Mejía, donde le sacaron la bala y lo curaron".
El tal Guevara, según Eduardo Morera, era ni más ni menos que "Ernesto Guevara Lynch, el padre del Che Guevara". Sin embargo, el estudioso Simón Collier y otros han coincidido en señalar como heridor a Roberto Guevara, un conocido chico bien de entonces y protagonista de varias roscas. De la versión de Amil, sin embargo, habría que destacar algunas inexactitudes. Por ejemplo, el profesor de medicina Ricardo Donovan ha dicho que él mismo, personalmente, examinó la herida de Gardel, "y comprobé que había perforado el pulmón izquierdo, sin orificio de salida". La bala, como abrazada a un rencor, se metió en el pecho y nunca más salió de allí. "La posterior evolución del caso", señaló Donovan, "decidió a los facultativos a no extraerle el proyectil, que así permaneció alojado en el pecho toda su vida." Como otra bala igualmente célebre, la que habría dado mil y una vueltas antes de cruzar el cerebro de John F. Kennedy, ésta de Gardel también fue utilizada para exponer otra teoría. Por ejemplo, la que popularizó Yamandú Rodríguez y que el sociólogo Luis Feldman también ha comentado, acerca de una balacera, en el avión del trágico final, entre Lepera y el propio Gardel. Este improbable tiroteo fue la explicación que algunos dieron de que el cadáver del cantor guardara una bala en el pulmón, y de paso sirvió como alucinada justificación de un accidente que nunca se supo por qué ocurrió.
Por una u otra razón, y en distintas anécdotas que se entrelazan, el misterio jamás abandona a Gardel. Pero él, como ya lo advertía Göttling, no era ajeno a ese destino. Quizás era su concepción de la vida la que se encargaba de hacer más densas las sombras que cubrían su personalidad. Las inmediatas consecuencias del balazo, por ejemplo, muestran esa fascinación de Gardel por inventar su propia historia. Cuenta Edmundo Eichelbaum que, internado en el Hospital Ramos Mejía, vendado y consciente, su madre fue a visitarlo. Todavía débil, Carlos le explica que un caballo del hipódromo le dio una patada en el pecho. Pero detrás de doña Berta aparece su amigo Roberto Casaux, quien desde lejos se lamenta con gritos como "qué cobardes" o "mirá que pegarle un balazo". Carlos, rapidísimo, le contestó: "Atenti, la jaevi, viejo! La jaevi! Un yobaca manyás? un yobaca!"
Su amigo le entendió, y desde ese momento se hizo la voluntad de El Mudo.
La Jornada Semanal, 7 de abril de 1996
El juicio de Yolanda Saldívar reunió a la comunidad
latina con una intensidad pocas veces vista en el sur de los Estados
Unidos. De manera simultánea, varias empresas y universidades
consideraban la anulación de sus programas de
"Acción Afirmativa". Este retroceso en las conquistas
de las minorías de color provocó reuniones, alguna
huelga de hambre, descontento. En la arena mediática, con el
enfrentamiento de Yolanda y el espíritu de Selena se jugaban
simbologías al parecer más importantes que la
desaparición de las cuotas reservadas para el ingreso de las
minorías étnicas al mercado de trabajo o a la
universidad. La mayoría de nuestra minoría
prefirió concentrase en Selena. Por descomprometidos?,
porque sabido es que a ese "pueblo" le encanta el
circo?, o porque los chicanos, "la raza" a la que
expulsamos involuntariamente de nuestro territorio, a la que no nos
decidimos aún a otorgarles el derecho a la doble nacionalidad,
esos hijos desbalagados de nuestra señora del Tepeyac tienen
sus propias leyendas, sus propios significantes, sus indispensables
mitos? Hubo un Anthony Quinn. Había, comenzaba a haber una
Selena. Convocadora de masas, Selena en el escenario sudaba el
éxito, la juventud, el atractivo, la fuerza. El
reconocimiento. Una morenaza como nosotros que invadía el
espacio vetado, el del otro, y lo dominaba a golpe de talento. Selena
era, con su ombliguito al aire, la versión esperanzada y
luminosa de la lenta travesía del Río Bravo. La
reivindicación y la voz. La heroína. Y su
homicida? Yolanda, que logró magnificarse la mitad de un
día, el tiempo necesario para el disparo y las doce horas
posteriores en que, encerrada en su auto y con la pistola en la sien,
sollozó y se explicó compulsivamente por teléfono
con su hermana y con los miembros de la policía. Al fin
escuchada. Tan minúscula y regordeta, tan prematuramente
envejecida, tan más bien feicita y medio mensa, prodigiosamente
oscura. La otra cara de las brazadas del Río Bravo. Yolanda era
el silencio. La sombra. La organizadora del club de admiradores de
Selena. El ama de llaves de Selena. Llegado el momento, la
antiheroína perfecta. Y allí anduvieron, durante
años, gusanito y mariposa, dicen que muy together y dicen que
hasta muy sisters. Hasta que en un motel pulgoso de Corpus Christi, el
corpus sexy de Selena se convirtió por obra de un disparo de
Yolanda en el cuerpo del delito... Dice Yolanda que por culpa del
padre. Del de Selena. Su trágica muerte instaló a la
cantante en el Olimpo chicano, donde le ha de cantar a César
Chávez. Asesinando a Selena, Yolanda visitó
también las alturas mitológicas, nada más que por
unos diítas y por la puerta de la cocina. Durante el juicio, se
nos agotaron la indignación justiciera y las lágrimas,
vimos a la familia de Selena, a su productor, al marido, al fiscal, a
la recepcionista del hotel que recibió a la moribunda Selena, a
la camarera que escuchó el disparo, a una segunda camarera que
quién sabe qué vio o qué escuchó porque se
contradice todo el tiempo. Al detective, al inspector, al juez. Vimos
el hogar de infancia de Selena, a los vecinos, su escuela primaria, la
casa de los jueces, a los vecinos de los jueces. Todos, hasta el
más anónimo de los entrevistados, bañados por
unos segundos en polvo de estrella. Presenciamos sobre todo paisanos
aullando el linchamiento porque nos la quitaron y porque no puede ser
a nuestra Selena nuestra, ahora que ya hasta empezaba a cantar en
inglés. Y ese "ya" adolorido, frustrado,
monosílabo de fin de época. De aquellos que dudan fuerte
en sobrepasar algún día el caset número dos de
"Inglés sin barreras".
A Selena después de muerta sólo le falta comenzar a hacer milagros. Se han vendido más de dos millones de ejemplares de su último disco, proliferan sus videos, se reúne el casting para una película biográfica. Por La Raza hablará su espíritu Yolanda fue acusada de homicidio en primer grado y su sentencia desató una fiesta primitiva y extraña. Los fanáticos desfilaban en carros agitando banderitas como tras un partido de futbol. Pero qué pasó allí adentro, en el "huerto cerrado", donde no cabemos ni los mirones, ni el canal 34, ni el juez?
Los menos visceralmente comprometidos con la reconquista de nuestros antiguos territorios nos permitimos sugerir en voz baja, que quizá Selena y Yolanda, cómo decirlo? Por qué esas citas en hoteles de paso? Por qué, por parte de Yolanda, la patética anti-Selena, esos desgarramientos tan de tripa y carne? Por qué tanto misterio? Dicen que para ocultarse del padre de Selena. El señor Quintanilla salta a la escena como el elemento masculino que irrumpe violentamente en la estrecha relación de dos mujeres. Le prohíbe a Selena entrevistarse con Yolanda. Exige el despido de Yolanda de la empresa de Selena, imputándole un fraude. Abre de una violenta patada la puerta del claustro y nombra el motivo sexual Mientras Chris, el marido de Selena, guarda silencio, el padre acusa a Yolanda, no de homosexualidad sino de les-bia-nis-mo, con toda su connotación oscura, prohibida, perversa. Esa palabra, "lesbiana", dejaba de lado el horror inmanente de todo crimen, ese horror que está más acá o más allá del móvil, y se convertía en el horror mismo, en la prueba contundente del mal. Por supuesto que Yolanda amaba a Selena, y me parece que Selena le correspondía. Yolanda amaba a Selena como quien y valga el lugar común, que no por nada es tan común mira en un espejo la imagen idealizada de sí misma. Eran ambas, la Otra de la una, los polos, en una dinámica donde me parece que necesariamente, aunque no sabría explicar con qué alturas, con qué distancias, con qué dejos de reina, Selena le correspondía. Homosexualidad abierta?, latente, who cares?, pero verdaderamente who cares? El de Yolanda es crimen y es pasional. Los alegatos de homicidio involuntario se revelan ridículos e insostenibles. Yolanda disparó el gatillo de la impotencia, de la desesperación y de la rabia. Por supuesto que no quería matarla, sólo quería poseerla. Con algún tornillo de menos, Yolanda se hubiera comido a Selena. Todo por culpa del padre. De la abrupta irrupción del padre. De aquel que pronunciando la palabra "lesbiana" verbalizó el elemento de la carne. Pero hay delirios carnales más abyectos que el de las fantasmagorías del señor Quintanilla. Después de asesinar a Selena, durante sus doce horas de diálogo telefónico bilingüe, bicultural, de perdida desesperación chicana, Yolanda acusa al señor Quintanilla de haberla forzado con su actitud amenazante a cometer el crimen, lo acusa también de haberla violado. De haber introducido en ella un instrumento de madera. Si ese delito existió, Mr. Quintanilla es uno más entre las toneladas de enfermos que se pasean impunes en sociedades organizadas para ignorar la violencia sexual.
Las noticias del canal 34 dejan al morboso y ávido telespectador frente a las incomodidades de la obra abierta. Los gritos orgiásticos de nuestros paisanos tras el veredicto de recontraculpabilidad no marcan un final satisfactorio. La antiheroína aún vive, delira o vegeta en una cárcel de mujeres del sur. Me torturo en sus destinos posibles: a) Yolanda cometió un Acto criminal, y gracias a su consecuente castigo, impartido por la justicia de los hombres, se interna en la cárcel de mujeres, donde una violenta catarsis la conduce a la paz espiritual, la autoaceptación, y por qué no?, a un claustro a la altura de las grandes místicas. b) Yolanda Saldívar se despide de lo que queda de sí misma y se suicida. Quizá la única salida respetable, la que otorgaría por fin a Yoly un airecito poético, una oleada reivindicatoria de absoluto. c) Y last but not least, tras su encarcelamiento, delira en su universo femenino concentracionario. Condenada a la fantasmagoría en circuito cerrado, delira hasta perder la razón entregada a sus íntimas razones.
Pero el canal 34 no me olvida, a mí, su fiel telespectadora, y la muchacha monísima de Primer impacto me avisa desde las pantallas que estoy a punto de saberlo todo en la entrevista exclusiva con Yolanda Saldívar y que no me la pierda: Selena tenía un secreto. Se me va a revelar. Durante la entrevista consumí medio litro de helado Häagen-Dazs y una bolsa grande de Cheetos y no me enteré de nada. La malvada vestía una blusita roja, que no podía quedarle más que pésimo y leía una carta con instrucciones bien precisas, se presume que de Selena, dictada desde el más allá. En tan particular misiva, la cantante pedía a su fidelísima amiga que contara su dolorosa verdad porque al parecer Selena vivía atormentada e infeliz, sola, solísima, sin nadie en quién confiar. El crimen, repite, fue un accidente. Vaya usted a saber por qué Selena huyó de la habitación aterrada y desangrándose mientras Yolanda se limaba las uñas o algo similar. Yolanda amaba a su "hija". En la reproducción de Yolanda de sus pretendidos diálogos con Selena, justo antes del disparo, los apelativos "madre" e "hija" surgen continuamente y de manera intercambiable. Cuando se hizo referencia al padre de Selena, Yolanda dio por segunda vez esta curiosísima respuesta: "Él también es un ser humano" (A poco?, puede un hombre alcanzar tan elevada categoría?). Con un tono de profundísima comprensión y como quien perdona, la que oye voces nos perdonó a todos. A los injustos, a los incrédulos y a los morbosos. Nos perdonó desde sus alturas porque su caso tiene un antecedente en el Gólgota. Ya nos veremos en su nuevo juicio. La verdad será dicha. Se revelará por fin ese misterioso proyecto de Selena que ponía en peligro varias vidas y cuya inviolabilidad protege Yolanda aun a costa de su condena injusta. Continuará Con una de esas calmas impresionantes que uno no sabe si provienen del Valium o de alguna práctica Zen, Yolanda la mística, encarna su nueva versión con aires de caricaturesca magnificencia: La vestal. La cuidadora del fuego sagrado. La incorruptible guardiana del Secreto de Selena.
La Jornada Semanal, 7 de abril de 1996
Una llamada telefónica del asistente de Frank Sinatra
interrumpió la siesta de Bono, el cantante de U2, una tarde
calurosa en Dublín. "El maestro se pregunta si quiere
usted acompañarlo en un dueto", dijo la voz en larga
distancia desde Los Ángeles. El sueño imposible de
cantar con Frank Sinatra pasó frente a los ojos del astro
irlandés, que ya eran platos, y fue a escribirse en su
álbum de sueños convertidos en realidad, en donde
figuraban un soundtrack para película de Wim Wenders, un
autógrafo de Johnny Cash y la entrepierna de Winona Ryder. La
emoción puso a trabajar sus máquinas de adrenalina, dos
semanas después grabaría con el maestro y apenas
tenía tiempo de ponerse a nivel.
A los catorce días exactos tocó su puerta un emisario de Frank Sinatra y le entregó un paquete. Bono rasgó cuidadosamente el papel imaginando que el maestro se había tomado la molestia de mandarle su pasaje de avión. Sus máquinas de adrenalina fueron silenciadas por el chorro de bilis que le produjo el contenido del paquete: una cinta Ampex ilustrada por una nota, en donde el asistente le pedía que acomodara su voz en los espacios mudos que había dejado Sinatra a lo largo y a lo ancho de "I've Got You Under My Skin". Para escribirlo en términos familiares, el asistente le pedía a Bono que se amachinara. (Amachinarse: salvajismo nacional presumiblemente extraído de la palabra inglesa match, que quiere decir aproximadamente ponerse al parejo.)
Frank Sinatra armó dos álbumes de duetos fundamentado en su metodología infame de romperle el corazón a los intérpretes que lo admiran. El cantante mexicano Luis Miguel también se vio en la necesidad de amachinarse sobre los espacios en blanco de "Come Fly With Me", y no obstante eso, durante su última gira de conciertos reprodujo la figura de Sinatra en la proporción titánica de un video wall, para cantar a dúo con su colega virtual que era exclusivamente imagen. Cuentan que las admiradoras de Luis Miguel se preguntaban quién demonios era el abuelo que llenaba la pantalla. El método de amachinarse suena lógico cuando se trata de un cantante como Bono que vive muy lejos de la casa de Sinatra, pero sucede que varios invitados de Duets son vecinos del maestro y ni así pudieron salvarse del paquete enviado por mensajería. Paradójicamente, los álbumes Duets, que no pasan de ser una patada de ahogado mercadotécnica, se venden en México gracias al dueto con Bono y al dueto con Luis Miguel. Sin embargo, la historia de Frankie registra mejores episodios al alimón, por ejemplo las francachelas con el célebre JFK, que rápidamente alcanzaron el rango de "secretos de Estado" y que terminaron de la peor manera en 1963, cuando el presidente mandó a investigar los nexos del cantante con el mafioso Giancana. A partir de entonces, Sinatra, que era demócrata, se convirtió en republicano.
Por qué Frank Sinatra es un personaje tan atractivo? Dejarle la responsabilidad a su voz extraordinaria es una verdadera insensatez; más bien hay que ubicarlo como el looser que siempre gana, como la encarnación del príncipe que a fuerza de labia y talento abandonó su condición de mendigo, como el tipo que se excedió bebiendo, fumando y cogiendo, y sin embargo tiene 80 años, una carrera exitosa y una envidiable fortuna; es decir, que a pesar de hacer lo que hacen todos, ha hecho más que todos. No se trata de un artista que mantiene su distancia con el mundo para procurar y conservar sus cualidades, se trata de un pirata encaramado en la cumbre, ostentando las manchas de sus mil combates.
El astronauta Neil Armstrong piloteó su nave Apolo XI oyendo la canción "Fly Me to the Moon". Frank Sinatra declaró al respecto: "Vi a tres hombres volando hacia la luna e imaginé su sorpresa cuando descubrieran que yo estuve ahí dos noches antes."
En tiempos de la segunda guerra mundial, se libró de las batallas gracias a la coartada de una perforación en el tímpano. Su historia registra ahí una de las coincidencias más felices: la de él mismo con las novias que habían dejado los soldados. Aprovechando el momentum, Frank Sinatra organizó una gira maratónica de conciertos, cuyas ganancias se destinaron a comprar "bonos de guerra" y artilugios para el ejército; de esa forma quedó establecido el triángulo virtuoso perfecto: las novias le entregaban su dinero y él donaba a los novios el dinero de sus novias.
Cuando le preguntan acerca de los ingredientes que constituyen su voz, responde que aprendió a cantar oyendo a Billie Holiday. Cualquiera que haya oído a la señora Holiday puede darse cuenta de que Frankie nos está tomando el pelo, pero su voz es tan prestigiosa que puede convertir las mentiras en verdades.
En 1980, una banda pop gringa usurpó el encabezado de un periódico que treinta años antes anunciaba el viaje de Sinatra a la Meca del cine: "Frankie Goes to Hollywood". Aquel viaje fue el principio de la fructífera relación del cantante con los estudios cinematográficos: 50 películas, infinidad de novias y el óscar en 1953 por su actuación en From here to Eternity de Fred Zinnemann. Como buen pirata, Frank Sinatra ganó el óscar al adueñarse del papel que Eli Wallach había rechazado. Otros de sus triunfos cinematográficos fueron las conquistas de Liz Taylor, Mia Farrow y Laureen Bacall, quien hizo el inquietante papel de "Slim" en la película To Have and Have Not que tenía, por cierto, guión de William Faulkner. En una de las secuencias, la señorita Bacall enfrenta a Humphrey Bogart y le dice la frase que todos quisiéramos oír algún día: "No soy difícil de atrapar, todo lo que tienes que hacer es pedírmelo." Al preguntarle sobre su relación con Frank Sinatra, esta mujer generosa dijo: "Necesita sentirse en la cuerda floja. Tiene demasiadas cicatrices de vidas anteriores y la amargura lo acompaña siempre." No sería raro, observó un periodista de la época, que la "amargura" fuera la señora Gardner. Por su parte, Bogart opinó sobre su amigo: "La idea que tiene Sinatra del paraíso es la de un lugar repleto de mujeres y sin periodistas."
El flanco más espinoso del cantante son esas relaciones con la mafia que intuía, o hasta compartía, el presidente Kennedy. En 1947 fue descubierto con las manos en el asado de cerdo, en medio de una comilona que ofrecía el gángster Lucky Luciano en su guarida de La Habana, Cuba, a unos cuantos kilómetros del lugar en donde ahora se esconde el más grande gángster mexicano.
Hace muchos años, cuando grababa la canción "Strangers in the Night", su memoria fue borrada por los restos del whisky que había bebido la noche anterior. Para no interrumpir el vuelo que traían sus músicos, optó por decir shooby-dooby-doo en lugar de las palabras que el whisky había borrado. Lo hizo tan bien que el productor decidió dejarla así como la conocemos. Frank no tuvo necesidad de amachinarse. Después, un grupo de sociólogos y musicólogos de Amarillo, Texas, desamarró un pleito entre compañías al afirmar que el yaba-daba-doo de Pedro Picapiedra era una mofa del shooby-dooby-doo de Frank Sinatra. El cantante, desde luego, ni se enteró. El 12 de diciembre de 1995, el edificio Empire State celebró el cumpleaños de Mr. Blue Eyes, iluminando de azul todas sus ventanas. Al espectáculo asistieron sus admiradores, que son la raza más ecléctica del show business: políticos, deportistas, hampones, empresarios, señoras, indigentes y peludos. Sus seguidores son fiel reflejo de él mismo, de esa personalidad múltiple que le ha permitido hacer de todo en la vida; igual cena con el presidente de la república que con el jefe del hampa; detrás de su aspecto de "alma de Dios" se esconde un sofisticado libertino. Vale la pena destacar que, con todo y sus groseras declaraciones contra el rock, sigue contando con el apoyo de los músicos de rock; y a pesar de sus (nunca comprobadas) relaciones con la mafia, fue condecorado por el presidente Reagan con la Medalla de la Libertad.
Las señoras decentes y castas del mundo lo admiran y le perdonan excesos que no tolerarían en nadie más. Su capacidad de ser lo que es y lo que parece al mismo tiempo, le permite ser cualquier cosa. El que no vibra con Frank Sinatra, tiene todavía la oportunidad de vibrar con su doble, o con su triple, que son él mismo. Este personaje se ha convertido con el tiempo en símbolo y evidencia del Sueño Americano, en parte fundamental del establishment, en mayordomo del home of the brave; y aunque sus devaneos con los poderes el del gobierno y el de la mafia rayan con frecuencia en lo sospechoso, ha sabido siempre conducirse, es necesario reconocerlo, con un cinismo admirable.
Imposible escuchar un clásico de Frank Sinatra sin sentir la urgencia de encender un cigarro y servirse un trago; su música tiene la invaluable cualidad de transformar una recámara vulgar en un bar de media luz acogedora.
En una entrevista que le hicieron hace veinte años, respondió así a la pregunta obligada acerca de su vejez y su eventual retiro de los escenarios: "Morir es una lata." Recientemente, en un texto sumario que escribió para conmemorar su cumpleaños, dejó una frase espléndida que lo define de cuerpo entero, en esa misma sintonía del pirata que antes de arrasar un puerto, se hinca y pide a Dios que lo ilumine: "Me parece muy bien cualquier cosa que te ayude a pasar la noche, ya sea una oración, un tranquilizante o una botella de Jack Daniels."