La Jornada 8 de abril de 1996

Durante ese lapso han muerto 70 trabajadores y 3 funcionarios; 348 movilizaciones del Sutaur

Andrea Becerril Más allá de las cifras, de los 365 días en lucha, de mantenerse prácticamente a diario en la calle, los trabajadores de Ruta 100 han tenido que dar otra batalla, igualmente continua y prolondada, y en ella muchos han sido actores de dramas internos, como Antonio Hernández, un chofer de 50 años, cuya hija se suicidió.

La jovencita de 18 años se ahorcó el mes pasado con un cable, desesperada por la situación económica tras un año de penurias, porque ya no pudo seguir estudiando.

Los integrantes del Sindicato Unico de Trabajadores de Autotransportes Urbanos Ruta 100 (Sutaur) han realizado en los últimos 12 meses 348 movilizaciones, entre marchas, mítines, plantones y acopios de víveres por toda la ciudad. En el camino que siguieron desde el 8 de abril de 1995, cuando fue declarada la quiebra de Ruta 100, 70 trabajadores fallecieron.

Algunos, como Arturo Nuñez, un conductor del módulo 13, murió por un infarto; otros de diabetes, y de otras enfermedades que ya padecían y no pudieron curarse por no tener dinero para pagar la consulta.

Guillermo Barco Ortiz, integrante de la asesoría jurídica del Sutaur, comenta que la resistencia de los trabajadores es ejemplar, por las presiones a que han sido sometidos. Hay, precisó, 849 miembros del Sutaur amenazados de embargos por deudas en tarjetas de crédito y tiendas, y otros 4 mil 500 a los que la banca amenaza con quitar sus viviendas.

Sin embargo, precisó que las familias han sido un gran apoyo. La asesoría jurídica que tramitaba cientos de juicios civiles, en lo que va del movimiento, sólo recibió siete demandas de divorcio.

La resistencia de los trabajadores de Ruta 100 ha tenido un alto costo a nivel personal. ``Ha habido sufrimiento, penas como la de perder a la esposa o la madre; como la de tener que ver que los hijos no pueden seguir estudiando'', comenta Venancio Felipe Gil Sánchez, miembro del comité central del Sutaur.

``Cuando se declaró la quiebra y los días pasaban sin que pudiera regresar a mi trabajo, creí volverme loco. Mi esposa tenía siete meses internada en Cancerología, porque en el ISSSTE no habían querido atenderla. Me había gastado ya casi todos nuestros ahorros; mi señora se estaba muriendo y de repente yo estaba en la calle, sin mi salario'', relata Guillermo Hernández Ortiz, chofer en el módulo 51 A.

``Me pasaba las noches en el hospital, de día en las movilizaciones; apenas veía a mis dos hijos, vendí todas las cosas de valor y hablaba mucho con mi esposa; me sentía apenado con ella. Estuvo tres días agonizando, al final me dijo que no me liquidaran. Nunca voy a olvidar sus palabras: 'Ya tienes 41 años, dónde te van a contratar; ahí dejaste toda la vida, mejor aguántate, yo ya no voy a poder estar para ayudarte con los muchachos. Qué harías para educarlos sin tu trabajo?,aguanta por ellos hasta el final''.

Josefina murió en agosto de 1995. De entonces a la fecha, Guillermo Hernández arrastra una deuda de 40 mil pesos, por los gastos de hospitalización. ``No tuve ni para enterrarla; su familia, la mía y amistades costearon el funeral. Unas primas de mi señora se llevaron a mi hija, de 13 años a vivir con ellas, le pagan la secundaria, la visten. El que tuvo que dejar la escuela fue mi muchacho, Alejandro, estaba en la universidad, en el cuarto semestre de leyes, ha tenido que ponerse a trabajar'', añade.

Los cerca de 10 mil trabajadores que siguen en el movimiento han sido desalojados en 10 ocasiones por granaderos: tres de ellas de las inmediaciones de Los Pinos, y siete del Zócalo. El DDF fue rodeado en las últimas semanas en un amplio dispositivo policiaco, para impedirles acercarse a la regencia.

``Ello no les ha atemorizado, ni ha minado su resistencia; tampoco la campaña última de las autoridades para obligarlos a liquidarse'', señala Leonel Villafuerte, secretario general del Sutaur.

Eutiquio Reyes, va desde hace diez meses a las asambleas y las movilizaciones con sus tres hijas, de 4, 7 y 9 años. El debe atenderlas porque su esposa lo abandonó cuando éste decidió seguir en el movimiento. Diariamente botea cerca de su módulo, que es el el tres.

Cargando a Diego, su bebé, Evangelina Cruz, esposa del chofer José Concepción Juárez, perteneciente al módulo 27, sale todos los días muy temprano de su casa. Va a hacer tareas domésticas y luego pasa al plantón que los trabajadores llevan a cabo en la ARDF. Ahí relató que su hijo mayor de 13 años decidió irse a vivir con su abuela. ``Me dijo que ya estaba harto; que quería comer bien y tener para sus libros y cuadernos. Lo dejé; todas las noches lloro, pero creo que podré recuperarlo después, cuando esto termine y mi marido trabaje otra vez''.

Eulalia Sol, quien trabajaba como secretaria en Ruta 100, ha estado angustiada desde la semana pasada. Su suegro Manuel Guerra murió por un inafarto el 31 de enero pasado, y debía 33 mil pesos en su tarjeta, dinero que había prestado a sus hijos, los dos trabajadores de Sutaur.

``Mi esposo debe aún 8 mil pesos y mi suegra quiere que él se liquide para que le pague'', agrega y señala que así como han sobrevivido de hacer pequeños trabajos y vender dulces en camiones, ``veremos cómo le hacemos para conseguir esa lana''.

Alfonso Sánchez, mecánico en el módulo 10, dice que la semana pasada, al fraccionamiento de Rinconada de Aragón llegaron un señor y una muchacha. ``Dijeron que venían de Serfin a notificarnos que teníamos cuatro mensualidades vencidas. Les van a embargar, mejor liquídense, le dijeron a mi esposa, Guillermina Martínez, pero ella que trabaja, vendiendo en un mercado, los corrió.

``Cuando pienso que me quitaron todo: mi trabajo, mis ahorros en Sigma, que un sinverguenza como Rafael Alvarez Caborno quiere quedarse con los bienes del sindicato, me entra una rabia enorme, y paso luego a la depresión, a llorar como loca cuando veo que mi camión, el 082, al que que cuidaba como otro de mis hijos, al que nunca le hice ni siquiera un rayón, está todo chocado, convertido en chatarra'', señala Bertha Zuñiga, una de las 21 mujeres conductoras en Ruta 100.

Nohemí Alejandra lleva a Jimena, de un año dormida en su regazo, pese al ruido del mitin. Está acostumbrada; igual dormía a los tres meses, mientras su mamá, micrófono en mano, exigía solución al conflicto. ``Me pesa que Jimena se alimente de arroz y frijoles, que mi otro hijo adolescente deba hacer todo tipo de chambas para ayudarnos, pero estoy orgullosa de que mi esposo mantenga una actitud digna'', dice.


Andrea Becerril A un año de iniciado el conflicto en Ruta 100, el gobierno capitalino no ha aceptado el llamado de la Asamblea de Representantes (ARDF) para sentarse a negociar seriamente con el Sutaur, ``ello obliga a que la comisión plural busque hoy en el pleno, un nuevo punto de acuerdo a fin de que se reanude el diálogo'', señaló Leopoldo Ensátiga.

El representante perredista dijo que deliberadamente el DDF dejó pasar Semana Santa ``para ganarle tiempo al proceso de liquidación, aunque sabemos que las cifras fueron muy por debajo de las esperadas por el DDF''.

Es necesario que las partes en conflicto vuelvan a la mesa de negociaciones y se retome la propuesta del sindicato en torno a las tres concesiones, agregó, e hizo notar que será responsabilidad del DDF si el problema alcanza otra magnitud, sobre todo porque la dirigencia sindical ha dado señales claras de que busca aminorar el clima de enfrentamiento.

En ese sentido, el secretario general del Sutaur, Leonel Villafuerte, informó tras un pleno del comité central, que el sindicato no se movilizará hoy. ``No queremos entrar a la confrontación sino avanzar en la solución del problema''.

Agregó que el Sutaur demostró ampliamente su poder de convocatoria, y ahora demuestra ecuanimidad, lo que no significa que renuncie a las movilizaciones futuras. El martes, dijo, convocaron a una asamblea multitudinaria en la que harán un análisis y balance del movimiento, y definirán la estrategia en el futuro.