La Jornada 8 de abril de 1996

México, como un túnel sin salida y un pozo sin fondo: obispo Arizmendi

José Antonio Román México padece síntomas inequívocos de muerte que la Iglesia católica no puede ignorar, ``ni fingir que no ve'' el sufrimiento de millones de personas agobiadas por el hambre, el desempleo, las deudas impagables, la migración forzada y la violencia, afirmó el obispo de Tapachula, Chiapas, Felipe Arizmendi Esquivel, quien también pidió a los sacerdotes no reducir el evangelio a una moral social.

En su mensaje de Pascua, el prelado aseguró que para muchos mexicanos la situación que vive el país ``parece un túnel sin salida y un pozo sin fondo''. A pesar de que las altas autoridades civiles hablan de una mejoría, la realidad es que algunos cada día se hunden más y más y no vislumbran soluciones ciertas, afirmó.

La llamada cultura de la muerte triunfa en todas partes, agregó. La inseguridad provocada por agresiones, robos, asaltos, secuestros, violaciones y asesinatos es uno de los reclamos más fuertes hacia las autoridades. ``A veces los mismos encargados de la seguridad pública son cómplices de los delitos que denunciamos'', dijo Arizmendi en su mensaje, leído ayer en la catedral de la diócesis de Tapachula y cuya copia envió a La Jornada.

Citó que la ``inmensa mayoría'' de los mexicanos han resentido gravemente los efectos de la crisis económica, y advirtió que la Iglesia no puede permanecer indiferente al sufrimiento de muchos mexicanos afligidos por una gran miseria.

``El cierre de empresas, la carencia de fuentes de trabajo, la migración forzada, las deudas impagables y el raquítico aumento a los salarios, comparado con la constante elevación de los precios, incluso de los artículos de primera necesidad, están provocando en muchos millones de personas un decadente nivel de vida, un deterioro creciente en alimentación, salud y educación. Algunos llegan a la desesperación, que a veces expresan en odio, violencia y agresividad, si no sucumben ante la tentación del suicidio.``Sin embargo, el obispo destacó que la fe cristiana ``no se deja apabullar por el pecado o la muerte, pues con Cristo hay la seguridad de una vida nueva. Quien cree en él, adquiere fuerza inexplicable''.

Recordó que el verdadero cristiano no se deja vencer por las adversidades, sino que lucha por encontrar soluciones. ``No se contenta con lamentar, criticar y culpar a las autoridades, sino que creativamente aporta alternativas. En vez de encerrarse egoístamente en sí mismo y en los suyos, manifiesta una caridad más concreta hacia los pobres''.

Sobre este punto, citó palabras recientes de Juan Pablo II, en las que el pontífice reconoce que para erradicar el hambre del mundo no basta la limosna. ``Se necesita un nuevo sentido de justicia y estrategias políticas y económicas oportunas. Pero sobre todo, se necesita un proceso general de sensibilización capaz de implicar a toda la sociedad''.Arizmendi señaló que el discípulo fiel de Jesús no se convierte en ladrón, secuestrador u opresor de sus hermanos. Tampoco se refugia en el alcohol o en las drogas, ni es perezoso o atenido. Es incapaz de violar los derechos de los demás, de dañar sus pertenencias, de calumniar, amenazar y agredir. Por lo contrario, desgasta su vida y sus cosas en hacer el bien. ``Si es gobernante se desvive por el bienestar de los ciudadanos''.

Más adelante, el obispo también exhortó a sacerdotes, religiosos, religiosas y catequistas a no reducir el evangelio a una moral social. ``Es mucho más que eso: es el cumplimiento del reino anunciado, es perdón y paz, es recurrección y vida, es El Salvador''.