Antonio García de León
En el umbral

En este año, y más concretamente en estos meses, tendrá que decidirse el futuro del sistema político mexicano, pues la exigencia de una reforma profunda del Estado rebasa ya el pequeño espacio en que la administración de Zedillo ha querido introducir su ``reforma electoral'', así como todo el conjunto de pequeños ``pactos'', desgastados por su falta de representatividad y por sus fracasos sucesivos. Y es que los pretextos de la política económica ya no convencen a nadie, ni siquiera a una iniciativa privada que se había acostumbrado a tener en el gobierno a un buen cuerpo de administradores de sus intereses: aun estos sectores consideran que éste ha dejado de ser eficiente, que la reforma política es inaplazable, y que sin ella es imposible construir un marco de credibilidad que asegure la buena marcha de la economía y el éxito de sus negocios.

Asimismo, y en el horizonte de una guerra permanente en contra de la población, ante la destrucción deliberada de la planta productiva y del mercado interno, la legitimidad perdida no está siendo sustituida por nada, salvo por la cerrazón política y por una creciente militarización de la vida pública, por ese clima de violencia policiaca y militar, de ``dureza'' institucional y cinismo, que caracteriza a los gobiernos débiles y que nos puede conducir a una salida aún más autoritaria que el desorden en el que nos movemos.

La pérdida de legitimidad del viejo sistema en su ocaso irreversible está también asociada a la ausencia de un Estado de derecho y a la inexistencia de poderes autónomos. Como es bien sabido, y en lo que es sólo un ejemplo de las políticas dictadas al Estado mexicano desde los centros financieros del exterior, los delitos de narcotráfico ya no se juzgan en México, su competencia ha sido trasladada en bloque a las cortes y juzgados del vecino país del norte, de quien depende ahora la ``capacitación'' de las policías y del ejército, así como la ``certificación'' de lo que hagan sus subordinados en México. Es en ese contexto en donde debe colocarse la ``aclaración'' de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sobre lo que fue primero un anuncio de maniobras militares conjuntas y luego el reconocimiento tácito de algo mucho más simple: que miembros del ejército seguirán siendo ``entrenados'' por militares norteamericanos, los que, por lo demás y de manera no declarada, están participando ya en la militarización de Chiapas y de otras regiones del país.

La esclerosis del sistema se extiende a una clase política envejecida, conservadora y corrupta, rebasada por las circunstancias y que desconoce el sentir de la ciudadanía. El descrédito del partido de Estado y de los partidos en general no podía ser más grande: se ratifica todos los días en declaraciones y acciones que se han ido separando abismalmente de las necesidades del ciudadano común. Porque la pérdida de legitimidad no se limita al gobierno, se expande rápidamente a todo el cuerpo del sistema político sin respetar ideologías, grupos ni facciones; está profundamente marcada por la lucha por el poder concebida dentro del sistema de partido de Estado, pervertida por las circunstancias de extrema gravedad que enferman al cuerpo político de la nación. Su expresión más evidente en los días que corren es la llamada Mesa de Bucareli, que intenta construir un ``pacto'' como los muchos que se firman entre el Ejecutivo, los empresarios, y los representantes ``obreros'' y ``campesinos'', y cuya incidencia sobre la sociedad real es absolutamente nula (salvo por el costo económico que implican). Ni siquiera los militantes de los partidos allí representados, que por lo demás no son todos, se han enterado de lo que se trata en esas reuniones clandestinas, no se diga el grueso de la población. Lo que en todo caso se filtra es la elaboración de un maquillaje más al viejo sistema, consistente en lo que se ha llamado, por enésima vez, una ``reforma electoral''. Mientras, los resultados de otros foros, producto de iniciativas de muy diversa índole y de la preocupación generalizada por la ausencia de democracia en México (Chapultepec, el Poliforum, etcétera), han pasado simplemente desapercibidos para quienes pretenden maquillar al sistema desde la calle de Bucareli.

Por ello resulta explicable que la mesa de San Andrés, en Chiapas, y bajo la iniciativa del EZLN, sea la única que esté convocando a lo que es muy claramente el espacio de debate más plural de los últimos años, y que seguramente tendrá como resultado un proyecto alternativo de nación. Este será consensado por una muestra muy representativa del entramado social del país, que participa ya en San Andrés, y además, será llevado a debate a foros de muy diverso nivel. Esta iniciativa va acompañada de una serie de eventos que, de aquí a julio, incluyen una reunión continental contra el neoliberalismo que recién concluye, una intercontinental sobre el mismo tema, una segunda reunión del Foro Nacional Indígena y un Foro Nacional por la Democracia y la Justicia. Es allí, con la apertura de la mesa 2 sobre ``Democracia y Justicia'' desde donde queramos o no, se está gestando esa necesaria reforma profunda del Estado, la que sólo puede ser concebida desde la sociedad civil, desde su inventiva y su iniciativa. Paradójico además que sea un grupo armado el que esté propiciando las más amplias discusiones no sólo sobre el destino del país, sino incluso a debatir sobre el proyecto económico mundial, de muerte y devastación, que tan fielmente aplica en México lo que todavía queda de Estado e instituciones. No es de extrañar pues que el traslado de la legitimidad empiece a conferir una creciente iniciativa política precisamente a quienes se encuentran al margen de ``la política'' tradicional.

Por sobre un horizonte devastado por la desesperanza y el conservadurismo por sobre la violencia y la intolerancia que se expanden desde una administración caracterizada además por su conducta criminal impune, un proyecto alternativo de nación, que tendrá todavía que ser consensado por muchos más actores, se gesta en esta nueva forma que los zapatistas han escogido para insertarse en el terreno de la política, al margen del ``sistema'', de su noción arcaica del poder y sin pedirle permiso a nadie. Hace rato que se gesta en el sureste una esperanza, una idea-fuerza que otorga entidad y eficacia a los diversos acontecimientos que se atropellan en el conjunto de este fragmento de la historia nacional. Los indios rebeldes de Chiapas, con su ``excedente utópico'', acumulan autoridad moral casi de manera proporcional en que el viejo sistema la pierde, y con esa nueva arma moldean en el presente los fragmentos de un futuro posible, mucho más humano que el modelo que se pretende imponer. Pareciera que el haber trascendido la muerte les inscribe en otras categorías del análisis y a percibir de manera diferente el tiempo y el espacio en los que se mueve nuestra historia.

En el umbral de los grandes cambios, en la encrucijada que nos conducirá a la democracia o a formas más perversas de violencia y dictadura, es la sociedad civil la que tiene hoy la palabra, la voluntad de acción y la posible alternativa.