El nuevo horario causó descontrol en el DF, pero no acortó la parranda
Miriam Posada García En punto de las dos de la mañana la música se suspendió en los antros de esta capital para anunciar a los trasnochadores que era el momento de adelantar una hora los relojes, ``sin temor a que nos clausuren el changarro por cerrar tarde''.
Ese salto en el horario sorprendió a los desvelados citadinos, que no supieron en dónde quedó una hora de diversión, y no precisamente por los efectos del alcohol.
Pero de ninguna manera se adelantó el fin de fiesta. Los bares, centros nocturnos y discotecas cerraron en el horario acostumbrado y los paseantes sólo tuvieron que preocuparse de seguir consumiendo y bailando.
El sol se asomó a eso de las siete de la mañana, que no eran las siete sino las seis. Algunos madrugadores domingueros dijeron que ``hasta los pájaros se destantearon con estos inventos''. Otros comentaron: ``Para ser ensayo estuvo bien que fuera en domingo, pero hay que esperarse a ver qué pasa el lunes que hay que ir a trabajar''.
El descontrol por el cambio de horario del Distrito Federal fue generalizado, a pesar de que la gente adelantó una hora su reloj. ``Es difícil adaptar el reloj biológico que todos llevamos dentro, porque aunque las manecillas marquen una hora, como que tu cabeza registra otra'', dijeron algunos de los aturdidos citadinos.
En el transcurso del día los capitalinos resintieron el cambio incluso en los horarios de comida. ``El cuerpo no entiende de cambios para ahorrar luz, y tienes que comer cuando te da hambre aunque no sea la hora de comida'', comentó uno.
Algunos padecieron consecuencias más molestas. Desde temprano, en las centrales camioneras se observaron casos de viajeros que perdieron su transporte. ``Yo no sé a quién se le ocurrió esto'', reclamó un pasajero a quien, igual que a muchos otros, se le dio un nuevo boleto.
Lo mismo ocurrió con los vuelos. La gente que no pudo abordar su avión tuvo que permanecer en aeropuerto capitalino para ver si podía conseguir otro lugar, y los reclamos no se hicieron esperar.
Mientras tanto, las devotas que esperaban ansiosas la celebración religiosa de las 12:00 horas, la misa de Resurrección, que da fin a la Semana Santa, se llevaron la sorpresa de que habían llegado tarde. ``Hasta duele la cabeza para entender eso de que no es la hora que uno piensa'', dijeron algunas señoras.
Otros ciudadanos traían desajustado el reloj biológico y expresaron su indignación porque ``aunque digan que no, nos roban una hora de sueño''.
A eso de las 16:00 nuevas horas, (las 15:00 viejas) los habitantes de esta ciudad ya habían pasado por diversas peripecias que les ayudaron a controlar su tiempo, por lo que la entrada al cine no fue tan conflictiva como se hubiera pensado, aunque no faltó más de un despistado que llegó a la hora acostumbrada y tuvo que resignarse a entrar a la función de las 18:00 nuevas horas.
En esta etapa de adaptación habrá que esperar la comprensión de los jefes para que este lunes no regresen o sancionen a los empleados que lleguen tarde, que las señoras que perforan las tarjetas de la leche de Liconsa no les nieguen el producto a las amas de casa que todavía no agarren la onda y que los bancos sean flexibles en el horario para que la gente pueda hacer sus pagos.
Mientras, quienes regresarán la próxima semana a la escuela o a trabajar todavía tendrán siete días para adaptarse, ``porque a todo se acostumbra uno, menos a no comer'', según comentaron algunos defeños.