Por la sequía, siembra de temporal en regadíos
Laura Gómez Flores, enviada /IV, Monterrey, NL La prolongación de la sequía y el bajo nivel de las presas en el norte del país podrían causar la pérdida de un millón 267 mil 176 hectáreas de maíz, frijol, trigo, cebada y hortalizas en los dos ciclos agrícolas, la caída de 50 por ciento del inventario ganadero y la cancelación de siete millones 584 mil jornales.
Según estimaciones de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, la sequía ocasionará que las superficies de riego se siembren como si fueran de temporal, un reducido porcentaje de pariciones y bajo peso de los becerros al destete, así como una moderada recuperación de los pastizales.
La sequía agudiza la marginación en las
zonas áridas,
lo que aumenta la migración a las ciudades del norte
del país, como Monterrey y Saltillo.
Foto: Pedro
Valtierra
Dicha situación provocará que los índices de marginación y pobreza extrema en las zonas áridas se agudicen y se incremente la migración a ciudades como Saltillo, Monterrey, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas --estimada en 400 mil personas al año--, así como a Estados Unidos, pese a las medidas antiinmigrantes aplicadas.
En 1995 la sequía, las heladas tempranas y los bajos niveles de las presas causaron la pérdida de alrededor de 120 mil toneladas de cosechas de maíz y frijol en 205 mil hectáreas, con lo que resultaron afectados 62 mil 637 productores, que dejaron de percibir más de 100 millones de pesos.
A pesar de las limitaciones climáticas de las zonas áridas y semiáridas, en México las áreas agrícolas más importantes se encuentran localizadas precisamente en estas regiones, donde se practica la agricultura de riego y se ubican extensas superficies de temporal para cultivar granos básicos.
No obstante, la población de dichas áreas sólo se dedica al cultivo de autoconsumo debido a que la superficie agrícola ha resultado afectada por las condiciones ambientales. Esta situación ha orillado a un numeroso sector a realizar trabajos agotadores e ínfimamente remunerados como la recolección de lechugilla, candelilla y palma, por la que pueden ganar un máximo de 10 pesos al día.
En medio de la sequía y bajo el sol calcinante, numerosas comunidades rurales se esfuerzan diariamente en sobrevivir, ya que sus tierras presentan, en el mejor de los casos, bajos rendimientos con promedios de 200 y 500 kilogramos por hectárea de maíz y frijol, respectivamente.
Por ello, ocho de cada 10 campesinos producen para el autoconsumo y destinan pequeños excedentes para la comercialización, que les generan ingresos a nivel de subsistencia.
Una excepción se observa en las zonas desérticas de los municipios de Galeana, Arramberi y Doctor Arroyo, en Nuevo León, cuyos productores de papa, nopal y tuna ven crecer sus dividendos --no como ellos quisieran, debido al intermediarismo y a la falta de mejores canales de comercialización-- al disponer de agua, pilas, papalotes y pivotes para irrigar sus cultivos en serie.
Para Juan Quintanilla Cortazzo, delegado de la Comisión de Zonas Aridas (Conaza) en este estado, la ``zona rica del semidesierto'' aún puede ofrecer más ventajas; sin embargo, éstas no pueden extenderse a otras regiones con este clima.
Aunque muchas empresas o particulares se aprovechan de la buena fe de los productores para no pagarles completa la cosecha, se observa una creciente carencia de créditos por parte del Banco Nacional de Crédito Rural, así como una constante reducción de recursos vía Procampo, aseguran campesinos de esos municipios.
La ganadería, al igual que la agricultura, está limitada por las condiciones adversas que provocan la falta de agua o su aprovechamiento inadecuado, así como la pobreza alimenticia que ofrece la vegetación generada del sobrepastoreo.
En apoyo a las comunidades, la Conaza --a través del programa ixtlero que tiene presencia en Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas, y con apoyo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) que en 1995 fue de 24.1 millones de pesos--, otorgó apoyo a diversos proyectos apícolas, caprinos, equinos y avícolas, así como a varias obras de infraestructura como pozos, aljibes y bordos.
En el ejido San Marcos, cuna de Mariano Escobedo, se logró entubar el agua de un manantial a tres kilómetros de distancia, ubicado detrás de una montaña, al otro lado de un cañón de 100 metros de profundidad.
No obstante, estos apoyos no han sido suficientes para evitar que crezca la explotación forestal no maderable. En este estado, por ejemplo, se encuentra la Unión de Ejidos Forestales La División del Norte, que tiene siete aserraderos y procesa diariamente cinco mil pies cuadrados de madera.
La ausencia de un programa de reforestación en estas zonas ha provocado la presencia de ``grandes lunares en los montes''. Datos extraoficiales señalan que sólo en 1995 se deforestaron casi tres mil hectáreas.
``Nosotros como taladores sembramos algunos árboles que tardarán cerca de 25 o 30 años en crecer, pero no podemos hacer más porque carecemos de los recursos económicos e implementos necesarios'', dijeron.
Rebasa la sequía niveles históricos
El estudio de las sequías en México había determinado que Baja California, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, las costas de Guerrero y las mixtecas poblana y oaxaqueña eran las zonas donde este fenómeno se producía con mayor frecuencia e intensidad. Como zonas de menor riesgo se había identificado a Sinaloa, Nayarit, Sonora y Yucatán.
El caso extremo de Chihuahua, en esta última sequía, ilustra que no hay límites precisos y que se trata de un fenómeno que se extiende y sobrepasa sus patrones históricos, territoriales y de intensidad.
Su recurrencia ha propiciado prácticamente el abatimiento de las fuentes permanentes de abastecimiento o las ha reducido al mínimo, lo que ha dado como resultado un número creciente de comunidades rurales que dependen absolutamente del abasto de agua vía el mercado o los programas gubernamentales como el Plan Acuario.
Actualmente presas como Don Martín, con capacidad de mil 290 millones de metros cúbicos y cuyas aguas riegan tierras de Coahuila y Nuevo León, sólo tiene 74 millones de metros cúbicos, mientras que El Cuchillo, con capacidad de mil 500 millones de metros cúbicos, apenas tiene almacenada la quinta parte.
Este año, de 448 mil 800 hectáreas con infraestructura hidráulica en Chihuahua, sólo se sembrarán 287 mil, lo que representa una reducción de 36 por ciento, mientras que la superficie programada de temporal (803 mil 300 hectáreas) podría reducirse drásticamente por la sequía y las heladas.
Sólo en el ciclo agrícola otoño-invierno 1994-1995 se dejaron de sembrar bajo riego 25 mil 400 hectáreas, se siniestraron 420 hectáreas más y se dejaron de producir 129 mil 562 toneladas de trigo y cebada con un valor de 84.8 millones de pesos.
Para el ciclo primavera-verano 1995 no se sembraron 183 mil 400 hectáreas de maíz y se siniestraron 220 mil 627 hectáreas más de maíz, frijol, sorgo y chile. Como consecuencia, se dejaron de producir 584 mil 198 toneladas con un valor de 517.3 millones de pesos.
Además, la falta de alimento suficiente para mantener el hato ganadero provocó que éste se redujera 50 por ciento, al pasar de un millón 991 mil cabezas en 1994 a 913 mil a enero pasado.
La SAGADR precisó que el año pasado se perdieron por mortandad siete mil 83 toneladas de carne con un valor de 21.1 millones de pesos; por becerros no exportados, 109 mil 836 toneladas, con un impacto económico de 197.8 millones; por exportación de becerros con menos peso, cinco mil 597 toneladas, lo que causó pérdidas por 7.4 millones; mientras que por venta de animales con menos peso en el mercado nacional se perdieron cinco mil 813 toneladas de carne, con un valor de 17.4 millones de pesos.
El estado --según información de la Comisión Nacional del Agua-- se irriga con el aprovechamiento del agua almacenada en 10 presas, principalmente.
La presa La Boquilla tiene una capacidad de almacenamiento de dos mil 903 millones de metros cúbicos, lo que representa 68 por ciento de la capacidad de las 10 presas; las nueve restantes pueden almacenar mil 341 millones de metros cúbicos, equivalentes al 32 por ciento de la capacidad total.
Al 30 de enero pasado, el volumen de agua almacenada en las presas era mil 93 millones de metros cúbicos, lo que representa 26 por ciento del total.
Mientras, en los 12 municipios que comprende la zona lagunera se tienen almacenados 785 millones de metros cúbicos de agua, lo que equivale a 20 por ciento de la capacidad de las presas Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco y cuyo nivel aún es 14 por ciento menor respecto de 1994 y se encuentra 46 por ciento por debajo del nivel registrado en 1993.
Dicha situación obligará a reducir drásticamente la superficie a sembrar con riego en 1996, con lo que se dejarán de producir hortalizas y forrajes, se pararán agroindustrias y se dejarán de ocupar siete millones 584 mil jornales.
Además, en la zona árida, donde se siniestró gran parte de las siembras de temporal, se agudizará la falta de pastos para el ganado en los próximos meses, lo que obligará a la población a emigrar.
En Tamaulipas, donde se tiene programado cultivar 44 mil 861 hectáreas de riego y 35 mil 865 de temporal, la presa Marte R. Gómez se encuentra al 18 por ciento de su capacidad, de dos mil 406.14 millones de metros cúbicos, nivel insuficiente para sembrar. En el distrito 25, Bajo Río Bravo, las 209 mil 368 hectáreas de riego programadas se sembrarán como temporal.
Datos oficiales indican que a la fecha han muerto en Coahuila 49 mil 753 cabezas de ganado, se han dejado de sembrar 21 mil 350 hectáreas; las presas más importantes: Centenario, San Miguel, Venustiano Carranza y Lafragua, han tenido en sólo tres meses un decremento de 50 por ciento en sus niveles de almacenamiento al 2 de junio de 1995, por lo que las perspectivas para este año son ``catastróficas''.
Los municipios más afectados por esta situación son Ocampo, Sierra Mojada, Cuatrociénegas y Ramos Arizpe. Sin embargo, las autoridades, a través del programa emergente contra la sequía, han tenido que transferir grandes montos de recursos debido a que muchas comunidades fueron abandonadas.
En los últimos 20 años se reconocen dos etapas críticas de sequía; la última duró dos años y siete meses, con lo que se perdió gran cantidad de cultivos básicos y ganado tanto mayor como menor, y se redujeron 75 por ciento los mantos acuíferos en las regiones centro, desierto y sureste del estado.
A pesar de este panorama, las autoridades federales no consideran prioritaria la atención a las zonas áridas. La gente aquí se pregunta si podrá mejorar su nivel de vida o continuará en la marginación por el olvido gubernamental.