Entre apagones y bromas de Durito se empezó a crear el mundo nuevo
Jaime Avilés, enviado, La Realidad, Chis., 8 de abril Después de la reunión continental americana, que finalizó anoche aquí, ahora sabemos que en Estados Unidos, por lo menos, existen 11 comités de solidaridad con la lucha del EZLN, que pronto aparecerá una nueva página zapatista en Internet, con suscriptores que viven entre Argentina y Canadá, y que a pesar de las peores predicciones en contra, no sólo fue posible sino fructífero y exitoso este diálogo horizontal entre activistas, estudiantes e intelectuales indígenas y mestizos de todas las regiones de América.
No obstante, hubo quienes se ofendieron la noche del sábado cuando Marcos leyó la ponencia de Durito e insinuó que la mesa de economía ``está demasiado política'', la de ``cultura muy económica'', la de ``política muy culturalizada'' y ``la social tiene de todo menos sociedad''. Y es que los 400 participantes habían estado trabajando en serio desde la mañana del viernes, luego de las penurias y los desaguisados previos a la inauguración, que impidieron el ingreso de 60 personas no invitadas y las expulsiones de algunos que no supieron guardar las formas o perdieron el estilo, tanto los presuntos culpables como las probables víctimas de alguna injusticia.
La Realidad, Chiapas. Ofelia Medina y el pequeño Clinton
en el Aguascalientes. Foto: José Antonio López
La reunión, sin embargo, se desarrolló en un clima de trabajo y cooperación, en ciertos casos tomado tan a pecho, que la noche del domingo, durante su discurso de clausura, el propio Marcos tuvo que aclarar, para defender la broma de la víspera, que ``esto de hacer un mundo nuevo es una cosa muy seria y, si no nos reímos, nos va a salir un mundo cuadrado''.
Alerta en Tabasco
Después de varias semanas de terrible calor en la selva, el sábado a las tres de la tarde cayó un señor chubasco sobre la cañada de Las Margaritas, que tuvo dos consecuencias principales: un extenso apagón desde el ejido Tabasco hasta la fantasmagórica Guadalupe Tepeyac --es decir, casi 80 kilómetros de inminente oscuridad en todos los poblados rebeldes del camino-- y la consiguiente alerta de las tropas del gobierno.
De pronto, de los campamentos de la Secretaría de la Defensa ubicados en las cercanías de Vicente Guerrero, Nuevo Momón y Guadalupe Tepeyac, empezaron a salir los carros anfibios, los jeeps artillados y los camiones de transporte de tropas. Yo venía de San Cristóbal y después de la bajada que hay entre Gabino Vázquez y ejido Tabasco, encontré en una curva una escena inusual: soldados, armados hasta los dientes y en posición de combate, apuntando hacia el fondo de una barranca.
Más adelante pasaron en sentido contrario dos anfibios, a toda velocidad, mordiendo con sus poderosas llantas el mazacote amarillo en que se había convertido la terracería. Y casi para llegar a Vicente Guerrero me crucé con dos camiones, cuyos hombres iban apostados contra las redilas y con los fusiles preparados para entrar en acción. Y cuando apenas entrada la noche llegué a La Realidad, otros viajeros contaban testimonios similares.
Adentro, en el Aguascalientes zapatista, bajo la cruda luz de centenas de focos pelones, había una multitud sonriente, asoleada y tranquila, como si estuviese disfrutando el día en la playa, que movía las manos con extraña lentitud, como si estuviese quitando del aire telarañas invisibles. Y es que, después de la lluvia y convocados por el resplandor de la electricidad, miles de mosquitos practicaban audaces vuelos rasantes en torno de las orejas y las narices de todos.
Eran unos insectos muy curiosos, cuyos equivalentes en el mundo submarino podrían ser los tiburones gata, que muerden pero no tienen dientes, así como estos chaquistes nada más joden pero no logran picar. Y si la composición del público era, de por sí, heterogénea, pues los jefes indios del Canadá, con sus largas trenzas, contrastaban con las melenas teñidas de henna morada de la palomilla de muchachas que revoloteaban en torno de un sobrino nieto de Ernesto Guevara El Che, el espectáculo por momentos se tornaba risible, de no ser por los frecuentes ``¡carajo!'', que proferían en inglés, francés y sobre todo español, las víctimas de aquel simulacro.
Otro clima
A diferencia, por ejemplo, de la primera Convención de Aguascalientes, que dejó curados de espanto a muchos intelectuales, en este encuentro las mesas de trabajo se ciñeron a los temas de discusión --política, economía, sociedad, cultura y pueblos indígenas-- y los ponentes se esmeraron en una tarea estratégica: responder a la pregunta esencial de qué es el neoliberalismo.
Así, en la mesa de economía, concluyeron, por ejemplo, que ``el neoliberalismo se concibe a sí mismo como la utopía de la unificación entre el liberalismo y la tecnología moderna'', mientras en la de política acordaron que ``una de las principales características del neoliberalismo es el autoritarismo, la destrucción de las conquistas sociales y el desconocimiento de los derechos de los pueblos y de los inmigrantes, pero sobre todo la criminalización de las respuestas sociales para justificar jurídica y constitucionalmente la represión de los movimientos de resistencia''.
Ahí mismo se convino en que esta doctrina ``descansa sobre una visión occidentalizadora y positivista del desarrollo, ante la cual debemos rescatar de nuestra memoria histórica los elementos para resistir culturalmente y elaborar una propuesta civilizatoria o, si se prefiere, una utopía alternativa''.
Los antropólogos, congregados por su parte en la mesa ``social'', presentaron, a guisa de conclusiones, un diagnóstico: en América Latina, el neoliberalismo ``genera tristeza social, desesperanza política e incertidumbre; sus efectos en el medio rural son devastadores y en las ciudades carece de políticas urbanas sustentables, por lo cual destruye el medio ambiente, las tradiciones y la cultura alimentaria''.
Nueva plana zapatista
Al oír la palabra ``sustentable'', me alejé pensando en que éste es ya un término del lenguaje de los tecnócratas que ha sido adoptado por las capas subalternas, y me acerqué a la mesa de ``cultura'', al menos liberada de las viejas cargas ideológicas y en donde las contribuciones más brillantes versaron sobre los medios de comunicación masiva, resumidos en la palabra ``prensa'' --la cual, según esto, ``ha dejado de ser un cuarto poder para convertirse en el más importante de todos''--, y sobre el papel de los artistas, cuyo trabajo es una ``práctica de resistencia cultural'', o algo así que merece llegar más lejos.
En la mesa de trabajo sobre ``pueblos indios de América'', la quinta pero no la última, quienes llevaron la voz cantante fueron los jefes indios de Canadá y Estados Unidos, representados por Vernon Bellecourt, del American Indian Movement, y William Means, del International Indian Treaty Council, así como por activistas del grupo Tonatierra, de Phoenix, Arizona, y la Corte Internacional de Justicia de los Pueblos Originarios de las Cuatro Direcciones, que tiene su sede en Ottawa.
Y mientras estos hombres y mujeres dialogaban sobre las respectivas experiencias del pueblo shaoshomi, discutían la Declaración de Tlahuitoltepec que precisa ``los derechos fundamentales de los pueblos de indolatinoamérica'' y muchos otros problemas y aspectos que darían a luz el reporte de conclusiones más abundante y de letra más pequeña, me asomé a la mesa de los jóvenes, que no estaba en el programa, pero que despertó enorme entusiasmo.
Y fue aquí donde jóvenes provenientes de Guatemala, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Estados Unidos, Quebec y desde luego México, resolvieron fundar una nueva página en el ciberespacio de Internet, para coordinar en todo el continente americano formas de resistencia civil contra el neoliberalismo y de apoyo específico al EZLN. Una de sus primeras tareas será ponerse en contacto con sus coetáneos en Brasil, a través del ex secretario general del Partido del Trabajo, Gilberto Carvalho, que vino a La Realidad a nombre de Luíz Inácio Lula da Silva y el Foro de Sao Paulo.
Por momentos, lo confieso, daba miedo detenerse a charlar con quien fuera, porque toda la gente estaba en plan de difundir los problemas, las experiencias y las iniciativas de sus lugares de origen, y lo mismo podían resumirte una ponencia respecto de ``El antropólogo como objeto consumible'', que ponerte al corriente de las últimas calamidades ecológicas del Cono Sur, sintetizarte la visión que ciertos líderes chicanos tienen acerca del EZLN o contarte la génesis de un mito autóctono de Quebec.
Preguntando, aquí y allá, logré sin embargo poner en claro que los comités de solidaridad con los zapatistas en Estados Unidos, ``los que de veras trabajan'', se distribuyen cuantitativa y territorialmente así: dos en Austin, dos en Nueva York, uno en Chicago, uno en Sacramento, uno en Los Angeles, uno en El Paso, uno en Alburquerque, uno en Utah y uno en Newark, donde, me dijo el declarante, los ``los ladrones se roban los coches en menos de dos minutos''.
Y así, estando en todas partes y en ninguna, después de los largos periodos de descanso destinado a la comida, la afinación de documentos y propuestas, el lavado de miles y miles de dientes y la revisión de hamacas y tiendas de campaña en busca de alacranes, llegó por fin la hora de la clausura, al cabo de un recital de violonchelo que, dada la hora, estuvo a punto de provocar un ataque general de narcolepsia masiva.
Hoy lunes, después de los discursos de medianoche y del adiós colectivo al alba, mientras las abejas zumban sobre el hedor de las letrinas y el humo delata las hogueras de basura, Ofelia Medina, descalza y con laringitis, acarrea cajas y cajas de botellas vacías, Paulina Fernández Christlieb calcula cuánto se tardará en descansar de este tremendo esfuerzo, mientras las mujeres y los jóvenes de la comisión de prensa desarman los fotocopiadoras, con unas ojeras tan grandes como las de todos los habitantes de La Realidad, a quienes el repentino silencio que sirve de foro a los grillos, les parece de nuevo ficticio.