Arnoldo Kraus
El efímero valor de la vida

Al recorrer una pequeña porción del estado de Oaxaca, uno se entera que ``buena parte'' de los naturales, y sobre todo aquellos varones en edad y necesidad de laborar, han emigrado porque ahí no hay fuentes apropiadas. Se dice que Ciudad Netzahualcóyotl alberga a la mitad de los oaxaqueños migrantes y que ``probablemente'' el resto se encuentra en Estados Unidos. Los entrecomillados ``buena parte'', ``probablemente'' son míos y denotan desconfianza hacia la mayoría de las estadísticas gubernamentales, en donde suelen usarse los números como mejor convenga. Sabemos cuántos mexicanos indocumentados radican en el vecino del Norte? Acaso conocemos cuántos han muerto?Me referí inicialmente a Oaxaca por haberlo visitado recientemente o por serendipia. El enlistado de los connacionales recientemente fallecidos o accidentados en Temecula, California, nos ubica en la realidad: Colima, Michoacán, estado de México, Guanajuato, Guerrero, Jalisco y Veracruz, son tan sólo algunos de los estados cuna de quienes emigran para que sus familias no mueran de hambre. En síntesis, México, todo México, se ha convertido en exportador de mexicanos ``baratos'' hacia Estados Unidos, fenómeno indeseable pero lastimosamente necesario. Hay que decirlo: gracias a los trabajadores migratorios un gran número de connacionales perviven. Olvidar que la segunda fuente de divisas de nuestra nación son los dólares enviados a través de la frontera norte sería restarle seriedad a la discusión. Nuestro país debe responder por sus habitantes antes que los sinsabores de la miseria los expulse y los polleros y contratistas estadunidenses los maltraten.

Otros vericuetos son los motivos del lobo. Es válido presuponer no puedo afirmarlo, que en Estados Unidos la necesidad de ``mano barata'', con la consiguiente y en ocasiones poco humana explotación de tercermundistas, se encuentra saturada. Esa es, sin duda, una de las razones pivote por las cuales las acciones de nuestros vecinos se han endurecido. Acostumbrados a los productos de desecho, infatigables inventores de reciclar y por extensión devoradores como ninguna otra nación de recursos naturales y humanos, es probable que a partir de ahora los indocumentados mexicanos sean catalogados como desechables, reciclables o no indispensables. La ley de la oferta y la demanda rige todo: mientras unos sigan dispuestos a ofrecer su vida por ``algún'' dinero, los del poder pueden disponer de todo. Incluso de las vidas.

A tales vericuetos hay que agregar otros insoslayables: ni Pete Wilson, ni la propuesta 187, ni Pat Buchanan son tropiezos fortuitos de la realidad. Si lo fuesen, contarían con votos negativos. El no exiguo apoyo recibido a las ideas de tan ilustres políticos, demuestra que la tolerancia de nuestros vecinos ha menguado. Y avisora también un futuro alarmante: el racismo y la xenofobia seguirán incrementándose en Estados Unidos. Quién no se ha sentido incómodo en algún aeropuerto del vecino país por viajar con pasaporte mexicano? Tales sinsabores obligan reflexionar: a pesar de estar constituida por las más diversas culturas y grupos étnicos la sociedad estadunidense es altamente racista. Ya, la Torre de Babel, hace demasiado tiempo, se desquebrajaba al ser testigo mudo de la infinita falta de entendimiento entre los seres humanos.

El problema de las recientes muertes de connacionales en Estados Unidos, sea por la volcadura de una camioneta llamémosle accidente, de la saña animal con la que los policías propinaron tremenda paliza a indocumentados en Riverside denominémosle brutalidad californiana o de las incontables muertes en las aguas del Río Bravo que por su nombre corresponde a abandono e irresponsabilidad del gobierno mexicanoenmarca la nueva relación fronteriza entre las dos naciones.

Dentro de mi ``normal'' incertidumbre y poca fe en la especie humana, y convencido de la (casi) inutilidad de las palabras (Sirve de algo escribir?) no encuentro las lecturas o los pensamientos suficientes que modifiquen el contenido de mi desesperanza. Agotadas las posibilidades que permitan sobrevivir, los mexicanos más pobres seguirán cruzando aunque en el intento la vida dejen. Y, del otro lado, los estadunidenses, aceptarán nuevamente indocumentados, sin vejarlos ni matarlos, sólo cuando la actual mano de obra barata se encarezca, o así lo demanden la plazas de trabajo indignas para su ciudadanía.