La Jornada 11 de abril de 1996

Endurecer castigos no es salida, advirtió el ombudsman

Ricardo Olayo y Alonso Urrutia Cambiar para que todo siga igual.

Citando a Lampedusa, el ombudsman capitalino, Luis de la Barreda, se refirió así a la actuación histórica de las policías y autoridades que procuran justicia en la ciudad, y alertó sobre el riesgo de que esta practica quiera conservarse hasta nuestros días.

De Savater, Voltaire y Cortázar, De la Barreda tomó los argumentos para criticar a las rémoras de la impunidad. Porque aparentar el cambio para que nada cambie es la lógica del gatopardismo en la que no pasa nada.

Ausentes el procurador de Justicia, José Antonio González Fernández, y el secretario de Seguridad Pública, David Garay, y visiblemente intranquilo, el director de Reclusorios, quien llevó la peor parte por el incumplimiento a recomendaciones, el pleno de la Asamblea se quedó a medio gas, sin lanzarse a fondo en materia de derechos humanos.

El ombudsman aludió al secretario de Seguridad Pública, David Garay, por la defensa que el funcionario ha hecho de la pena de muerte. Esa polémica ``debió quedar superada para siempre hace dos centurias'', dijo, y parafraseando al cuentista Edmundo Valadés subrayó: ``Entre nosotros la pena de muerte ya no tiene permiso''.

Sembró la duda: si consideramos válido que el Estado mate también tendríamos que justificar que torture, mutile o imponga penas infamantes. Es verdad que la delincuencia es aborrecible. También lo es la antropofagia, y no por ello hay que comerse a los caníbales.

Este defensor de derechos humanos, el primero en la historia de la capital, comparó a Voltaire con el ombudsman, porque no teme a la notoriedad, sino que la convierte en su principal instrumento de combate al emitir una recomendación. Y aún más, equiparó a la recomendación con una figura cinematográfica hollywoodense, la del cowboy del mítico Viejo Oeste, que sólo sacaba su pistola para disparar. La eficacia de la CDHDF, reafirmó De la Barreda, tiene sustento en la fuerza moral de su autoridad.

Alzó la voz para llamar infundio la versión de que defiende delincuentes y dijo que negar los derechos humanos equivale a negarnos como sujetos civilizados. Recordó la evolución del cerebro, cuya última corteza es la responsable de la poesía, la filosofía, la medicina, la ética y la música. Bajo esa capa coexisten las del simio y el reptil, apaciguadas y contenidas por la razón, añadió.

Compareció poco más de cuatro horas. Hace unos días llegó de la Universidad de Sulia en Venezuela, donde dictó la catedra de la que es titular. A su regreso al DF se dio tiempo para ver ganar el domingo a su equipo las Chivas de Guadalajara, avanzar en su nuevo libro, conocer las quejas de la CDHDF y preparar su comparecencia, nutrida de aplausos por algunos miembros del Consejo, aunque la priísta Cristina Alcayaga, presidenta de la mesa directiva, le escatimó su título de doctor en Derecho y en infinidad de ocasiones lo llamó simple y llanamente licenciado.

Sobre la labor de la CDHDF dijo: ``No es igual tener ombudsman que no tenerlo''. Asentir que ha habido avances, es reconocer que ``no todos los gatos son pardos'', finalizó