Empecinado en mantener una política económica que no aceptan ni los supuestos beneficiados de ésta, ni sus aliados históricos, sin los apoyos cautivos de antaño, el gobierno mexicano ha llegado al punto en que prácticamente no cuenta con el respaldo de ningún sector de la sociedad.
En el lapso de dos semanas se han acumulado tantas y tan variadas críticas que bien podría hacerse el inventario de los problemas actuales a partir de las decisiones, de los titubeos y de las omisiones gubernamentales.
La iniciativa privada ha expresado su malestar por el engaño acerca de la recuperación económica, por el incumplimiento de las medidas que el gobierno anuncia, y por la ``espiral diabólica'' en que se encuentran las empresas: no hay créditos, no se pueden pagar los altos intereses, no hay producción, hay despidos, no hay empleo, no hay salarios, no hay consumo, si unos no compran los otros no venden, y así sin que se vea el fin.
Consecuencias de esa política económica son, por un lado, la creciente emigración que lleva a miles de mexicanos a arriesgar su vida en busca de un empleo, de un ingreso, del otro lado de la frontera norte; y las salidas más desesperadas que se traducen en la inseguridad social que el gobierno no quiere entender en su contexto y por sus causas económicas. Ante estos dos aspectos que no son los únicos del mismo fenómeno, las respuestas gubernamentales han recibido también merecidas críticas. Desde el Congreso de la Unión los senadores reprochan al Poder Ejecutivo su política exterior y critican la debilidad gubernamental en la defensa de los mexicanos en el extranjero, especial y gravemente en Estados Unidos. Desde el Consejo de la Comisión Nacional de Derechos Humanos se invita a los diputados y senadores a que antes de aprobar las reformas legales que supuestamente servirían para combatir la delincuencia organizada, reflexionen y consideren que la inseguridad pública y el incremento de la delincuencia tienen entre otras causas la extensión de la pobreza, la disminución del ingreso y su injusto reparto, el incremento del desempleo, la corrupción.
Para el México rural el gobierno tampoco tiene respuestas positivas. A la advertencia hecha por las organizaciones del sector privado y social del agro acerca de la inviabilidad del programa Alianza para el Campo si no se soluciona el problema financiero, el gobierno de Zedillo les respondió que no hay recursos para impulsar nuevas alternativas. No hay respuestas satisfactorias para las once organizaciones que conforman el Congreso Agrario Permanente, pero tampoco las hay para quienes no forman parte de ese programa. En círculos priístas se desechó la posibilidad de que antes de que comience el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, se tenga lista la iniciativa de reformas constitucionales para enmarcar los derechos de los pueblos indios, iniciativa que debe elaborarse con base en los acuerdos de San Andrés entre el gobierno y el EZLN.
En otras esferas los problemas igualmente se acumulan sin que el gobierno pueda dar satisfactorias salidas. Incapaz de concretar las reformas que en materia política ha anunciado desde que empezó el periodo de gobierno, la llamada reforma del Estado se vuelve a posponer porque no hay materia de iniciativas de ley para el periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión que en pocas semanas va a concluir.
En materia económica, política y social, entre empresarios industriales y comerciantes, o entre trabajadores, en el campo y en la ciudad, en el interior del país y en el extranjero, el gobierno mexicano cosecha todo tipo de críticas. No parece haber un solo aspecto de la vida nacional en el que el gobierno mexicano cuente con el apoyo de la población. Aparentemente todo es sostenido por un pequeño núcleo dentro del grupo en el poder, núcleo muy reducido, de una minoría que ha comprometido al país entero, sin reparar en los daños económicos ni en los costos sociales de tales políticas. Tal obstinación frente a tantas y tan variadas protestas procedentes hasta de círculos cercanos al poder político y económico en México, es inquietante por cuanto al descontento social que en México se está acumulando y que no obtiene respuesta ni encuentra salida.