Sirva esta reseña como complemento o colofón al prolijo texto publicado hace algunos días en estas páginas, y sobre el mismo tema, por Pablo Espinosa.
El martes 9 de abril la Sala Xochipilli de la Escuela Nacional de Música sirvió como escenario para la presentación de un disco compacto realmente interesante, que contiene obras de música de cámara para cuerdas de Julio Estrada (1943). Como suele ocurrir en este tipo de sesiones, las palabras y la música fueron los medios empleados para dar a conocer ésta, la más reciente producción discográfica con música de Estrada, grabada y producida por una prestigiosa etiqueta francesa. Y como suele ocurrir también, fue posible aprender algunas cosas interesantes a partir de lo dicho por los personajes convocados para presentar el mencionado disco.
De manera muy organizada y sistemática, Velia Nieto ofreció a los numerosos asistentes un perfil bastante completo de Julio Estrada, a partir de consideraciones conceptuales, técnicas, expresivas y estéticas relativas al pensamiento musical del compositor y su producción. Tan conciso y directo fue el texto leído por Velia Nieto, que bien pudiera servir como una primera introducción para todo aquel que, sin conocerla, quiera acercarse a la música de Estrada.
En segundo lugar, Roberto García Bonilla dio lectura a un texto más breve y menos específico, en el que a título personal se refirió, entre otras cosas, a lo que en mi opinión ha sido una de las grandes contribuciones de Estrada al discurso musical en México: sus estupendos programas radiofónicos en los que, con una lucidez singular y un envidiable conocimiento de causa, promovía y daba a conocer el amplio espectro de la música nueva, haciendo periódicas referencias a músicas medievales y renacentistas, a la tradición étnica de culturas diversas y, en general, a muchas áreas de la música, siempre enfocadas hacia el quehacer musical de hoy.
La lectura que hizo García Bonilla de su texto me hizo recordar mis primeros contactos con la música nueva, precisamente a través de los fascinantes programas que Estrada conducía en las frecuencias de Radio UNAM.
Recordé especialmente la sabiduría y la elocuencia con las que Estrada solía hablar (lo hizo de nuevo esta tarde) sobre el tiempo, el silencio y la memoria, temas musicales que le apasionan y que conoce a fondo.
Más adelante, Julio Bracho realizó una intervención lírica, dispersa y un tanto incoherente, en la que el único elemento rescatable fue su mención de la tragedia como elemento fundamental en el discurso musical de Julio Estrada.
Y como suele ocurrir en este tipo de presentaciones, fue convocado uno de los intérpretes del disco para hacer un poco de música. El intérprete en cuestión fue el espléndido contrabajista italiano Stefano Scodanibbio, admirable no sólo por su técnica asombrosa y su intuición musical infalible, sino también por su compromiso invariable con la música contemporánea. Con la excelencia que lo caracteriza, Scodanibbio interpretó sólidamente las piezas yuunohui'nahui, canto alterno y miqi'nahual, que él mismo había grabado en el disco en cuestión.
La parte musical de esta presentación se complementó con la audición parcial de ishini'ioni y yuunohui'se, reproducidas directamente de la grabación y comentadas de viva voz por Estrada. La audición de las obras, aunada al texto leído por Velia Nieto y a los comentarios estrictamente musicales del compositor sirvieron para confirmar que Julio Estrada es uno de los creadores más importantes de nuestro ámbito musical, y un pensador cuyas especulaciones profundas y complejas (así como las obras que de ellas surgen) merecen más atención y difusión de la que se les ha dado. Y fue precisamente respecto a estas cuestiones que surgieron los momentos polémicos de la sesión.
Además de lo reseñado arriba, la velada incluyó algunas intervenciones de Estrada, en las que además de hablar un poco de música reiteró enérgicamente, con el estilo alternativamente incendiario y socarrón que le es característico, su desprecio profundo por las instituciones y las autoridades culturales y musicales de este país. Para utilizar una expresión popular, el compositor no dejó títere con cabeza, y reservó sus palabras más duras para el Consejo y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y para los programas de becas y apoyos de estas instituciones. Servilismo, coptación, corrupción y falta de ética fueron algunos de los términos que usó Estrada para referirse a esas instituciones, a sus funcionarios actuales y anteriores, y para explicar lo que él denomina su autoexilio. Estrada propinó, incluso, un fuerte golpe a La Jornada, mencionando una añeja querella que el compositor ha tomado evidentemente como una ofensa personal.
Así pues, haciendo un balance de lo ocurrido la tarde del martes en la Sala Xochipilli es posible afirmar que el disco presentado es realmente interesante y que vale mucho la pena de ser escuchado y difundido. Y también es posible afirmar que los temas de política cultural abordados por Estrada son temas que bien vale la pena discutir, pero con todas las cartas sobre la mesa y en ámbitos donde en verdad pueda generarse un intercambio de ideas al respecto, porque de otra manera quedarán en el aire cabos sueltos y verdades a medias, como ocurrió esa tarde.
En el punto álgido de su declaración, Julio Estrada utilizó la palabra asco para definir la reacción que le causan el CNCA, el Fonca, sus becas y sus becarios.
A mí me dio más asco ver entre el público a algunos de esos becarios, semiocultos en el anonimato de la masa, aplaudiendo rabiosamente las palabras de Estrada en contra de las becas. No se vale.