Enrique Calderón A.
A propósito de ilegales

Durante los últimos días la sociedad mexicana ha quedado enterada por los medios, de la violencia y los abusos cometidos por la policía de California y la ``Border Patrol'' en contra de los trabajadores indocumentados mexicanos.

Especial importancia se ha dado a la golpiza salvaje que dos policías estadunidenses inflingieron a dos hombres y a una mujer inermes que no les oponían resistencia alguna; luego la atención se dirigió al accidente en el que siete ciudadanos mexicanos de origen humilde perdieron la vida durante una persecución que hacían tras ellos algunas unidades de la patrulla fronteriza, en las cercanías de la población de Temecula, en el Sur de California.

Las noticias, las fotos y los reportajes que han cubierto los diarios mexicanos y la televisión, hablan por sí solos de los altos niveles de xenofobia y de racismo a los que se está llegando en el país vecino, en contra de México y de los mexicanos; sin embargo, hay otros elementos a los que se ha dado poca atención y que resultan igualmente graves: así en los dos hechos señalados, los inmigrantes mexicanos viajaban en camionetas de tipo Pick-up, que desde luego no ofrecen seguridad alguna para los ocupantes, menos aún cuando los vehículos están en las deplorables condiciones observadas en las fotografías, y con el exceso de carga a las que estaban siendo sometidas.

Viajar en esos vehículos, como aparentemente lo hacen nuestros compatriotas, no es sino resultado del drama que hoy vive la nación entera; se trata de mexicanos, hombres y mujeres como nosotros, que ante la falta de empleo, de oportunidades, del dinero mínimo para sobrevivir, toman la decisión desesperada de arriesgarlo todo, la vida incluida, para cruzar la frontera en busca de trabajo y de unos cuantos dólares para mandar a sus familias.

Los trabajadores agrícolas mexicanos han buscado de tiempo atrás migrar a Estados Unidos; ya en 1975 nuestros demógrafos hablaban de las ``migraciones recientes'' de más de tres millones de mexicanos, para trabajar como peones agrícolas en el Sur de Estados Unidos (un 4 por ciento de la población nacional de aquellos años). El fenómeno era atribuido entonces a fallas en los proyectos agrícolas mexicanos, a falta de créditos y exceso de corrupción, y en menor medida, también, a la falta de mano de obra en las productivas zonas agrícolas de Estados Unidos.

Hoy la dimensión del problema es varias veces mayor, el colapso del sistema político-económico, la destrucción de la agricultura tradicional de las pequeñas unidades ejidales y la incapacidad de generar nuevos empleos para los jóvenes, está produciendo oleadas de migrantes, similares sólo a las de los países en guerra. Cuántos mexicanos y mexicanas se han visto forzados a huir del país que ya no tiene lugar para ellos? Cuál es la relación que existe entre el drama de los trabajadores indocumentados y las protestas generalizadas que se dieron en todo el país, en ocasión del aniversario luctuoso de Zapata?Casualmente, el gobierno que nos informa mes a mes de las cifras macroeconómicas de la balanza comercial y las exportaciones, se abstiene de emitir información alguna sobre los trabajadores sin documentos (de origen campesino en su inmensa mayoría) que cruzan la frontera. Cuántos han sido? Cuántos suman hasta hoy? Acaso más de 8 millones acumulados en los últimos 15 años?El gobierno de Ernesto Zedillo sabe, o debiera saber, que el drama de los trabajadores migratorios indocumentados es uno de tantos síntomas de que las cosas en México están mal, por más que nos cuenten lo contrario, y que el problema seguirá agudizándose mientras ellos continúen con sus planteamientos económicos irresponsables y ajenos a la realidad nacional.

De la misma manera, el señor William Clinton y sus colaboradores, con todos sus aparentes halagos y beneplácitos a las medidas económicas del gobierno mexicano, quizás debieran comenzar a aceptar que esas brillantes medidas y los graves problemas que están ocurriendo en sus fronteras, distan mucho de ser fenómenos aislados.