Un general de división cubano denuncia con datos precisos el traslado de medios aéreos ofensivos y la concentración de efectivos aero-navales frente a la República de Cuba. El tipo del armamento en cuestión hace excluir misiones de control de los vuelos desde y hacia Cuba o acciones defensivas que, por otra parte, son impensables, dada la desproporción de fuerzas entre Cuba y Estados Undos que hace imposible que David ataque a Goliath. El jueves pasado se supo además que, cuando el gobierno de La Habana derribó las avionetas del grupo de exiliados Hermanos al Rescate, las autoridades militares estadunidenses habían estudiado medidas de represalia que habrían consistido en el bombardeo ``quirúrgico'' de una base aérea o en un bloqueo naval. Simultáneamente, altos funcionarios del Pentágono hicieron saber tres datos preocupantes: que desde hace rato, como era de imaginar, tienen estudiado un plan de acción bélico para el escenario cubano; que hay una gran presión del Partido Republicano para que lo apliquen y, por último, que el Comando del Atlántico y el Pentágono desaconsejan extremar las medidas contra Cuba y cerrar todo espacio a la negociación política de las diferencias, porque, argumentan, ``Cuba no es Haití''.
Es evidente que las relaciones entre La Habana y Washington dependen de cualquier provocación o acto inconsiderado que puedan realizar con o sin la convivencia de sectores políticos o de la administración estadunidense los exiliados extremistas de Miami, que tienen excelentes contactos con la mafia y con la extrema derecha del país donde se asilaron y quieren precipitar la situación hacia un enfrentamiento armado, del cual esperan la caída del gobierno cubano. Bastaría un nuevo vuelo sobre tierras o aguas cubanas, con la tolerancia o el respaldo de autoridades civiles y militares de Estados Unidos, para que la pólvora seca tan cuidadosamente acumulada pudiese estallar, creando una situación trágica para Cuba y todos los países vecinos. La concentración de fuerzas militares agrava ese peligro, que amenaza a todos los pueblos latinoamericanos, el derecho de autodeterminación, la legalidad internacional, la paz en nuestro continente. Cuba, en efecto, ``no es Haití'' y una agresión militar de Estados Unidos podría provocar un conflicto largo, sangriento y con graves repercusiones en toda América Latina.
La cautela que desean exhibir los altos jefes militares estadunidenses no es garantía suficiente. En primer lugar, porque los militares, cuando quieren actuar, nunca declaran sus objetivos bélicos y, por el contrario, consideran una buena táctica aparecer como víctimas de la intransigencia ajena, obligadas a guerrear contra su voluntad. Por lo tanto, son poco creíbles. En segundo lugar, porque no están inmunes a las presiones del poderoso establishment político y de la industria armamentista, las cuales pueden llevarles a caer en aventuras.
El hecho mismo de que se hable de guerra, aunque sea limitada, y de presión militar es, por consiguiente, intolerable y las denuncias concretas de la parte débil deben ser tomadas en cuenta. México tiene una tradición de defensa de la paz y ha defendido siempre la autodeterminación del pueblo cubano. Más que nunca procedería hacer saber a las autoridades estadunidenses, que tienen un largo historial de agresiones y ocupaciones en nuestro país y en nuestra región, que los derechos de Cuba no se tocan y que sólo los cubanos, en la isla, pueden decidir su propio destino.