``Para que tus libros fueran realmente conocidos me dijo un colega, tú tendrías que ser quien no eres y en tus libros tendrías que tratar como no tratas temas sociales, sexuales y políticos''. Por más absurdas que sean, sus palabras tienen algo de verdad. Si en ``mis'' libros ``yo'' tratara esos temas de no sé qué manera, no dudo que esos libros alcanzarían hoy en día mayor difusión, pero no serían los libros que yo he escrito. Quién soy? Cómo trato yo los temas? Por qué no son conocidos mis libros?Ayer llegó a casa a entrevistarme una profesora extranjera. Supongo que para justificar por qué no me había contactado sino al final de su visita a México, y por qué era yo la última de su lista de escritoras mexicanas que conformarían la sustancia de su investigación, me informó que había buscado en vano mi nombre en determinados libros de referencia. Para no perder cara, le enumeré otros en los que sí habría podido encontrarme, pero a solas me pregunté por qué, una vez más, en aquellas otras fuentes yo no había sido tomada en cuenta. Qué hace a un autor, a sus libros calificables? Hacia dónde, hacia qué debe aquél apuntar para existir? Qué valores determinan qué categorías?En una triste ocasión, en los pasillos de la funeraria en la que muchos amigos velábamos a Juan Rulfo, me crucé con un viejo crítico que en voz baja y aparte me dijo cómo le había gustado el libro que yo acababa de publicar. Por entonces yo era prácticamente una principiante; me habría hecho bien que alguien, algún testigo cualquiera oyera sus elogios. Qué le faltó a ese libro mío para que ese crítico lo hubiera apoyado en voz más o menos alta ante un tercero?Si en 1968, en una crónica de sociales, aparezco, inédita, como Bárbara Jacob, sin ese, lo entiendo; que el mes pasado un agregado cultural de Relaciones Exteriores de México dirija un sobre a Bárbara Jacob, sin ese, me hace preguntar qué pasa? Soy, o no soy, o quién soy?Es muy difícil para un escritor, o pintor, o músico, llegar a ser conocido. Son elusivas las razones que hacen que un autor lo sea pronto y otro quizás nunca. Son razones? O más bien el misterio indica que son sinrazones. Que nadie sabe por qué. Son variables. Ni siquiera el tiempo asegura que los juicios hayan sido fallidos o acertados, ni que la paciencia de los relegados será recompensada.
Una amiga mía se fue a vivir a Knigsbach, en Alemania, hace más de 30 años. La imagen que a lo largo de ese tiempo le fui dando de mí, con el envío gradual de mis libros y la noticia de algún premio, de alguna traducción, se vino abajo en 1992 cuando, al enterarse de que la Feria del Libro de Frankfurt estaría dedicada a México, viajó ahí para buscarme y no me encontró. Qué requisito me faltó para que las autoridades me hubieran cosiderado invitable?La noche que recibí el premio Villaurrutia de escritores para escritores busqué entre la concurrencia a mi editor. De su parte, alguien me informó que éste no asistiría; en ese momento acompañaba a un autor que se encontraba deprimido. No éramos atendibles ambos? Si la deprimida hubiera sido yo y el premiado mi colega, a quién de los dos habría apoyado nuestro editor? A quién apoya un editor? Y qué, en cada quién? La persona, la obra?Adujunto a la carta en la que mi agente literaria contestaba a mis cuestionamientos con la paradoja de que ella sabía que mis libros eran buenos, pero los editores a quienes se los enviaba los rechazaban, y con la invitación a que buscara otra agencia si no creía más en la de ella, incluía dos contratos de publicación para que yo los firmara y se los devolviera. Qué da paso a qué hechos? Cuándo un hecho bueno desencadena otro? Cuándo un hecho bueno muere en sí mismo?Ni colegas, ni profesores, ni críticos, ni autoridades, ni editores, ni agentes literarios parecen contar con datos seguros a la hora de situar o sencillamente tratar a un autor. Los datos fijos, inamovibles, existen. Por qué tienden a ser ignorados? Con tenerlos precisos y presentes, el orden se impondría al caos. Qué pasa? Escatimar los datos concretos de la obra de un autor y no no de la de otro obedece a una consigna consciente y voluntaria, o está a merced del azar?Mis reflexiones, o si quiere llamárselas quejas, no son aisladas. Expongo algunas de las más representativas de lo que quiero decir. Todos nos quejamos de todo. Las cosas de las que se podría quejar cada quién! Quién tiene razón? Quién rompe los círculos?En estos días ha aparecido La literatura mexicana del siglo XX (México, CNCA, 1995), de José Luis Martínez y Christopher Domínguez Michael. Es una historia dividida en dos partes. De 1910 a 1960, es obra de José Luis Martínez, que nació en 1918; de 1955 a 1988, de Christopher Domínguez, que nació en 1962. El libro ha recibido críticas adversas; por su parte, Martínez y Domínguez prometen rectificar. El meollo del problema es el de siempre en estos casos. Interrogantes acerca de ciertas ausencias o presencias; juicios favorables o desfavorables pero desproporcionados; descuidos; apresuramientos; enfoques de desorientados.
Recogidas por la prensa y en corrillos, estas críticas confirman que no estoy sola en mi reflexión: De qué depende que un autor o sus libros sean bien valorados? La respuesta es tan elusiva que habría que intentar caminos nuevos para encontrarla. Ya tuvieron Martínez y Domínguez la oportunidad de juzgar su respectiva época y a sus respectivos contemporáneos; qué habría pasado si en lugar de explorar las obras de sus estrictos contemporáneos (con sus prejuicios, simpatías y diferencias y subjetividades), los críticos hubieran decidido examinar cada uno la época del otro?