AUTOPISTA

Autopista en el exilio

Cosecha fascista
Franklin/ Los caricaturistas
y la guerraespañola
CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Magias

Ésta es la cuarta y última entrega sobre el pánico.

He dicho que las fobias son enfermedades, pero, claro, no hay acuerdo universal en esto. Todo depende del criterio que usemos para aplicar la palabra "enfermedad". Si el modelo son padecimientos como salmonelosis, diabetes o artritis, entonces no es enfermedad. Pero aceptemos que no es fácil saber qué entendemos por "enfermedad". Por ejemplo, por qué la miopía no es enfermedad?.

No me quiero meter ahora en eso, aunque el asunto es interesante; sólo pido que se reconozca generosamente que algo le sucede a una persona que sube a pie 20 pisos sólo porque no puede viajar 30 segundos en elevador.

Se considera semienfermedad a las fobias porque no parecen tener base fisiológica, sino meramente psicológica. Son desórdenes no del cuerpo sino de la imaginación y de la conducta. Aunque esto es justamente lo que hace fértil el desorden de pánico, porque el caso anómalo, extremo e incapacitante puede iluminar el misterio de nuestros habituales procedimiento imaginativos.

Me refiero a algo que puede resumirse así: la imaginación ofrece siempre su producto como certidumbre. Supongamos que en una conversación normal entre marido y mujer, la mujer pide: "cuando me muera, quiero que me entierres donde está enterrado mi papá". Ella ha estado fantaseando y en su imaginación planea, como Winston Churchill, su propio funeral. Para hacerlo da por hecho que va morir antes que su esposo. No lo discute, lo asevera (en una zona mental oblicua a la atención): así va a suceder. Claro que nadie sabe qué va a sucerder, pero eso no le importa a la imaginación, ella no dice nunca "puede ser", sino "así es". Ésta es la razón por la que distinguir imaginario de real es tarea sutil, difícil, en la que tenemos que esforzarnos a lo largo de nuestra vida.

Y también por esto puede haber desórdenes de la imaginación, porque lo imaginario se nos presenta como real. Como dice muy bien el señor Montaigne: Fortis imaginatio generat casum (una fuerte imaginación generó el hecho).

Veamos cómo en un ejemplo clásico de pánico agorafóbico, al caso del puente (el puente tan temido, verdadero horror del agorafóbico), la imaginación fóbica opera igual a la imaginación de la mujer que planea su propio entierro.

La señora M. empieza a cruzar un puente. Camina un poco. Comienza a sentir ansiedad. Camina más, aumenta la ansiedad, se detiene (primer error: la señora se detiene porque interpreta el aumento de ansiedad como el inicio de un proceso que la conducirá al pánico). Mira alrededor, no hay ningún lugar de refugio (segundo error: invocar el recurso mágico, eso la debilita, ella misma con sus interpretaciones y acciones está generando lo que teme). Decide regresar (tercer error: se ha nulificado frente a lo que interpreta como proceso inevitable). Pero no, la desdichada mujer comprueba que ha avanzado tanto que ya no puede regresar. El ataque entonces se desencadena. (Conclusión: Fortis imaginatio generat casum.) Qué hubiera sucedido si la mujer, al sentir la ansiedad, en vez de interpretarla como signo de sucesos futuros hubiera corrido hacia adelante fijándose nada más en el ritmo y elegancia de su paso? Sí, claro, se habría calmado y el ataque no se habría producido.

Un fóbico es una persona que cree que comió algo envenando y traga apresuradamente un antídoto, pero yerra: lo que comió es inofensivo y el veneno está en el antídoto. Es decir, el pánico lo generan las defensas que el fóbico adopta para conjurarlo. Por eso hablamos de desórdenes: la red por la que corre la imaginación está viciada y ocasiona creencias y comportamientos también viciados. El enfermo necesita reeducar su imaginación en estos puntos. Su caso es extremo pero muy humano, es sólo imaginación corriendo por caminos equivocados. Pero esto es muy común.

Éste es el sutil reino de la magia, la fobia y el hechizo, la mala vibra, la buena, el miedo secundario y el amuleto, el tarot, los curanderos alternativos, la meditación, el gurú y el terapeuta, el mal de ojo y la hipocondria, la transmigración de las almas, el gas ponzoñoso en el metro, la adivinadora, los ovnis, las pirámides de plástico y la multitud anhelante en Teotihuacán el 21 de marzo, el agua curativa y la pared que llora y el vegetariano ortodoxo, el reino del placebo, el milagro, la neurosis y el horóscopo girando lentamente en el firmamento.

Valdría la pena estudiarlo de cerca.




Naief Yehya

Superorganismos inteligentes

La gaia seudociencia

La hipótesis de que la Tierra es un sistema homeostático fue bautizada con el nombre de Gaia, la diosa griega de la tierra, por el científico británico James Lovelock, en 1972. Este concepto fue descrito así por su autor: "Todo el rango de materia viva en la Tierra, desde las ballenas hasta los virus, de los robles a las algas, pueden ser considerados como elementos de una entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera terrestre para ajustarse a sus necesidades, dotada de facultades y poderes muy superiores a los de sus partes constitutivas." El futurista Jerome Clayton Glenn, por su parte, postuló que próximamente la Tierra tendrá tantos habitantes como neuronas tiene el cerebro humano. Y que en ese momento la humanidad de alguna manera mística pasará a formar una conciencia colectiva que "despertará" al planeta. Douglas Rushkoff, en su libro Cyberia, fusiona la hipótesis de Lovelock, las fantasías de Clayton, la hiperpublicitada teoría del caos, promocionada por James Gleick, y las ideas de McLuhan, para imaginarse un mundo interconectado mediante una red de comunicaciones digitales, que sería "la última fase en el desarrollo de Gaia". Finalmente, el filósofo y publicista posmoderno nacido en México, Manuel de Landa, especula acerca de estas ideas al afirmar en su War in the Age of Intelligent Machines que el descontrolado crecimiento de Internet podría traducirse en la aparición de una inteligencia artificial global. De Landa escribe: "Pasando de un cierto umbral de conectividad, la membrana que están creando las redes computacionales sobre la superficie de la tierra comienza a 'cobrar vida'."

Las singularidades y la vida inanimada

El experto en el comportamiento de las hormigas, William Morton Wheller, bautizó como superorganismo a la cooperación que se da en las colonias de ciertos insectos. Un superorganismo emerge de la masa de insectos ordinarios pero puede aparecer en grupos de otros animales, como aves o lémures y también se presenta en cuerpos inanimados (como los remolinos en el agua). Los teóricos del caos llaman singularidades a los puntos de transición donde el orden emerge espontáneamente del caos, para catalizar un comportamiento aparentemente vivo en materia sin vida. En su obra Out of Control, el editor de la revista Wired, Kevin Kelly, intuye que esta extraña propiedad también está presente en la red computacional Internet. "La red es la organización con menos estructura que, no obstante, puede considerarse estructurada. Es capaz de un número infinito de reacomodos y de crecer en cualquier dirección sin alterar su forma básica, aunque realmente no tiene una forma exterior definida", escribe Kelly. Según este optimista, la red de redes también puede engendrar un superorganismo inteligente, capaz de resolver problemas nuevos, evolucionar y tener objetivos propios. "Escondido en la red está el misterio de la mano invisible."

El espíritu de la colmena

Una bandada de pájaros no es un pájaro grande, ni una colmena es una abeja gigante; ambos son ejemplos de superorganismos constituidos por individuos en donde nadie es líder, y sin embargo hay una mano invisible que conduce a la masa. En la Teoría de los sistemas, Ludwig von Bertalanfy ya había concluido que el todo es más que la suma de sus partes, pero Kelly va más allá y escribe que: "Lo que emerge del colectivo no es una serie de acciones individuales críticas sino una multitud de acciones simultáneas cuyo patrón colectivo es mucho más importante que las partes. Éste es el modelo de la colmena." El tecnófilo Kelly considera que ha llegado el momento en que el hombre acepte con gozo que nuestra condición actual es tan sólo un paso en la evolución entre el primate y la máquina. "La mayor consecuencia social de la revolución darwiniana fue que los humanos aceptaran, a regañadientes, que eran descendientes aleatorios de los changos, ni perfectos ni planeados. La mayor consecuencia de la civilización neobiológica será que los humanos acepten, a regañadientes, que son los ancestros aleatorios de las máquinas, y que como máquinas nosotros mismos podemos ser diseñados."

Pol Pot y Keynes aliados en el ciberespacio

Kelly celebra el advenimiento de una era en la cual, gracias a la red, los hombres pasaremos a integrar una mente de colmena: una conciencia omnipresente que pueda expandirse en todas direcciones sin límite de crecimiento ni de aprendizaje. No es raro que un pensador neoliberal, fanático keynesiano de la libre empresa y enemigo jurado de los gobiernos pregone que el paraíso radica en el ciberespacio, una tierra en donde existe el control pero no la autoridad, un lugar higiénico sin ricos ni pobres (especialmente sin estos últimos). Lo que sí resulta curioso es que hace un par de décadas los líderes del Khemer rouge de Camboya (o Kampuchea, como se llamaba entonces) soñaban también con una sociedad que trabajara como panal de abejas. Lejos de marcar un paso decisivo en la evolución, o de engendrar al hombre nuevo (o bien Homo sapiens 2.0, como lo llamarían los entusiastas de la tecnología), Camboya fue el escenario de uno de los genocidios más espectaculares de la historia.

Naief Yehya [email protected]