El principio bárbaro de ``ojo por ojo'' es propio de las sociedades tribales en las que la violencia era la única regla. Hoy impera, sin embargo, en ambos lados de la frontera entre Líbano e Israel, tanto en la guerra no declarada emprendida por el Estado israelí como en las ofensivas terroristas de los fundamentalistas chiítas refugiados en territorio libanés.
Las víctimas de las atrocidades no son, por supuesto, los responsables de las ofensas sino inermes niños, mujeres y ancianos. Un Estado poderoso y moderno y una banda terrorista se enfrentan con los mismos métodos y con la misma concepción del ``enemigo'', pues ambos identifican a éste, como hace miles de años, en cada miembro de la comunidad vecina, sin hacer diferencias de sexo, edad, ideas ni condición militar.
Las ideas medievales sobre la responsabilidad colectiva de todo un pueblo guían hoy por igual a quienes arrojan los cohetes sobre las colonias judías y a los que han transformado todo el Líbano en un campo de batalla, desde el norte hasta el sur, aun a riesgo de bombardear tropas sirias y de extender el conflicto a toda la región. De nuevo, como en tiempos de Ariel Sharon, una guerra no declarada arrasa el ya martirizado Líbano y a la barbarie del terrorismo religioso se opone la del terrorismo de Estado, tantas veces condenado por los progresistas de Israel y por la comunidad internacional en su conjunto.
Los refugiados, que se ven obligados a abandonar casas, trabajos, haberes y familia se cuentan ya por cientos de miles, sin que esto importe al grupo Hezbollah, que amenaza con provocar nuevas muertes entre la población civil de Israel, aunque así pueda dar pie para que los generales israelíes ordenen nuevos bombardeos e invasiones, que a su vez provocarán nuevas oleadas de terrorismo, construyendo una infernal y ascendente espiral cuya desactivación será ardua, lenta y costosa.
Dónde están la ONU y la comunidad internacional ante esta invasión de un país en tiempos de paz, ante este peligro de que los bombardeos hagan imposible la paz en la región, arrastren a Siria al conflicto y destruyan la débil esperanza de que Yasser Arafat y el gobierno palestino puedan tratar con Israel la paz que los pueblos ansían? Dónde está la razón de los progresistas en Israel mismo, que aceptan ahora la barbarie? Y Estados Unidos, que habla de paz en Medio Oriente, no comprende que se está jugando con fuego? Por qué no trata de imponer las reglas básicas de la civilización o sea,la preservación de los civiles a quienes dependen de su ayuda y, por lo tanto, son sensibles a las presiones? Es tolerable que Israel responda a la provocación del grupo Hezbollah, dirigida ante todo contra Arafat, con una matanza de libaneses y refugiados palestinos? Se puede aplicar, casi en el siglo XXI, la bárbara ley del talión?