Hermann Bellinghausen
Higuera o no

Ala caída de los pelícanos golosos detrás de ellas, las olas hacen su tubo y revientan con un pasmo que será el mismo hasta el fin de los tiempos, el fuerte azote de un suspiro contra la arena que escurre eternamente al fondo del mar.

Es todavía la hora en que los pies de los hombres no han borrado con sus pasos las huellas de los primeros pájaros sobre la arena.

La lancha Flor y la lancha Venus y la lancha Tormenta parecen caballos pastando, atadas al tronco de una palmera, bambaleo perezoso el suyo. De la distancia azul y metálica llega rugiendo su motor la lancha Mayra y se clava derecho en la playa, a la vez que se silencia su motor y los hombres a bordo se agarran a la borda y ponen elástico el esqueleto. En vez de mascarón de proa lleva las redes redondas para pescar la carnada. Trastabillean al chocar la lancha Mayra con tierra.

Un grupo de personas de todas las edades, serán 50, 60?, se avalanzan a la embarcación y la rodean expectantes atentas, llevando canastas y cubetas de plástico.

A estas horas de la mañana, cuando llega la pesca, los pelicanos son más descarados que nunca. Para ellos es la hora del banquete son capaces de asaltar una lancha descuidada.

Es normal que crezcan higueras en la arena?La voz me sobresalta. Una voz gruesa, de hombre mayor, muy cerca de mí. Volteo. A mi lado, un hombre en efecto mayor (y con eso siempre queremos decir ``mayor que yo''), no viejo todavía. Debió ser blanco en su juventud, pero da la impresión de llevar bajo el sol toda una vida, está bien prieto.

Alto (otra vez, ``más alto que yo''), la voz carrasposa, repite:Son normales las higueras en la playa?Miro arriba, el follaje del árbol cuya sombra nos cubre, a mí y a él, pues está aquí. Y sí, el árbol parece una higuera. Las mismas hojas en forma de pesa, y unos duros frutos verdes demasiado arriba para ser distinguibles. Todo alrededor son palmeras y palapas de palma o sea, continuación inorgánica de la palmera.

Este, no sé fue la respuesta que pude.

Qué raro, no?Interrumpido en mi ociosa contemplación de los pelícanos, opto por la cordialidad sin irritarme.

Le parece?A usted no?No sé, a lo mejor.

Lo miro detenidamente. Va semidesnudo (lo cual es común en estas costas tórridas), y su piel parece dura como la de una cobra. Sus arrugas son muchas pero pequeñas, como los montículos pisoteados de la arena que ya no alcanzan a peinar las olas. No haría falta mucha suspicacia para suponer que el tipo lleva años aquí, ya es hora de que sepa si son normales o no las higueras en estas partes. Qué voy a saber yo, visitante de ciudad. En mi colonia sí hay muchas higueras, pero eso queda en Coyoacán. Allá, en los pedregales, la higuera es normal. Hay higueras hasta en la calle. Tan estaba justificada mi duda que le pregunté:A poco usted no sabe? Qué, no es usted de aquí?Se necesita destreza para cargar en una sola mano dos latas de cerveza, una botella de tequila, un encendedor, una cajetilla de cigarros, una bolsa de plástico repujada de camarones frescos y una ristra de cebollas.

No me lo va a creer dice, agitando con lentitud su mano libre, la izquierda, en el aire. Sopla una brisa cálida pero refrescante. Un pelícano inmenso aletea frente a nosotros y en un quiebre de ala se desploma. Splash. Inmediatamente emerge y adopta postura de pato nadando, mientras desaparece por su gran pico la punta de una cola de tamaño pescadote. Su desayuno. No sé si los pelicanos sonrían, pero éste parece que sí.

No me lo va a creer. Llevo aquí 14 años y nunca había visto esta higuera.

Ah digo, no sabiendo si me corresponde expresar sorpresa, interés o qué.

No la trajo usted?Su pregunta me parece absurda. Una idiotez. Estará borracho? No parece, aún.

Los hombres de la lancha Mayra ya doblan sus redes de cuerda verde sobre la arena. Mi respuesta es grosera, sin motivo.

Cómo cree que voy a andar cargando un pinche árbol?En momentos así mucha gente emplea expresiones como "de cuál fumaste cuate?" o ``ya bájate del avión FZ-10", pero yo no hago preguntas personales a los desconocidos.

El hombre, inesperadamente humilde, pues no lo parece (antes bien parecería un arrogante Don Juan de carrera larga, un vividor, un cábula frívolo, quizás un sabio ignorado) dice:Usted disculpe, es que, creí...

Camina, se aleja hacia la playa y se mezcla entre la gente que regresa con velas y merlinas y se pierde en la dirección de cualquiera de las demás personas, que también se alejan.

Así, a la sombra de una presunta higuera reanudo mi interrumpida observación de los pelícanos, las olas haciendo siempre lo mismo, la lancha Lety y la lancha Laila hacen aparición sobre la arena en un ahogado apagar de sus motores.