Carlos Monsiváis
Crónica de Tepoztlán
Recuento de los hechos /I

No es fácil resistir un tiempo comparativamente largo a muy poderosos antagonistas, y menos aún extraer conclusiones apreciables de logros y derrotas inesperados. En Tepoztlán, el 13 de abril los estados de ánimo se alternan. Ayer, los 75 inversionistas anunciaron la cancelación definitiva del Club de Golf El Tepozteco, acción que, dijeron, genera una pérdida de 4 millones de dólares y 13 mil empleos. A esto se llega, porque ``ya no existen las condiciones que garanticen los beneficios que conlleva la inversión a los habitantes de Tepoztlán''. Ayer también, aquí se velaron los restos de Marcos Olmedo, de 65 años de edad, asesinado por la policía estatal. Todo esto se discute reiteradamente en la conferencia de prensa del CUT (Comité de Unidad Tepozteca) en la explanada frente al ayuntamiento. Los testimonios confluyen y se unifican.* * *El 10 de abril, septuagésimo séptimo anivesario de la muerte de Emiliano Zapata, se quiere honrar a la Tradición y a la movilización y cerca de 800 tepoztecos emprenden un recorrido por los sitios culminantes de la historia zapatista: Cuautla (escenario constante), Anenecuilco (el origen del héroe), Chinameca (el final trágico) y Tlaltizapán (el cuartel general). El repertorio: ofrendas y, en Chinameca, poesía coral a cargo de los niños. La comitiva utiliza autos particulares, microbuses y autobuses de la línea Ometochli (previo acuerdo que luego los choferes desmienten). De la vestimenta como reconstrucción de la épica: las mujeres y las niñas llevan rebozos y vestidos largos, a semejanza de las fotos de soldaderas en el Archivo Casasola; los niños portan rifles y machetes de madera. Nada que no acontezca en miles de festividades de escuela o municipio.

A la altura de San Rafael de Zaragoza en Tlaltizapán, cerca de la una de la tarde, el peregrinaje cívico se detiene. Cinco camiones de caña bloquean la carretera. Algunos intentan seguir a pie, ignorantes del condicionamiento físico y psicológico de los agresores, confesado por ellos mismos a gritos durante la operación represiva. Se les acuarteló desde el 9 de abril, sujetándolos al maltrato intenso y al régimen de pan y agua, disponiéndolos a la explosión de rencor. La pedagogía no es sorprendente: a los encargados de humillar, se les humilla previamente enfilándolos hacia el desquite.

Más de trescientos granaderos, con garrote, cascos, escudos, chalecos antibala y armas largas, organizan dos cercos, uno dedicado a los vehículos y las señoras, los niños y los ancianos. El segundo, consagrado a quienes pretenden cruzar a pie. Al primer cerco le toca la ofensiva ``leve'': los granaderos los extraen de los camiones a puntapiés y jalones (hay niños y mujeres con desprendimientos del cuero cabelludo). Alud de insultos, amenazas, invocaciones de la autoridad. Entre las frases colectadas: ``Hijos de la chingada! Bájense, pinches viejas! Nomás llega la noche las violamos! A ver, sigan gritando 'Viva Zapata', cabrones! Pinches indios malditos, ya no estén jodiendo! Por su culpa estamos aquí desde anoche y sin tragar! Ahora nos la pagan!''. Desde el otro cerco, hombres y mujeres demandan el fin de la ofensiva. Se les responde con igual encono.

Según los numerosos testimonios del CUT, al episodio no lo caracteriza el término de ``enfrentamiento'', tan repetido en los medios informativos. Es un acto de prepotencia gubernamental, calificable, con la información disponible, de emboscada. Hay, sí, una respuesta momentánea: los manifestantes quieren reunirse, juntan piedras y pretenden romper el asedio. Los granaderos se repliegan un instante, y vuelven, acaudillados por el jefe de la policía preventiva, Juan Manuel Ariño, quien extrae la pistola, amenaza y ordena la agresión. Heridos, golpeados y un muerto: Marcos Olmedo, de un tiro en el cuello. ``Yo iba junto a Marcos y en la corredera lo vi caer, después de los balazos. Todavía los granaderos lo golpearon cuando cayó. Nos agarraron de espaldas. No vimos quién disparaba'' (testimonio de Refugio Marquina). El boletín oficial es lacónico: ``Olmedo presenta un orificio de bala en la cabeza, tiene muestras de haber sido arrastrado y permanecido muchas horas al sol. Los servicios periciales están trabajando sobre la materia''. (Reforma, 12 de abril). Al parecer, a Marcos Olmedo se le mete en un costal y se le abandona por horas al sol. Muere desangrado. Se expulsa de los camiones a sus últimos ocupantes, y se golpea a niños y mujeres. Para mejor ubicarlos, se arroja a un grupo sobre una camioneta pick up, unos sobre otros, con fracturas y lesiones. ``No se levanten, cabrones, o se los lleva la chingada!''. Una señora describe cómo arrojan el cuerpo de Marcos Olmedo sobre una camioneta: ``Lo tiraron como un perro''. A pleno sol, y entre la conminación de las metralletas, se inmoviliza a niños y mujeres por más de cuatro horas. Hay ``decomiso'' de los escasos bienes.

El cerco prosigue hasta el anochecer. A reporteros, médicos y ambulancias no se les permite el paso. Una doctora refiere su experiencia: ``Yo voy a pasar/ Si usted atraviesa esta línea tenemos órdenes de matar/ De quién?/ Del gobernador''. Eso no le consta al policía, pero está seguro de que sólo de allí proviene el mandato. A Cuernavaca se lleva a 34 detenidos. Con prueba de parafina y Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos de por medio, se concluye: los detenidos no dispararon. En la madrugada, se les pone en libertad y se les lleva a hospitales y clínicas en Tepoztlán.

Pronto se aclara el sentido del retén: un típico acto de cortesanía. Los manifestantes se proponen entregarle al presidente Ernesto Zedillo una carta sobre la situación de Tepoztlán, y a como dé lugar se previene la irreverencia. Por lo demás, en el afán de ahorrarle al Presidente brotes de contaminación visual, se va al extremo: la policía ``toma'' Cuernavaca, cancelando los arrebatos de la plebe y, de paso, la libre circulación, más que de ideas, de personas y de vehículos. Para evitar que la insolencia toque al Primer Magistrado, se ofende a quien no pertenezca a la Corte, e incluso a los mismos cortesanos: algunos diputados priístas, pese a sus credenciales izadas, no consiguen presentar sus respetos.* * *Falta la otra versión, la oficial. El 11 de abril en la mañana, el procurador de Justicia de Morelos, Carlos Pereda Merlo, tal vez convencido de que el castigo a los disidentes fue insuficiente, les añade responsabilidades: ellos agredieron a la policía, tres de cuyos miembros están heridos, los granaderos iban desarmados, los tepoztecos secuestraron camiones, el operativo de vigilancia carretera era normal (cómo será un dispositivo ``anormal''?), no hay desaparecidos, y muertos, ni pensarlo. (Al llegar a este punto, recuerdo inevitablemente el parte gubernamental del 30 de julio de 1968, luego de la toma de San Ildefonso a bazucazos, atribuyéndole la muerte de un estudiante hallado en la Preparatoria, a que comió ``una torta en mal estado''). El subprocurador de Averiguaciones Previas, Rafael Augusto Borrego, lanza la tesis pronto olvidada, que se apoya en el testimonio de los conductores de vehículos pesados: el enfrentamiento ``ocurre cuando un tepozteco amenaza, machete en mano, a un chofer para que le eche su camión de volteo a los policías, ocupados en la búsqueda rutinaria de armas'' (El Nacional, 12 de abril). En el noticiero Blanco y Negro de Multivisión, el gobernador Jorge Carrillo Olea se franquea: los policías no iban armados.

El cadáver de Marcos Olmedo, arrojado en un baldío, es recogido por el Semefo de Jojutla, que lo da por ``no identificado''. Cuando la familia lo encuentra, el gobierno todavía no acepta la existencia de muertos, y luego lo despojan de indentidad regional y partidaria: ``El muerto no es de Tepoztlán, lo encontraron tirado y no tiene nada que ver''. La circulación del video del CUT, uno más de los ``videos providenciales'', interrumpe el sueño de las vaguedades, y las versiones del ``enfrentamiento'', con todo y camión de volteo que, según el gobernador, arrolla a los granaderos ``y tan cierto es que tenemos un policía muy gravemente herido en un hospital, con el pecho destrozado ya que el camión pasa por encima de él''. (Reforma, 14 de abril). No obstante el video, Carrillo Olea da una explicación omnisciente: ``No iban a entregar un sobre (al presidente Zedillo), iban a generar un acto de protagonismo por lo menos, iban a aprovechar la visita presidencial para identificarse como una fuerza en el estado. Eso lo dejo baratito, pero no tan barato iban a generar cualquier bronca. Poniéndolo más caro, iban a buscar un mártir''. Así, según el gobernador, actuaron ``los supuestos agredidos''.

Las intenciones intuidas o presentidas contra la represión documentada. La hipótesis que, de modo implícito, le echa la culpa al protagonismo caro o baratito de los tepoztecos, es destruida incluso por la Presidencia de la República, cuyo comunicado del 12 de abril condena ``cualquier acción que obstruya el ejercicio, por parte de los ciudadanos, de las libertades ciudadanas y, en particular, de la libertad de expresión''. O de acuerdo a qué lógica protestar es ``buscar un mártir''? Intervienen las Comisiones de Derechos Humanos. Al director de la policía preventiva, Juan Manuel Ariño, se le consigna por ``abuso de autoridad'', con fianza de 3 mil pesos. Once policías son encarcelados por homicidio, daños y abuso de autoridad. Ariño, en solidaridad con los suyos, decide esperar a que se cumplan las 72 horas antes de pagar la fianza.