Repetitiva hasta la saciedad y en consecuencia tan predecible, siempre a la vez tan cambiadora. Una realidad nacional donde por cuántas generaciones nos ha tocado quejarnos.
No sólo se estropeó el control de la tele, ya de viejo con la goma de los botones gastada y cacariza, despulido el cromado mate del cuerpo como ya no los hacen y un cinturón de maskin para detener la tapa de las pilas. Trece años creo duró de uso intensivo. Una vida útil más que nada nocturna al principio, aunque luego los chavos crecieron y la cambiadera se extendió a la tarde. Cuando la abuela llegó a vivir se pasaba la mañana viendo los anuncios como quien ve una película, cambiándole de canal cuando comenzaba otra vez la serie y no a la inversa. Le ha tocado a este control el advenimiento de las noticias ininterrumpidas y los programas madrugadores, deveras chamba. En su momento el hijo más pequeño enseñó a sus manitas de bebé los primeros movimientos finos en estas gastadas teclas que ya no funcionan. Hoy es triste su estado y como un gato viejo que se mea por todas partes, es tratado alternativamente mal y con ternura nostálgica. Comenzó por no cambiar más que en un solo sentido y luego era ya apretarle durísimo y entonces con una sacudida volteándolo al mismo tiempo y había que enseñárselo bruscamente a la tele como dando un empujón al rayo invisible. Y luego ya eran los putazos contra el sillón a ver si así y luego ya ni eso. A la verga, gritó un domingo el papá y lo aventó a la basura después de que clavaron su segundo gol las Chivas y no pudo cambiarle ni en enfático baile de San Vito. El hijo menor en camiseta rayada dice no, bueno pero yo me lo quedo.
Pero no sólo terminó de morirse el control. Por si fuera poco nos vienen con lo del horario de verano. En la mañana es todavía de noche, dice ella. Yo siempre como a las tres, dice él, y ahora tengo que comer a las dos de la tarde. Más bien cuando a uno le dé hambre, ¿no?, dice ella. Dígaselo a ellos, a las cuatro ya no hay nada, dice él. Las cuatro de ahora o de antes, dice ella. No, las de ahora dice él, que viendo el reloj se despide porque si no no llega.
Hubo muertos, como cada semana, aunque murieron una hora más tarde y en efecto todo siguió su curso, las permanencias permanecieron, los cambios que tenían que ocurrir sucedieron y también los que nadie pensó, provocó o permitió conscientemente. El Gran Cambio está siempre por venir, la Sólida Persistencia siempre por ser apuntalada. Un control nuevo para la misma tele, cambiador permanente de uno al otro canal siempre los mismos, uno al otro noticiero y siempre el mismo horario aunque sea de verano.