A las críticas de las últimas semanas sobre el resultado adverso de las políticas aplicadas para superar la crisis económica, Ernesto Zedillo Ponce de León respondió con el anuncio de un conjunto de variables económicas que, según el propio Presidente, permiten suponer que se inició la recuperación.
Más allá de los signos positivos, que efectivamente muestran variables como las de inflación, empleo, producto interno bruto, tasas de interés y reservas internacionales, el mensaje presidencial lleva un marcado contenido político: revertir en el ánimo de la población la opinión recurrente que sectores empresariales, políticos y sociales han expresado respecto al limitado resultado de las políticas gubernamentales para contener y revertir la crisis.
En realidad, en los últimos días los estrategas de la comunicación del gobierno zedillista comenzaron a filtrar a especialistas lo que ayer anunció en conjunto el Ejecutivo. Se quiere que mediante el discurso, el comentario en los medios de comunicación, los ciudadanos entiendan que la recuperación económica ha comenzado, lo que en realidad no se ve reflejado en los presupuestos familiares y mucho menos en los precios de los productos básicos.
Otra vez el Presidente y su equipo de comunicación ofrecen como evidencias variables y cifras económicas que el ciudadano común, el que enfrenta la batalla diaria por estirar sus reducidos ingresos, no entiende y mucho menos cuando compara que con su salario, día con día, puede adquirir menos satisfactores indispensables.
Una primera revisión del mensaje presidencial y de los comparativos que profusamente se difundieron, dejan ver que existió una omisión, quizá la más importante para amplios sectores de la población. No se habla, en ningún momento, del salario y menos de la variación de las percepciones y del poder adquisitivo de éstas en lo que va del régimen.
Por eso conviene recordar que en diciembre de 1987, fecha en que se iniciaron los pactos económicos, un obrero podía adquirir 94 por ciento de la canasta básica. Al último trimestre de 1995, el salario equivalente podía adquirir sólo 35 por ciento de la misma canasta básica. Esto es, en los últimos ocho años el precio de la canasta básica se incrementó 664 por ciento, mientras que los salarios sólo aumentaron 183 por ciento.
En efecto se podrá decir que es más importante la creación o la recuperación de los empleos perdidos a causa de la crisis económica, antes que pensar en la restitución del poder adquisitivo del salario. Así, dice el Ejecutivo que en marzo del presente año se recuperaron 82 mil empleos, frente a 85 mil perdidos en el mismo periodo de 1995. Se dice, además, que en los últimos ocho meses se recuperaron 236 mil plazas de trabajo. Esas cifras son apenas una parte mínima del millón de empleos que anualmente se pierden.
Respecto a la inflación, se señala que la registrada en marzo de 1996 es casi la cuarta parte de 8 por ciento reportada en 1995. Pero se omite que en el primer trimestre de 1996 la inflación acumulada, de 8.35, representa casi 40 por ciento del índice inflacionario previsto para 1996, que era de 20 por ciento. Es decir, que en la vía de cumplir la meta calculada para 1996, en el segundo y el tercer trimestres del año tendrá que lograrse un alza máxima en el índice de 12 por ciento, lo que parece imposible.
Respecto al producto interno bruto (PIB), se dice que en el segundo trimestre de 1996 se espera una recuperación de 5 por ciento en relación con la caída de 10.5 por ciento registrada en el mismo periodo de 1995. No se hace referencia a que en 1995 se produjo un descenso del PIB de 6.9 por ciento, que es el mayor abatimiento de los últimos 60 años en México.
Efectivamente la recuperación de las variables económicas anunciadas por el Presidente es un signo alentador, pero es, también, apenas una esperanza de que los signos vitales empiezan a responder y se requerirá mucho más que eso, que los discursos oficiales y las estrategias de comunicación, para que los mexicanos crean en la política presidencial destinada a superar la crisis.