Texto íntegro del discurso del presidente Ernesto Zedillo en la VII Convención del Mercado de Valores
Señor presidente del Consejo Coordinador Empresarial, ingeniero Héctor Larios; Señor Manuel Robleda, presidente de la Bolsa Mexicana de Valores; Señoras y señores: Con especial gusto los acompaño en la inauguración de esta reunión anual que congrega a distinguidos miembros del sector financiero y bursátil de México, y a prestigiados especialistas nacionales y extranjeros.
Felicito a Manuel Robleda por su labor al frente de la Bolsa Mexicana de Valores, y recojo con mucho interés sus apreciaciones acerca de la importancia que han ganado las instituciones bursátiles para multiplicar las oportunidades de ahorro, financiamiento e inversión.
Es conveniente recordar las condiciones que vivió el país hace un año al reunirme con ustedes en ocasión de su anterior Convención. Hace un año, habiendo ya concluido una negociación sin precedente por su brevedad y habiendo obtenido un paquete de apoyo financiero también sin precedente por su monto, comenzaba de lleno la aplicación de todos los elementos del programa de ajuste para combatir la crisis que se desató en diciembre de 1994.
Hace un año se iniciaba un abrupto descenso en los niveles de la actividad económica, que se manifestaría en una caída de 10.5 por ciento del PIB trimestral durante el segundo trimestre, en comparación con el mismo periodo del año previo.
Comenzaba también la fase más aguda en el aumento de la inflación. Justamente en abril de 1995 la tasa de inflación mensual fue de 8 por ciento.
Al cabo de un prolongado periodo deficitario, la balanza comercial y la cuenta corriente de la balanza de pagos empezaban apenas a registrar un modesto ajuste.
La deuda de corto plazo vencida o de vencimiento en el curso del año era de 41 mil 400 millones de dólares.
Hace un año la tasa de desempleo abierto mostraba un dramático crecimiento que se manifestaría en la pérdida, mes tras mes, de más de 80 mil asegurados permanentes en el IMSS. Tan sólo en el mes de marzo de 1995 las tasas nominales de interés habían aumentado 25 puntos, mientras que la tasa de interés interbancaria había llegado a casi 110 por ciento.
La depreciación y la volatilidad del tipo de cambio de nuestra moneda se agudizaban. La cotización del peso había, incluso, llegado a rebasar los 7.50 pesos por dólar, y no obstante la magnitud del ajuste que comenzaba, habríamos de vivir lapsos de aguda inestabilidad en los mercados financieros, como ocurrió entre mediados de septiembre y el mes de noviembre.
El acceso del sector público, y en buena medida del sector privado, a los mercados internacionales de capitales parecía cerrarse definitivamente por largo tiempo. Unas semanas antes de habernos reunido, las reservas internacionales del país habían caído a su nivel más bajo en muchísimos años: de 3 mil 500 millones de dólares.
Hace poco más de un año el índice de cotizaciones de la Bolsa de Valores se había desplomado a menos de mil 500 puntos. Algunos veían como inevitable caer en un estado de insolvencia absoluta, con el consiguiente colapso financiero y productivo. Se cuestionaba la supervivencia de la banca del país y se temía que sobrevendría una cadena masiva de quiebras, cierres de empresas, la pérdida de millones de empleos y el desmantelamiento de una parte considerable del aparato productivo del país.Algunos aseguraban que la recuperación económica de México tomaría lustros, y que debíamos resignarnos a ver cancelado el justo anhelo de forjar el crecimiento con empleos que los mexicanos con toda razón demandan.
Algunos veían en la crisis la ocasión para intentar el retroceso a pasados ya superados, para favorecer sus intereses particulares a costa de la unidad o, inclusive, para medrar con la justificada inconformidad y con el desaliento; pero por historia, por carácter y por sus aspiraciones, el pueblo de México no es de los que se doblegan ni de los que dejan flaquear su unidad fundamental. Desde el momento en que estalló la crisis los mexicanos actuamos con claridad de miras y con determinación, con entereza y con disciplina. Estábamos conscientes, como lo estamos ahora, de que sólo con esfuerzo y perseverancia superaríamos la adversidad.
Apelando al carácter de la inmensa mayoría, sostuve entonces que vendrían tiempos de prueba y que el esfuerzo sería enorme, pero que era indispensable, para evitar costos aún mayores, en términos de desempleo, caída de la producción y abatimiento de los niveles de vida. Sostuve entonces como lo reafirmo ahora que sólo con tenacidad, decisión y mucho esfuerzo podríamos construir en un lapso razonable una perspectiva cierta de recuperación; sostuve, además, que nuestro propósito mayor no debía limitarse al mero control de la crisis, sino debía consistir en crear, de una buena vez, las condiciones sólidas para aspirar a un crecimiento vigoroso y perdurable.
De ahí que junto con las medidas de ajuste de corto plazo emprendimos profundas reformas estructurales para ampliar las potencialidades de desarrollo futuro. A ello obedecieron las iniciativas de reformas legislativas para alentar la participación privada en áreas de gran importancia para el desarrollo, como ferrocarriles, puertos y aeropuertos, telecomunicaciones y transportación y distribución de gas natural. A ello obedeció, asimismo, la importante reforma tributaria de hace exactamente un año, los programas para intensificar la desregulación y las modificaciones para fortalecer a las instituciones financieras.
Con el mismo propósito, acaso lo más trascendente sea la reforma a la Ley del Seguro Social, así como la iniciativa que ahora se discute en el honorable Congreso de la Unión para regular el funcionamiento de las Administradoras de Fondos para el Retiro. A ello ha obedecido también la serie de iniciativas para transformar las bases de nuestro sistema de justicia y la inquebrantable decisión de perfeccionar nuestra vida política.
Dada la gravedad de la crisis que hemos enfrentado, hace un año, como ahora, afirmo con entera convicción que la vía escogida ha sido, y seguirá siendo, la que entraña menores sacrificios frente a otras opciones.
Si hubiésemos eludido nuestra responsabilidad, si hubiésemos diferido la toma de decisiones difíciles, por ser políticamente impopulares, o si hubiésemos caído en la simulación y la promesa demagógica, hoy el país estaría en más graves circunstancias, no habría lugar para perspectivas de recuperación y las consecuencias sociales, especialmente para la población más vulnerable, estarían siendo más graves y dolorosas.Por eso, a la vez que emprendimos las necesarias reformas estructurales, hemos tenido especial cuidado en que la crisis y la escasez de recursos que ha conllevado no signifiquen el debilitamiento de la política social. Así, por ejemplo, si en diciembre de 1994, antes de la crisis se estaban distribuyendo 1 millón y cuarto de desayunos escolares, ahora se distribuyen más de 2 millones 650 mil desayunos escolares diarios; de su parte, Liconsa atiende a casi 5 millones y medio de niños, y Diconsa sirve a casi 29 millones de personas.
Se ha puesto especial cuidado en mantener una operación adecuada de los servicios médicos y hospitalarios públicos que durante el año pasado atendieron a más de 80 millones de mexicanos.
Así también hemos procurado que la difícil situación económica no detenga el avance educativo, logrando que hayan aumentado los índices de atención en los niveles de enseñanza preescolar, primaria y secundaria, y extendiendo el alcance de los programas eduativos especiales para los grupos y comunidades más desprotegidos en todo el país.
Se han establecido programas para generar empleos temporales creando más de un millón de puestos de trabajo, al tiempo que se intensificaron los programas de capacitación, otorgando 640 mil becas en 1995.Del mismo modo, la crisis tampoco ha sido pretexto para incurrir en el autoritarismo o para tolerar que se conculquen las garantías y los derechos ciudadanos.
A lo largo de mi gobierno se ha velado por el irrestricto ejercicio de las libertades y hemos traducido en hechos el compromiso con el diálogo, la negociación y la búsqueda de consensos para fortalecer nuestra democracia.
Sabemos que el camino por delante seguirá siendo arduo, seguirá exigiendo incesante ahínco, seguirá demandando disciplina. Nadie, ciertamente, ni el gobierno ha afirmado que los problemas estén resueltos, cada día se han apuntado con igual objetividad y realismo, tanto avances como retos; cada día se ha insistido en que es indispensable proseguir y perseverar en el esfuerzo.
Sabemos que ante una crisis como la que enfrentamos no hay lugar para triunfalismos vamos, ello sería insensato y ofensivo para la población, pero es igualmente indebido soslayar los avances y los primeros resultados del esfuerzo realizado por los mexicanos, así como la importancia del trecho ya recorrido, y con toda convicción afirmo que el esfuerzo y sus primeros resultados han valido la pena.
Hoy, un año después de que nos reunimos con este mismo motivo de su convención, las perspectivas del país son claramente distintas:En el primer trimestre del presente año el país tuvo una balanza comercial positiva en mil 82 millones de dólares que contrasta fuertemente con el déficit de los dos meses previos al estallido de la crisis y que era de casi mil 200 millones de dólares.
Las exportaciones totales en el primer trimestre de 1996 crecieron más de 20 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior, destacando el crecimiento de las exportaciones manufactureras, no maquiladoras, que crecieron 35 por ciento.
Es indudable que por su dinamismo y por el enorme potencial que tiene, este sector está llamado a desempeñar un papel verdaderamente fundamental en esta etapa de la recuperación. A su vez, las cifras de importación también comienzan a constatar el inicio de la recuperación.
En efecto, las importaciones de bienes de capital tuvieron un incremento de casi 9 por ciento durante febrero, en relación al mismo mes del año anterior, siento ésta la primera variación positiva en los últimos 13 meses. La mejor posición comercial del país significó el virtual equilibrio en la cuenta corriente en 1995, frente al enorme déficit de 29 mil 400 millones de dólares en 1994.Si bien las tasas de interés continúan siendo agobiantemente altas, sus niveles se han moderado substancialmente respecto de los momentos más críticos de 1995. La tasa de los Cetes que llegó a ser de más de 90 por ciento, ha descendido 16 puntos respecto del nivel de 53 por ciento que registraba en noviembre pasado.
En contra de los pronósticos de muchos analistas, en los primeros meses de este año el tipo de cambio ha mostrado una significativa estabilidad. De hecho, el día de hoy la cotización del dólar es menor que en el último día de 1995.
El índice del mercado de valores ha registrado un crecimiento de 105 por ciento, frente al nivel más bajo que tuvo en 1995. Si bien todavía requerirá algún tiempo y un esfuerzo adicional el recobrar cabalmente el funcionamiento normal del sistema bancario, la posibilidad de un colapso se ha despejado por completo.
Los índices de capitalización han mejorado notoriamente, pese a que se han vivido circunstancias muy adversas.
El capital adicional nominal que se habrá invertido en los bancos durante 1995 y 1996, equivaldrá al capital con que fueron adquiridos.
El gobierno ha utilizado todos los márgenes financieros disponibles para respaldar a los deudores de la banca a través de diversos programas de apoyo.
Como consecuencia de la solidez del programa de ajuste y de los resultados que se han ido obteniendo, el sector público, paulatinamente, ha recobrado su acceso a los mercados internacionales de capital. Gracias a la disciplina en el ejercicio de los recursos del paquete financiero convenido por un monto total cercano a los 50 mil millones de dólares, se utilizó poco más de la mitad, 27 mil 800 millones y este saldo, además, ya ha sido disminuido en 3 mil millones.
Frente al monto de 41 mil 400 millones de dólares que tuvieron el año pasado, en 1996 las obligaciones de corto plazo serán de 13 mil 700 millones de dólares y su financiamiento está plenamente asegurado.
Conviene recordar que el saldo de los Tesobonos, que en diciembre de 94 alcanzaba más de 29 mil millones de dólares, quedó cubierto en su totalidad a mediados del pasado febrero.
La inflación en los primeros meses del año, se ha visto influida por fuertes inercias que se arrastraron en 1995 y por el ineludible ajuste de precios rezagados, algunos, incluso, artificialmente reprimidos por varios años. Con todo, el nivel de la inflación dista ya de ser el de hace 12 meses.
La inflación del pasado mes de marzo, fue casi la cuarta parte de la registrada en abril de 1995 y en mayo deberá iniciar una tendencia claramente descendente.
Al rendir mi Primer Informe de gobierno ante el Congreso de la Unión, señalé textualmente que a diferencia de lo ocurrido en los dos primeros trimestres, en el tercero y cuarto trimestres de 1995, el PIB comenzará a crecer, aunque moderadamente, respecto de los periodos inmediatos anteriores, y, en efecto, esto es lo que ha ocurrido. En los últimos trimestres de 1995 las cifras ya desestacionalizadas muestran que el PIB creció frente al trimestre inmediato anterior.
Los datos de producción industrial, ya disponibles para enero de 1996, sugieren nítidamente que el PIB del primer trimestre del año será mayor al del último trimestre de 1995, aunque es de esperarse que la comparación respecto del primer trimestre de 95 todavía muestre cierta disminución, en virtud de que la caída más fuerte del producto se registró durante el segundo trimestre del pasado año.
Pero de reafirmarse la tendencia observada en los últimos tres trimestres, ya en el segundo trimestre de 1996 tendremos un apreciable aumento de la actividad en diversos sectores, que se expresará en un incremento del PIB trimestral, incluso cercano al 5 por ciento, respecto del mismo periodo del año pasado.
Esta previsión se apoya también en el comportamiento del empleo. En efecto, durante marzo el número de trabajadores asegurados permanentes en el IMSS aumentó en 82 mil personas con respecto al cierre de febrero, lo cual contrasta con la caída de casi 85 mil asegurados, ocurrida hace un año durante el mismo periodo.
Asimismo, entre el punto más bajo de este indicador, que se alcanzó en julio del año pasado y marzo de este año, el número de trabajadores asegurados permanentes registra una recuperación de 236 mil trabajadores, lo que ya representa 48 por ciento del total perdido durante los primeros siete meses de 1995. Es significativo que marzo sea la primera vez, en los últimos 14 meses, en que el nivel de trabajadores asegurados permanentes es mayor que el del mismo mes del año anterior.
Lejos de cualquier triunfalismo, la presentación de estos datos comprueba que ya hemos superado muchos obstáculos y que la recuperación es claramente posible a condición de perseverar en el rumbo y en el esfuerzo. La recuperación debe ser la puerta hacia el crecimiento económico sostenido, pues sólo éste nos permitirá reponer los empleos perdidos y comenzar a multiplicarlos, así como la restitución y el posterior mejoramiento de los niveles de vida dañados por la crisis.
Es importante subrayar, y debemos estar conscientes, que los daños infligidos por la crisis no se repararán súbita, general y plenamente. El inicio de la recuperación no puede significar la restitución inmediata y automática de lo perdido; ello sólo se logrará mediante un proceso prolongado y vigoroso de crecimiento económico, y éste sólo se alcanzará manteniendo el programa económico y la disciplina en su aplicación, así como perseverando en las reformas legales, institucionales y aun culturales para promover el ahorro.
Como he venido insistiendo, la principal causa de la crisis financiera que repetidamente hemos tenido durante dos décadas, que ha padecido nuestro país, ha sido la debilidad del ahorro interno y nuestra excesiva dependencia del ahorro externo para financiar tanto la inversión como el consumo nacionales.
Por eso el gobierno federal ha puesto particular énfasis, y lo seguirá haciendo, en lograr condiciones a fin de que sea a partir de nuestro propio ingreso que se genere el ahorro necesario para financiar el desarrollo del país.
He convocado y continuaré llamando a todos, al Honorable Congreso de la Unión, a los sectores productivos, a sus dirigentes y a la ciudadanía, en su conjunto, para impulsar, profundizar y consolidar las reformas institucionales que aseguren en el mediano plazo los niveles de ahorro interno que puedan sustentar el crecimiento anual del PIB a tasas de por lo menos 5 por ciento.
Sólo con ese crecimiento lograremos la generación de oportunidades, empleos e ingresos que los mexicanos demandan. Es por eso que en relación con el funcionamiento de las Afores hago un llamado a que al debatirse su reglamentación, se ponderen, con objetividad y cuidado, los verdaderos propósitos de la iniciativa de ley y se aquilate que nada conspira más contra la soberanía nacional, que ser exageradamente dependiente del ahorro externo, en especial del corto plazo.
El fortalecimiento de los instrumentos de ahorro interno ofrece un respaldo esencial a nuestra soberanía.
Señoras y señores:En toda economía moderna el sector financiero debe cumplir una función de primer orden en el logro del crecimiento económico y de mayores niveles de bienestar para la población.
El mercado de valores constituye una pieza fundamental del sector financiero, y para que cumpla eficazmente su función es necesario promover el desarrollo de nuevos instrumentos que ofrezcan una protección adecuada a las empresas ante los movimientos de variables como el tipo de cambio, las tasas de interés y los propios precios de las acciones bursátiles.
De esta manera, la promoción de instrumentos adecuados de cobertura de riesgo contribuirá con opciones reales al fomento del ahorro y a un mejor desenvolvimiento del sector productivo.
Al iniciar la etapa de la recuperación económica y con vistas a un crecimiento dinámico, el papel del mercado de valores será muy importante, ya que elevará los niveles de capitalización de las empresas y facilitará una mayor captación de ahorro nacional y extranjero. Hoy los exhorto a que todos y cada uno de ustedes participe con decisión y firmeza en la promoción del ahorro interno que requiere la economía.
Tengo la seguridad de que en la recuperación y en el avance en un crecimiento económico y vigoroso, México contará con la colaboración resuelta, constante y eficaz del mercado bursátil.
Por todo ello me es muy grato declarar hoy, 15 de abril de 1996, formalmente inaugurada la Séptima Convención del Mercado de Valores.
Les deseo mucho éxito en sus trabajos.