El modelo pragmático, del que escribiera Habermas hace unos quince años, lo ha venido imponiendo en México, paso a paso, una tecnocracia en el poder insensible a los problemas sociales, mentirosa y manipuladora de las estadísticas económicas, autoritaria por la convicción de que su modelo es racional (cuando en realidad es una racionalización ideológica de las irracionalidades fácticas) y, por si no fuera suficiente, entreguista de la soberanía nacional a las llamadas fuerzas del mercado que no son otras que los grandes intereses empresariales mundiales usufructuarios únicos de lo que ahora conocemos como neoliberalismo.
El resultado de este proceso, como hemos venido insistiendo en estas páginas, es que la tecnocracia está hundiendo el país mientras repite, sin fundamento en los hechos, un discurso que se sintetiza en una frase breve: el próximo semestre habrá recuperación.
A mediados del gobierno de Salinas fue un escándalo la noticia de que había 17 millones de mexicanos en extrema pobreza. Hoy, como nos lo recuerda Miguel Angel Rivera, son cerca de 22 millones los que sobreviven de milagro (si vale el término en un país donde no hay milagros desde el siglo XVI). En otras palabras, el modelo pragmático, el mismo que ha enriquecido a unos cuantos en proporciones absolutamente insultantes, ha empobrecido al resto del país en menos de 15 años, a unos más y a otros menos, pero eso sí, a casi todos. Pero el modelo, dicen los gobernantes, va bien y pronto habrá recuperación. Recuperación de qué? Nadie lo sabe, pues no se ve por ningún lado.
Los economistas del poder son los demagogos más grandes de la historia. Nos hablan de recuperación del PIB de un escalón, permítaseme la figura, después de que el PIB descendió diez escalones. Cualquier persona sabe que no asciende por una escalera si por cada escalón que sube baja cinco. Hasta los niños saben esto, como lo comprueban en las escaleras eléctricas de los centros comerciales cuando, jugando, tratan de subir por la escalera que baja: si no lo hacen de dos en dos escalones o más rápidamente que la velocidad de movimiento de la escalera que está descendiendo, nunca llegan al final. En México se habla de recuperación y de crecimiento en grados siempre inferiores a lo que ya se bajó, y aun así los economistas dicen que vamos bien y por el camino correcto. Es una estupidez, para decirlo con suavidad.
Es en este contexto en el que deben verse las posibilidades de avanzar democráticamente y los acuerdos de los partidos con Gobernación sobre una reforma política que no es tal pues lo político es más que lo electoral. En México no habrá democracia mientras se siga imponiendo el modelo pragmático neoliberal. Y no habrá democracia por una sencilla razón: el modelo económico es antipopular; todo lo que es antipopular tiende a provocar reacciones de inconformidad del pueblo; como al pueblo no se le puede dar ni siquiera paliativos, pues no hay suficientes recursos, entonces protesta; para la protesta sólo hay dos opciones: solución a las demandas o represión; se usa la represión pues la solución a las demandas del pueblo significaría cambiar de política y de modelo económicos; la represión provoca a su vez, aparte de dolor y tristeza, reacciones y movimientos; más represión y ahí vamos. El autoritarismo es lo único que, con diferentes caras, avanza, aumenta. No la economía ni la condición de vida de la mayoría de los mexicanos.
El neoliberalismo, autoritario por definición, pues es una imposición en todas partes, es lógicamente menos autoritario (casi democrático) en donde desde hace muchos años la sociedad tiene un alto nivel de vida y donde las desigualdades sociales son mínimas. En los países escandinavos o en Suiza, para sólo citar algunos ejemplos, la democracia no ha sufrido mengua significativa. En países como México, en cambio, el autoritarismo, la tentación policiaco-militar, la represión, son complemento necesario de la imposición del neoliberalismo, razón por la cual la lucha por la democracia tiene que empezar y pasar por la lucha contra el neoliberalismo.
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