Javier Elorriaga
De maquillajes, golpes de Estado y Bertold Brecht

El año pasado, una noticia invadió los espacios públicos: se había dado un golpe de Estado en México. Tras iniciales balbuceos por parte de las autoridades, todo pareció quedar en un rumor más, de esos que tan bien aprovecha un grupúsculo de tiburones financieros ligado al poder.

Hoy vemos que realmente se trataba de un rumor, pues ya tenemos suficientes elementos para entender que el golpe se había dado desde antes, desde que el hoy prófugo Salinas ocupó ilegítimamente el poder y desde ahí, con la ayuda de la mayoría priísta y de la mayoría de los panistas, arremetió contra la Constitución y consolidó un sistema político, económico y social que poco tiene que ver con las necesidades y los intereses de la mayoría.

Si bien las administraciones priístas que antecedieron a Salinas y Cía. no pueden ser consideradas como un modelo de democracia y nacionalismo, es a partir de mediados de los ochenta cuando una minoría decide entregarse de lleno, y entregar el país, a los intereses del gran capital financiero internacional, del cual aceptan gustosos el papel de socio menor y prestanombres.

Así fue que declararon muerta a la historia Patria y a las luchas de los mexicanos por construir un país libre, justo y democrático. Apoyados en una feroz represión y en un férreo control político e ideológico, el club de neoliberales se dedicó a consolidar antes que nada los cimientos económicos de su nueva propuesta, impuesta ésta por cierto por el Gran Club Neoliberal Global. Desmantelaron, y se repartieron, el sector paraestatal, así como la Banca y la Bolsa y le dieron carácter de divino al capital especulativo. Después de seis largos años de trapacerías, y de luchadores sociales asesinados y encarcelados, lograron conseguir que el país todo fuera una franquicia reconocida por el Nuevo Orden Mundial.

Ese fue el primer paso del golpe de Estado: ceder las riquezas nacionales y la economía del país a las grandes compañías transnacionales y a la oligarquía local. Igualito que los modelos clásicos de Sudamérica en los sesenta y setenta. Sólo que aquí el modelo se pudo empezar a implantar sin la necesidad de la participación abrumadora de los militares en el espacio político, no por nada padecemos de un sistema de Partido de Estado forjado a lo largo del siglo. Se evitaba así volver a copiar un modelo que históricamente había demostrado ``sus limitaciones''. Otro club neoliberal, el del Perú, ya había demostrado que eso de dar golpes de Estado podía maquillarse mejor a como lo habían hecho los gorilas. Aquí en México ni siquiera tuvieron que llegar a eso, al no haber división de poderes dentro del Estado, no hacía falta ni siquiera abolir a uno de ellos; bastaba con ordenarle que levantara el dedo y ejerciera su cómoda mayoría.

Y sin embargo, la represión, el control político y la escenografía neoliberal no bastaron para impedir que la sociedad mexicana se rebelara contra el sistema impuesto. Hambre, conciencia, dignidad, son varias las causas, pero los mexicanos no nos tragamos el cuento del nuevo milenio neoliberal y seguimos luchando por decidir nuestro presente y futuro.

Entonces se instrumentó la segunda fase del golpe de Estado. En ésta, los neoliberales se lanzaron contra los artículos y las leyes que todavía les ataban las manos para hacer del país lo que quisieran. Fue así que impusieron las ``reformas'' constitucionales necesarias para legalizar lo mismo que los gorilas sudamericanos habían intentado en su tiempo: impedir cualquier voz y acción inconforme e independiente del poder.

Y digo legalizar, pues en la práctica las violaciones a los derechos humanos consagrados en la Constitución ya son un hecho, aún cuando todavía no las apruebe la mayoría priísta. Cateos ilegales, detenciones sin órdenes de aprehensión, confiscación de bienes, testigos fantasmas y jueces que nunca aparecen en las diligencias, son sólo algunas de las prácticas cotidianas que ejerce el Estado hoy día. Y aquí estamos como ejemplo, entre miles, un servidor y 17 personas más detenidas en distintas cárceles del país. Súmele los retenes en carreteras y ciudades, las razzias, el espionaje telefónico, los asesinatos masivos y entenderá mejor por qué el Estado, siempre pensando en su imagen en el extranjero, busca ``legalizar'' su cotidiana violación a los derechos humanos.

Y sin embargo, así como no funcionó el modelo clásico del golpe, tampoco funcionará el modelo neoliberal. Millones de mexicanos, y de seres humanos, no pueden ser borrados de la faz de la tierra y sustituidos por fríos números de cuentas bancarias personales y empresariales. Pero hay que luchar activa y diariamente por rescatar a la Patria de la sombra neoliberal. Recuerdan lo que hace varios años escribió Brecht?: primero vinieron por los judíos, pero como yo no era...