Sin duda, uno de los más acuciantes problemas del panorama económico es el de los millones de deudores de todos los sectores productivos y todas las clases sociales que se han visto imposibilitados para afrontar sus adeudos, los cuales han crecido de manera desorbitada al mismo ritmo que los intereses.
El problema, cabe recordarlo, viene de mucho antes de que se desencadenara la crisis actual, en diciembre de 1994; de hecho, el germen del movimiento de El Barzón apareció más de un año antes de esa fecha fatídica, entre agricultores del norte del país. Como quiera, las devaluaciones de fines del año antepasado y del pasado, el decrecimiento económico y la recesión generalizada, multiplicaron el problema hasta que éste alcanzó sus dimensiones actuales: una cartera vencida nacional de más de 120 mil millones de pesos 137 mil millones, a decir de los dirigentes de los banqueros, una circunstancia desesperada y exasperante para unos ocho millones de mexicanos y una situación, para la banca, que ha sido descrita como de quiebra técnica.
La cartera vencida nacional y sus secuelas de descontento, movilizaciones y organización, no ha podido ser resuelta por medio del establecimiento de las Unidades de Inversión ni mediante la puesta en marcha del ADE. Se ha señalado que, si bien sólo una recuperación económica podrá resolver plenamente el problema, las medidas emergentes gubernamentales se han orientado más a proteger a los acreedores que a salvar a los deudores, y más a dejar a salvo principios de la política económica que a solucionar de raíz el conflicto.
De la suma total de la cartera vencida, El Barzón reconoce únicamente una tercera parte unos 40 mil millones en la medida en que, como argumentan los deudores, el resto de ese dinero corresponde a intereses indebidamente capitalizados. Si el gobierno hubiese utilizado la mitad de los cuantiosos apoyos fiscales que otorgó a la banca en 1995 unos 85 mil millones de pesos en comprar la cartera vencida del país mediante un fideicomiso, el problema se habría resuelto en su totalidad durante el año pasado. En otros términos, el haber canalizado el apoyo a los acreedores, y no a los deudores, costó el doble y no solucionó las cosas.
En el ínterin, la cuestión de las carteras vencidas ha dejado como saldo positivo la constitución y desarrollo de lo que ha sido, sin duda, uno de los movimientos sociales más interesantes de los últimos lustros: El Barzón. Se trata de un movimiento que agrupa a millones de mexicanos de distintas clases sociales, diversas regiones y de preferencias políticas y partidarias diferentes, e incluso contrapuestas. Es, además, un movimiento de carácter pacífico, que se ha aplicado a fondo en la resistencia civil, la búsqueda del diálogo y la negociación, y que en ningún momento ha dejado de generar propuestas que habrían debido ser al menos analizadas.
Entre los éxitos de los barzonistas cabe destacar su capacidad de incorporar a las clases medias urbanas especialmente afectadas por la crisis en movilizaciones participativas; la amplia difusión de los derechos legales de los ciudadanos que ha redundado en la elevación de la cultura legal a secas de la sociedad y la originalidad de sus propuestas.
Ayer, con su masiva presencia frente al Senado, en momentos en que esa Cámara habría de votar un importante paquete de modificaciones legales orientado a agilizar los juicios mercantiles y los procedimientos de cobro y saldo de adeudos, los barzonistas consiguieron introducir, a última hora, correcciones de fondo en los cambios legales. Específicamente, lograron poner a salvo sus derechos, al inducir a los legisladores a que eliminaran pasajes de las modificaciones que habrían podido dar pie a la aplicación retroactiva de éstas.
Por la interacción entre barzonistas y senadores, fue una acción política de gran significación. Al margen de las insatisfacciones particulares que hayan dejado, las modificaciones legales en cuestión acaso logren prevenir que en el futuro se gesten carteras vencidas de las dimensiones de la actual. No resolverán, ciertamente, los problemas presentes y de acreedores. Pero la movilización social ha logrado dejar una huella en el trabajo legislativo, y eso es un triunfo indudable de los barzonistas.