La Jornada 23 de abril de 1996

Ninguna propuesta ha presentado la delegación oficial contra las 93 de la contraparte, señalan asesores del EZLN

Hermann Bellinghausen, enviado, San Andrés Sacamch'en, Chis., 22 de abril Al cumplirse en estos días el primer aniversario de los diálogos por la paz y la reconciliación pactados en San Miguel ``en condiciones muy adversas'', el EZLN afirma: ``Hoy podemos decir que hemos ganado con nuestra resistencia y voluntad de paz un espacio político indiscutible, y que nuestra capacidad de convocatoria ha logrado reunir a nuestro alrededor a un gran cuerpo de asesores invitados, procedentes de muchos rincones y sectores sociales, económicos, culturales y políticos de lo mejor de la sociedad mexicana''.

La ofensiva militar del 9 de febrero de 1995 hace decir a los zapatistas: ``A un año de distancia, hoy reconocemos que este diálogo de paz, como el realizado en 1994 en San Cristóbal de las Casas, se debe a la presión de la opinión pública y a la movilización de la sociedad civil en contra de la guerra''. El comunicado hace un reconocimiento a la sociedad civil, que a estas alturas ``ha hecho suyo este diálogo'' y ya no sólo brinda compañía. Ahora, en voz del comandante Domingo, el EZLN valora el tránsito civil de su movimiento: ``El zapatismo se consolida como una civilización política del pueblo mexicano, el mismo pueblo que conoce y repudia las formas corruptas que el gobierno y la clase política han venido practicando desde hace por lo menos 66 años''.

En tanto, a nombre de los asesores invitados de los rebeldes, Adriana López Monjardín saca cuentas nada alegres ante la concurrencia en la plaza de San Andrés: ``Mientras que los asesores e invitados del EZLN hemos presentado 93 propuestas en torno a la temática del grupo de trabajo que nos ocupa, relativo a Democracia Política e Instituciones Públicas, los asesores de la delegación gubernamental no han presentado una sola propuesta.

``Mientras que los asesores invitados del EZLN hemos presentado cientos de páginas con ponencias escritas en las que proponemos, desde diversos puntos de vista, un diagnóstico de la situación nacional y diversas alternativas para avanzar hacia la construcción de nuevas formas de convivencia ciudadana y una nueva relación entre gobernantes y gobernados, los asesores de la delegación gubernamental consideran que un punto de partida suficiente para el diálogo son las 500 palabras escritas que han presentado sobre el temario acordado... acompañadas por su confesión de que su labor como asesores del gobierno les ha exigido dejar de lado sus convicciones''.López Monjardín encuentra, tras un año de pláticas, una actitud minimizadora de parte del gobierno federal, ``que pretende que éste es un foro más''. Y agrega: ``Al tratar de imponer esta perspectiva, la delegación gubernamental comete, al menos, dos errores graves. Primero, desacata la Ley de Concordía y Pacificación, que mandata al propio gobierno a dialogar con el EZLN para buscar alternativas de solución a las causas que dieron origen al levantamiento. Segundo, pasa por alto que las esperanzas de los mexicanos y los ojos de los observadores internacionales están puestos en San Andrés''.

Y concluye: ``Venimos a San Andrés en cumplimento de una ley para el diálogo, y comprometidos con la búsqueda de una paz con justicia y dignidad, en la que nadie tenga que morir para hacer respetar sus derechos ciudadanos, en la que nadie tenga que matar para cancelarlos. Seguimos esperando''.

En un severo documento titulado La negociación vista por el gobierno, Antonio García de León muestra preocupación por la manera en que se conceptúan del lado del gobierno los acuerdos de la mesa anterior: ``Son sólo materia de los dirigentes de los partidos nacionales y del poder Ejecutivo: es decir, el gobierno concibe que las ricas propuestas de la sociedad civil sólo pueden ser procesadas por la corrupta clase política que ha metido a la nación en la peor crisis de su historia. Para nosotros, estos acuerdos son producto del trabajo de 500 representantes de 32 pueblos indios de todo el país y el principal ejecutor de ellos es ese sector marginado de la sociedad mexicana.''

Contrainsurgencia y negociación Con la memoria en las acciones nixonianas durante la negociación de paz con Vietnam, de ``apretar'' militarmente (o sea, matar un número indeterminado de personas) para presionar a la insurgencia en la mesa de diálogo, el especialista Steven Metz indica que un plan de contrainsurgencia debe tener tres fases: ``La primera estabiliza la situación militar y política. La segunda (y la más larga) emplea la presión sostenida y gradualmente intensificada en los ámbitos militar, sicológico y político, para impulsar a los insurgentes a las negociaciones. La tercera usa la ofensiva política, sicológica y militar para llevar a efecto las negociaciones''.

Tal plan, ideado para responder a las alguna vez famosas ``tres fases'' de la revolución según Mao, ha refuncionalizado en los últimos años el fracaso, o ``éxito parcial'', de la contrainsurgencia en Centroamérica, Filipinas y Africa. El especialista citado enseñó Asuntos de Seguridad Nacional en el Departamento de Operaciones Conjuntas y Combinadas del Colegio de Comando y Estado Mayor en Fort Leavenworth. Una de las escuelas predilectas de Boogie el Aceitoso, y tuvo entre sus pupilos un cierto número de oficiales mexicanos, quienes habrán escuchado los conceptos, entonces propositivos y hoy dominantes, del doctor Steven Metz, especialista en Guerra de Baja Intensidad.

El plan de las tres fases ``conlleva riesgos mayores'', alerta Metz en ``Victoria y compromiso en la contrainsurgencia'', texto canónico dado a conocer en Military Review (Noviembre-diciembre de 1992), cuyas líneas generales encuentran hoy aplicación práctica en Chiapas, que se encontraría, según esta estrategia, en la segunda fase (``la más larga''). Leamos:``Para llevarlo a efecto adecuadamente (el plan), los planificadores deben obtener inteligencia (sic) acerca de la actividad política y militar de la insurrección durante la segunda fase. El gobierno, en otras palabras, debe descubrir la redes y bases clandestinas, pero no debe materializar ninguna acción hasta la ofensiva principal en la tercera fase. Esto significa que la insurrección puede aumentar su influencia mientras que el gobierno espera el momento más apropiado para lanzar la ofensiva.``Esta tendrá el objetivo ``de lograr el mayor trauma posible en los insurrectos. Esto requiere la obtención y análisis de inteligencia precisa con el fin de identificar los centros de gravedad tal como los insurrectos lo definen'' (subrayados del autor).

En Chiapas, la inteligencia ha llegado a dos ``centros de gravedad'', uno hacia dentro, en las organizaciones sociales, y otro en un terreno inusitado (y que Metz no consideraba), en el ámbito intelectual en su mainstream. Así, la ofensiva de segunda fase agrega, al propiamente militar, dos frentes de cara al EZLN: el social-comunitario, a cargo de las agencias gubernamentales y las organizaciones ``leales''; un poco lo mismo que en otros casos de contrainsurgencia tercermundista. El frente intelectual es novedoso, y ha conseguido involucrar a los think tanks del sistema, acuerpados en Colegios, revistas y empresas de asesoría académica.

En este trayecto, y siguiendo las rutas naturales creadas por el conflicto y las peculiaridades del zapatismo, la inteligencia ha identificado un par de fenómenos tampoco previstos en la doctrina inicial, pero ya identificados por los intelectuales-negociadores y los think tanks donde abrevan: la evolución civil y civilista del alzamiento armado (con lo que va de la CND al FZLN), y el efecto noticioso y de solidaridad política que el zapatismo ha generado en muchos países del Primer Mundo (Estados Unidos, Canadá, las naciones mediterráneas de Europa, Alemania, Escandinavia y Japón).

Son muchos frentes, como se puede ver, y en algunos de ellos (el intelectual, el migratorio) la contraofensiva apenas comienza. Las ofensivas mediáticas (marcadamente por radio y televisión) se han ido adaptando a las circunstancias. Donde al parecer no escarmientan es en el ámbito donde todo se origina: las comunidades mismas, sus organizaciones. En plena primavera de 1996, las mismas organizaciones del esquema pronasolero preinsurreccional siguen siendo las encargadas de la contrainsurgencia social.

A eso se refiere el comunicado de prensa del EZLN leído por el comandante Domingo esta noche: ``Mientras el gobierno requiere cada vez más esfuerzos y dinero para provocar apoyos, nuestra justa causa se generaliza y se organiza''. Mientras los zapatistas ven que ``el gobierno aumenta su soledad'', desde esta ``soledad'' el gobierno invierte en hacerse compañía.

Entonces reaparece en escena la ARIC-oficial, por ejemplo. No se preocupa por guardar las apariencias y va a lo que va: ``Un basta a la introducción de personas extranjeras en la selva Lacandona'' plantearán al presidente Zedillo los dirigentes de esa organización, según informó ayer el Expreso de Tuxtla. De este, y otros ejemplos de contrainsurgencia social habrá que hablar mañana.