La fotografía de primera que publicó La Jornada el sábado 20 es el reverso del Diálogo de San Andrés. En la foto se ve a un Subcomandante Marcos risueño, como quien está contando un chiste, y a una famosísima francesa riendo con él con expresión de franca simpatía. En San Andrés, fotos aparte, el diálogo no avanza porque, entre otras razones, el gobierno no quiere en realidad un diálogo ni, mucho menos, comprometerse con el EZLN (ni con nadie) a solucionar los tan urgentes como notorios problemas de México.
No es irrelevante el contraste. Al contrario. La foto de Danielle Mitterrand con Marcos tiene repercusión mundial por dos razones principales: el EZLN y sus dirigentes son famosos en todo el mundo, y lo confirma, seguramente sin querer, el mismo gobierno mexicano al haber mandado a los representantes de la delegación gubernamental en el Diálogo de San Andrés a ``explicar'' su versión ante el Parlamento Europeo en Bélgica; la señora Mitterrand, por su parte, es también famosa mundialmente, tanto por haber sido la primera dama de Francia durante 14 años seguidos (los periodos de gobierno en Francia son de siete años), como por su interés activo en las causas justas y humanitarias desde hace varias décadas. El Diálogo, en cambio, no tiene la misma repercusión porque el gobierno mexicano le ha querido bajar el perfil lo más que puede, incluyendo en su actitud su incapacidad ya popularizada para ver y oír y, más todavía, para resolver problemas.
Mientras lo mejor del mundo, es decir los que luchan en contra del modelo neoliberal por sus repercusiones en la mayor parte de la población mundial, los que luchan por imprimirle a la política su carácter de máxima actividad humana, los que luchan por preservar en la Tierra sus recursos para la vida y no para la muerte, quienes desde el anonimato o desde sitiales con reflectores luchan en contra del irracionalismo que sin lugar a dudas gana adeptos entre cínicos, fascistas y demás simpatizantes de la destrucción, los que luchan por los demás para salvarse a sí mismos, los que luchan, en síntesis, por un mundo mejor; mientras todos estos, en fin, viajan a la Selva Lacandona para solidarizarse desde ahí con los indígenas chiapanecos pero también con todos los pueblos oprimidos de la Tierra, el gobierno mexicano ve con desesperación (supongo, si al gobierno todavía le queda algo de objetividad) que sólo los destructores del planeta y de México en particular se acercan a él, y ni siquiera para ofrecerle apoyo sino para darle instrucciones (órdenes planteadas como sugerencias).
El gobierno cree que no dialogando con el EZLN aisla a esta organización armada para la paz (digna y justa) y a la lucha que representa. Y se equivoca, también en esto. En realidad el gobierno se ha aislado en una torre de solipsismo enfermizo, es decir en la que nada existe fuera de lo que el mismo gobierno piensa como realidad o de lo que imagina como tal. Y desde su aislamiento solipsista no ve el significado de la visita a la Selva de la señora Mitterrand, pero tampoco verá la muestra multitudinaria de rechazo e inconformidad que se dará el 1 de mayo, día en que por primera vez en décadas una parte significativa del llamado sindicalismo oficial marchará junto al sindicalismo independiente y protestará contra la política que el gobierno insiste en imponer con el único apoyo del FMI, del Banco Mundial, del gobierno de Estados Unidos y de los dueños del capital mundial para los cuales la humanidad, como para el gobierno los zapatistas, es un cero a la izquierda.
Estos contrastes, entre lo que convoca el EZLN y lo que invoca el gobierno mexicano, seguirán acentuándose de no rectificar el gobierno. De aquí al gran Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, el contraste será cada día más evidente, porque el gobierno se quedará cada vez más solo y el EZLN tendrá más simpatizantes; el gobierno será símbolo de muerte y miseria y el EZLN de vida y esperanza; el gobierno representará (ya representa) la prepotencia del que no puede (razón por la cual utiliza las armas y el silencio despectivo), mientras el EZLN, en cambio, representa la humildad de los oprimidos y de los verdaderos sabios y, a la vez, la dignidad de los que luchan, porque sólo los que luchan son dignos, de sí mismos y de los demás.