Ricardo Alemán Alemán
Itinerario político

Choque en el PRD, antes de elegir presidente
Los riesgos de la reforma electoral

Pese a que insistentemente se pretende negarlo, no está descartado un rompimiento en el PRD y la fractura podría producirse incluso antes de la elección del presidente nacional de ese partido, prevista para el 14 de julio.

El eventual enfrentamiento se deduce de los puntos de vista divergentes expresados por los aspirantes a la dirigencia nacional perredista, entre quienes no hay acuerdo respecto al alcance jurídico y la conveniencia política de apoyar la reforma electoral que muy pronto se discutirá en la Cámara de Diputados.

Por primera vez en su historia, el voto de la fracción parlamentaria perredista resultará determinante en la consecución de la reforma política ante la ausencia del PAN, especialmente por lo que respecta a las reformas constitucionales que implica la iniciativa que acordaron en Gobernación los dirigentes del PRI, PRD y PT y que enviaron a la Cámara de Diputados para discutirla y, en su caso, aprobarla en un periodo extraordinario de sesiones.

Como se sabe, en días pasados se acordaron en la Secretaría de Gobernación los puntos centrales de lo que en el Congreso podría traducirse en la nueva legislación electoral que servirá para los comicios federales de 1977, en los que se renovará el propio Congreso y se elegirá al regente del Distrito Federal. Ya es ampliamente conocido que el PAN se mantuvo al margen.

Sólo que entre los dirigentes partidistas y el Secretario de Gobernación también se logró el compromiso de los líderes para impulsar la reforma electoral, que aprobarían en las cámaras los diputados de tres partidos: PRI, PRD y PT. Una vez que en Gobernación se llegó a consensos y que quedaron para una posterior discusión los puntos en los que no hubo acuerdo, comenzó el cabildeo interno en los partidos.

El caso del PRD resulta particularmente interesante, ya que en una reunión del presidente de ese partido, Porfirio Muñoz Ledo, con los aspirantes a la dirigencia partidista, las cosas empezaron mal. Tres de los candidatos: Amalia García, Jesús Ortega y Heberto Castillo, expresaron, con matices, su apoyo a las conclusiones alcanzadas en la mesa de la reforma electoral realizada en la Secretaría de Gobernación.

El otro aspirante, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador quien tiene hasta ahora el mayor número de adeptos entre la militancia perredista dijo que no apoyaba la reforma y que no podía llegar, de ganar la presidencia del PRD, con un compromiso contraído previamente. Más aún: dijo que en su gestión actuaría con manos libres, especialmente en lo que respecta a los comicios federales de 1997.

La negativa de López Obrador a apoyar la reforma electoral podría ocasionar que por lo menos 30 legisladores perredistas que respaldan al líder tabasqueño si no es que más voten en contra de las reformas constitucionales en la Cámara de Diputados. De cumplirse este escenario, sería numéricamente imposible que se alcance el número de votos indispensables para reformar la Constitución.

En caso de que voten a favor de la reforma los 300 diputados priístas y que López Obrador sume a su causa sólo 30 legisladores de un total de 65, el PRI y el PRD juntos sumarían 335 votos de los 334 que se requieren para enmendar la Carta Magna. Es decir, pasaría de panzazo. Faltarín los 10 votos del PT y los seis de los diputados independientes, pero en esos dos casos nada es seguro.

Sin embargo, el prolema principal, más que numérico, sería político, ya que si la mitad del PRD se perfila para votar en contra de la reforma, el PRI y el gobierno simplemente retirarían la iniciativa, ya que un voto en esas condiciones de lograr la mayoría calificada en realidad significaría que la reforma la aprobaría sólo el PRI. Pero en el gobierno no están dispuestos a que eso ocurra.

El escenario se vislumbra difícil para el PRD, pues si su grupo parlamentario se divide a causa de la reforma electoral, llegaría fraccionado a la elección interna y no tardarían en surgir los desprendimientos, especialmente del grupo de los ex comunistas, quienes se sienten relegados y que estarían dispuestos a reclamar su registro como partido. Hay que recordar que el PRD se integró con el registro del PMS, el cual se integró con el registro del PSUM y éste a su vez con el del Partido Comunista.

Por eso, no es casual el encuentro de Ernesto Zedillo en el local (por cierto, muchos locales del PRD son herencia del PC)del Centro de Estudios para la Reforma de Estado, que es uno de los bastiones de lo que queda del Partido Comunista en el PRD.

Frente a esta situación se avizoran dos escenarios: que para salvar la reforma sumen fuerzas Amalia García, Jesús Ortega y Heberto Castillo, que se retiren para dejar el camino libre a Andrés Manuel López Obrador, a cambio de que éste apoye la reforma... o un tercero: la división del PRD.