Julio Boltvinik
Patas cojas del neoliberalismo

James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, declaró el pasado 20 de abril que ``el aumento de la pobreza en México es la pata coja'' del país. Más adelante, en la misma conferencia de prensa, al ser interrogado sobre las frecuentes quejas por el empobrecimiento que socava los programas de reforma asesorados por su institución, volvió a usar el término ``pata coja'', pero ahora para calificar esta debilidad del propio Banco Mundial (La Jornada 21/04/96, p. 47). Dejando a un lado las normas diplomáticas, hizo explícita la relación entre el Banco y el Gobierno de México, cuando señaló: ``es absolutamente necesario que continuemos presionando al gobierno de México para que aproveche los beneficios de la recuperación económica en beneficio de los sectores sociales de la población mexicana que más lo necesitan'' (Reforma, 21/04/96, p. 1). El funcionario también señaló: ``yo no puedo gobernar México, pero sé que el gobierno está profundamente preocupado por el deterioro social y pienso que está trabajando lo más rápido que puede para atenderlo'' (El Financiero, 21/04/96).

Aparte de la riqueza que estas declaraciones tienen desde el punto de vista del análisis de la soberanía y del papel que juegan organismos como el Banco Mundial en el gobierno mundial, las declaraciones son sumamente importantes desde el punto de vista del desarrollo mundial. Ese deterioro social constituye sin duda una pata coja del neoliberalismo. La viabilidad del modelo mismo está en juego. Por eso Wolfensohn dijo que en México ``es necesario nivelar el desarrollo social y la equidad y los avances políticos y económicos para asegurar el éxito de las reformas''. Si el deterioro social termina por manifestarse en tensiones sociales muy fuertes, el modelo llevará a la ingobernabilidad. De ahí la urgencia del Banco Mundial de evitar un estallido en México, país al que la institución ha convertido en prototipo del modelo neoliberal. Si México fracasa, pone en riesgo el modelo mismo.

Cuando Wolfensohn dice ``estamos trabajando juntos (con el gobierno mexicano) para tratar de ver cómo podemos ayudarlos en los programas sociales'', se estará refiriendo, entre otras cosas, al pobremático? Sería interesante que Santiago Levy y Enrique del Val fuesen interrogados (en la comparecencia que hoy tendrán ante algunas comisiones de la Cámara de Diputados) sobre la medida en la cual la idea del pobremático y del PIESA (Programa Integral de Educación, Salud y Alimentación), es resultado de las presiones del Banco Mundial. Hace casi un mes, el 28 de marzo, la presidenta de la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Diputados, Rosario Robles, señaló en la tribuna que en el documento de estrategia del Banco Mundial sobre México, escrito en 1994, se establece la necesidad de eliminar los subsidios alimentarios y focalizarlos a los más pobres.

Por otra parte, serán tan ingenuos tanto nuestros funcionarios y los del Banco Mundial para pensar que el desarrollo social se puede nivelar a través de mecanismos como el pobremático, sin tocar la política económica que, vía la pérdida de empleos y el deterioro de los salarios reales, es la causa directa del problema?El discurso de Wolfensohn, por otra parte, presenta las cosas como si las causas económicas de la crisis estuvieran resueltas, lo que coincide con las expresiones triunfalistas expresadas por el gobierno en las semanas anteriores. Aunque este asunto no lo puedo abordar en el presente comentario, es claro que la famosa recuperación está todavía lejana, que la estabilidad financiera no es necesariamente preludio del crecimiento, y que los supuestos signos de recuperación son insuficientes y contradictorios, que la crisis del sistema bancario está viva, que la capacidad de compra de la población sigue bajando. En ausencia de una política de desarrollo (aunque Herminio Blanco acaba de anunciar que ya está listo el texto del Programa de Política Industrial y de Comercio Exterior), a la espera que las fuerzas del mercado operen el milagro del crecimiento y del desarrollo por sí solas, el neoliberalismo del gobierno mexicano y del Banco Mundial no parecen tener una, sino dos patas cojas: la económica y la social. La economía mexicana lleva 15 años creciendo a una tasa promedio menor que el 1 por ciento anual. El neoliberalismo no ha mostrado todavía, en ningún país del mundo, que sea una mejor opción para el crecimiento que un Estado promotor del desarrollo.