Paulina Fernández
Hacia el 1 de mayo

Por un lado el gobierno se niega a ver que la política económica aplicada incondicionalmente ha sido desastrosa para la población en general, y asegura que para estas fechas sus indicadores macroeconómicos demuestran que la recuperación del país está en marcha; por el otro lado, sin proponérselo, reconoce la gravedad de los efectos sociales de la crisis económica cancelando, por temor a las expresiones de repudio y descontento, el ``desfile oficial'' del 1 de mayo por segundo año consecutivo.

Aunque todavía no se acaban de precisar los detalles de las marchas de trabajadores del próximo 1 de mayo, parece irreversible la decisión de diversos sindicatos de ocupar el espacio y conmemorar las luchas que durante décadas se apropiaron los contingentes oficiales. Hace un año la asistencia fue espontánea y la organización de la marcha fue casi instintiva. Para este año se han publicado dos convocatorias: la de la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo (22/04/96) y la del Foro ``El Sindicalismo ante la Nación'' (25/04/96), las cuales indican una preparación más consciente.

La novedad de mayor trascendencia potencial es la decisión de aquellos sindicatos que suscriben la convocatoria del Foro y que todavía pertenecen al Congreso del Trabajo. Los trabajadores electricistas, telefonistas, pilotos aviadores, sobrecargos, tranviarios, algunos automotrices, de la educación, del seguro social, y otros, rechazaron la orden de acudir únicamente al acto privado en el que se reunirán los más destacados representantes del charrismo sindical con el presidente de la República, y desestimaron las amenazas de expulsión del máximo dirigente del CT. La decisión puede significar el principio de un proceso de independencia de la clase obrera, respecto de los controles que históricamente han ejercido el gobierno y los patrones a través de los dirigentes sindicales y líderes de centrales, legalmente reconocidos por las autoridades gubernamentales y amparados por el PRI.

La decisión de esos sindicatos de organizar su propio acto para conmemorar el día internacional del trabajo es, a primera vista, un acto de rebeldía que muestra un principio de autoridad mermado, rebeldía estimulada probablemente por la cercanía que se adivina en la sucesión del mando vitalicio de la CTM, central predominante en el CT desde la fundación de éste, hace tres décadas.

Veinte años de topes salariales dan una idea del control sobre la clase obrera y la debilidad de sus sindicatos frente al poder público; 20 son demasiados años de no favorecer en nada a los trabajadores afiliados corporativa y forzosamente. En los últimos tiempos el sindicalismo ha sido muy agredido por el neoliberalismo, de manera intensiva durante los primeros años de gobierno de Salinas de Gortari, el cual junto a las fraudulentas declaraciones de quiebra, venta de empresas, y demás caminos forzados rumbo al objetivo modernizador de privatizar a toda costa, se afectaron los intereses de miles de trabajadores, muchos de los cuales empezaron a engrosar entonces las filas del desempleo.

Es de todos conocido que sin reformar el artículo 123 constitucional ni renovar la Ley Federal del Trabajo, como se lo había propuesto el gobierno anterior desde el principio, sí se transformaron las relaciones obrero-patronales y con éstas se disminuyó el papel que jugaban los sindicatos en los centros de trabajo, mediante la mutilación de los contratos colectivos, o simplemente por la consumación de estos cambios por la vía de los hechos.

En el conjunto de factores que indican el deterioro del régimen político mexicano, se asoma por primera vez la posibilidad de una crisis en el aparato sindical. Hasta hace muy poco tiempo el control corporativo sobre la clase obrera no toleraba la menor disidencia; ahora parece no estar en condiciones de impedirla. La organización exitosa de la gran marcha obrera del 1 de mayo puede ser el principio de un proceso que permita a los sindicatos más decididos constituir una alternativa independiente y democrática para los trabajadores mexicanos.