``Por qué, pues, es rojo tu vestido, y te pareces en tus ropas a los que pisan la vendimia en el lagar? Los pisé en mi furor y los aplasté con la fuerza de mi enojo, la sangre de ellos salpicó mis vestiduras. Porque el día de la venganza está fijado en mi corazón''.
(Isaías, 63,2-5)``Matar civiles indefensos es como matar amarrados, es como matar criaturas'', me decía un viejo cristero. Las bombas israelíes festejaron en Cana bodas de sangre, matando criaturas y civiles indefensos. Ni los cohetes ciegos disparados por Hizbalá sobre Kiriat Shmona, ni los atentados kamikaze sobre los civiles indefensos en Israel, ni el asesinato de 17 turistas griegos en el Cairo, pueden justificar la operación ``Viñas de la Ira'', desatada la semana pasada por el gobierno de Shimon Peres.
Ironía de la historia: le tocó al halcón, al general Itzhak Rabín firmar la paz con los palestinos; le toca ahora a la ``paloma'', al civil Peres verter la sangre inocente. Todas las razones, todos los raciocinios del mundo no pueden justificar lo que es un error y un crimen. Siempre y en todas partes la guerrilla se ha escondido entre la población civil, siempre el terrorismo ha disparado a ciegas para atemorizar y provocar reacciones excesivas. Quien cae en la trampa de las represalias, se deja encerrar en el círculo vicioso ideado por el terrorista.
Militarmente, políticamente, la operación ``Viña de la Ira'' ha sido un fracaso. Dirán que Peres necesitaba calmar la ira de su pueblo, a cinco semanas de unas elecciones legislativas que podrían llevar al poder a la derecha opuesta a la paz con los palestinos. No vale la pena ganar las elecciones a tal precio. Mejor dejar que gane el Likud y que le toque a su líder Natanayu descubrir que no hay otro camino que la paz con los palestinos, los sirios y los libaneses; que le toque al halcón devolver a Siria la mesa del Golan, a Líbano la dizque ``zona de seguridad'', invadida por Israel desde hace 18 años.
El problema de la seguridad en el norte de Galilea es muy real y tan viejo como Israel, pero lo único que hace Israel es legitimizar a Hizbalá, Amal, Hamas, arruinar a Líbano, debilitar a Arafat, encerrar a su pueblo en una guerra que será perdida tarde o temprano.
Hace 30 años, Líbano fue tomado como rehén por los palestinos y por Israel, luego por los sirios. Esa situación lo hizo reventar hace 21 años y desde 1976 está bajo ocupación siria. Está apenas saliendo de la pesadilla, cuando en el momento mismo de su renacimiento, los bombardeos israelíes lo pulverizan de nuevo. La ocupación del sur libanés por Israel es el pretexto de la ocupación del país por Siria y la razón de la base social de Hizbalá. Esa ocupación no ha dado nunca a Galilea la seguridad anhelada y ahora engendra las ``Viñas de la Ira''.
El alto mando israelí, al escoger ese nombre bíblico resultó profeta. Ha desatado la indignación universal contra Israel, ha hecho de él ``el judío de las naciones''. Frente a la reprobación universal, la derecha israelí invita al gobierno de Peres a seguir adelante en el uso de la fuerza. Sería un suicidio. Cuando los serbios parecían haber triunfado en aquellas siniestras jornadas del verano de 1996, cuando los cascos azules de la ONU abandonaron miles de bosnios que fueron vilmente masacrados en Serebrenitsa y en otras partes, unos obuses de mortero hicieron lo que parecía imposible: el mortal bombardeo del mer cado de Sarazhevo provocó una indignación tal en el mundo, que los gobiernos no pudieron mantener su pasividad. Rápidamente los invencibles serbios se desmoronaron.
Siempre he querido lo mejor para los israelíes y para los árabes; Israel no tendrá paz mientras no haya justicia para los palestinos, justicia para los libaneses. Nadie le pide a Israel bajar la guardia y entregarse como cordero al cuchillo del verdugo. Pero si cree que resolverá el problema con su fuerza militar, está equivocado y se expone a escuchar los tremendos versos del salmo 136.
''Quién te pagará el mal que no hiciste? Feliz quien agarrará a los pies a tus niños, y en roca sus cabezas estrellará!''