La Jornada 27 de abril de 1996

Una insinuacion de Peniche Bolio desató el enfrentamiento

Elena Gallegos, Mireya Cuéllar e Ismael Romero En el fondo del salón, los priístas disfrutaron como nadie la disputa que protagonizaron diputados del PAN y del PRD quienes, fuera de sí por los adjetivos que se habían endosado, llegaron hasta las manos y... los pies.

Y es que luego de las palabras del panista Francisco Peniche Bolio, que insinuaron nexos del perredismo con el tráfico de drogas, ya no hubo lugar para la cordura ni para el respeto.

Tan no lo hubo que, desafortunadamente y perdida la calma, el enredo pasó de las ofensas a las agresiones físicas.

Divertidos, los del PRI sólo observaron cómo la bancada blanquiazul hacía el ``trabajo sucio''. Por fin! el mayor costo político sería para la derecha, se regocijaron muchos.

Los fascistas! hijos de Clinton! intolerantes! se multiplicaron en el recinto.

El detonador, la pregunta que hizo Peniche Bolio, quien buscó ironizar ante la asamblea sobre las posibles causas del PRD, para no avalar las reformas constitucionales que permitirán la intervención de las comunicaciones privadas: ``No será que el Partido Revolucionario... de Acción Democrática no atinó a hilar, aunque se refería en realidad al PRDpueda tener conexión con la droga o con los traficantes o recursos económicos...? ``Y las afrentas no terminaron ahí. Porque ante las reiteradas peticiones de que retirara su dicho, el viejo panista yucateco se aferró: ``Qué... tanto les ha ardido? Qué... les viene el saco? El que nada debe, nada teme. Cuando les ha causado tanto escozor es que algo deben llevar entre las faldas''.

Hasta ese momento y salvo algunos sobresaltos, el debate se había mantenido en el terreno estrictamente jurídico.

Peniche Bolio subió a la tribuna a argumentar en favor de las reformas constitucionales y tejió su discurso hablando de la preeminencia de la Nación sobre cualquier persona o grupo.

Juan Guerra, desde su curul, lo cuestionó. Le dijo que sus palabras le recordaban a Franco y a Pinochet, que con ese mismo rango manejaban la preeminencia de la Nación: ``Tiene esto relación con algo que ha planteado Acción Nacional, que el valor supremo de la Nación es el hombre o estamos equivocando ahí los conceptos de ese partido?''.

Ya para entonces la discusión se había iniciado casi cinco horas antes los panistas estaban como agua para chocolate, debido a que en una intervención de Mauro González Luna, quien militó en sus filas y que ahora pertenece a la bancada del PRD, se les achacaron actitudes ``claudicantes y de desvergenza''.

De acuerdo con González Luna, los panistas al defender el dictamen en cuestión traicionaban las tesis de sus ideólogos.

Histriónico, el forista abundó en lo que él llamó ``las máscaras'' del PAN. ``Ustedes buscó centrarlos no quieren quedar bien con el pueblo! Ni siquiera con Zedillo! Quieren quedar bien con Clinton, que los ha nombrado por su nombre y eso no me da envidia! Me da vergenza! Repugnancia!''.

Temperamental, González Luna lanzó un Viva México! para bajarse de la tribuna y dejó bien calientitos a los panistas. Los primeros y duros adjetivos habían sido ya puestos en el Diario de Debates.

Por eso, cuando diez oradores después, Guerra interpeló a Peniche Bolio y comentó que las tesis del yucateco fueron usadas también por Pinochet y Franco, éste quiso devolver los golpes recibidos por su partido desde la tribuna e insinuó vinculaciones del perredismo con el narco, lo que incendió al auditorio.

Los perredistas no podían pasar por alto tamaña imputación. Jesús Ortega, Ramón Sosamontes, Adriana Luna Parra, Cuauhtémoc Sandoval, Salvador Martínez Della Rocca, Rosario Robles, casi todos los legisladores de ese partido saltaron de sus curules.

``Ni como ironía lo puedes decir, Bolio!", se desgañitaba Sandoval.

El priísta Carmelo Soto, se enfureció: ``Que no sean irresponsables los panistas!'' y pidió la palabra, pero desde la Burbuja para los enterados, lugar que ocupa el líder de la mayoría, le enviaron señales para que no interviniera.

Augusto Gómez Villanueva, le gritó: ``Déjalos, Carmelo!''. ``La extrema derecha es torpe!'', exclamaba Oscar Levín Coppel. ``Qué barbaridad!'', reprobaba Crisóforo Salido Almada. ``Qué despropósito!'', cuestionaba al PAN Eduardo Escobedo, autor del dictamen que se discutía.

Mauro González Luna, cuyo discurso había sido uno de los motivos de la discordia, se defendía: ``Yo emití un juicio político cuando hablé de las simpatías del PAN con Clinton. Ellos están respondiendo con una infamia... una calumnia!''.

En la presidencia de debates, Claudia Esqueda llamaba al orden. Desde su curul a esas alturas todo el auditorio estaba de pie, Jesús Ortega exigió se retiraran los improperios. Peniche Bolio se sacudió: ``Yo sólo me preguntaba...``Ortega le cerró el paso: ``Diputado Peniche, el diputado Guerra le hizo una pregunta con todo respeto y usted no tiene ningún derecho, ninguno!, a calumniar y a tratar de esa forma grosera a nuestros compañeros. Por lo tanto, le exijo respeto a la bancada del PRD y a todos los diputados''. No se retractó.

Ya nadie oía a nadie. Ortega, Sandoval y Sosamontes cruzaron desde sus curules el pasillo y encararon a los panistas Juan Antonio García Villa, Cecilia Romero y otros que se encontraban en el lugar que ocupa el coordinador Ricardo García Cervantes, y que en ese momento no se encontraba en el salón.

Legisladores de los dos partidos, reporteros y curiosos, rodearon a los que discutían. Ortega manoteaba para remarcar su exigencia de que el PAN retirara la calumnia. Enfurecido también, García Villa le espetaba: ``Ahora te aguantas... Ustedes insultaron primero!``Jorge Padilla Olvera, condicionaba: ``Que Mauro retire sus insultos. Mauro nos llamó hijos de Clinton''. Todo era a gritos.

En la tribuna, el viejo yucateco veía impávido lo que había causado. ``Ahora te aguantas... ahora te aguantas!'', repetía García Villa a Ortega.

Ambos bandos intercambiaban insultos y los ánimos terminaron de caldearse. Los coros de ``fascistas! fascistas!'' y ``Lozano es del narco!'' ``Lozano es del narco!'', salían de las curules perredistas. Hasta ese momento, no pasó de ser una ríspida discusión.

Ortega ya se retiraba, pero rabioso, el panista Pedro Sánchez Ascensio lo increpó: ``Hijos de Clinton, lo serán ustedes!''. Entonces los manazos y los empujones comenzaron. Les tocó a legisladores de las dos partes.

Lo cierto es que a Jesús Ortega le propinaron un puntapié y Salvador Martínez Della Rocca lanzó manotazos, en respuesta. También al panista Hugo Meneses le dieron en las espinillas y éste contestó.

De un lado, Fernando Pérez Noriega y Kurt Thomsen, y del otro, Ramón Sosamontes y Miguel Moreno Brisuela, buscaron poner punto final a la reyerta que escenificaban sus compañeros. Pero el peso de las palabras que en el camino se decían, enojaba más a todos.

Siguieron los empujones. Quién empezó? En la bola ni se supo, pero les tocó a panistas y perredistas. Ambas bancadas se echaron la bolita como en el juego de Yo no fui..., fue teté, pégale, pégale que ella fue. ``Qué oso!'', se escandalizó una guapa edecán.

Adriana Luna Parra se le fue encima a Pedro Sánchez, que repetía como grabadora: ``Hijos de Clinton, lo serán ustedes!'' y Anselmo García Cruz, del PRD, repartió codazos y empujones.

``Calma! Calma! Tranquilos!'', se extendieron las voces de los dos lados y varios legisladores perredistas jalaron a Luna Parra para que la pelea no se complicara aún más.

Con el rostro enrojecido, Luna Parra seguía gritoneando a Pedro Sánchez: ``Cállate! Ya cállate, infame!'', apenas se alcanzó a escuchar entre el vocerío. ``Hijos de Clinton, lo serán ustedes!'', machacaba el otro.

``Fascistas! Fascistas! Lozano es del narco, Lozano es del narco!'', se apagaban los coros.

Cuando parecía concluir el agrio encuentro, otro grupito de panistas y perredistas se enfrentó al pie de la tribuna. Ya no pasó a mayores. Javier Gutiérrez Vidal, del PAN, y Miguel Moreno Brizuela, del PRD, buscaron poner orden, aunque de pasadita intercambiaron puyas. A Moreno Brizuela también le tocó un golpe ``no supe ni quién'', se quejó.

Según Cecilia Romero, el desaguisado lo comenzaron ``empleados'' del PRD. La versión de Salvador Martínez Della Rocca, fue otra: el escarceo se desató ``cuando patearon a Ortega''.

Las insinuaciones de Peniche Bolio, fueron el detonador. La bancada del PAN ya estaba calientita. Ayer, unos minutos antes de las 19:00 horas y luego que 24 oradores habían subido a la tribuna, ya no hubo lugar para la cordura en San Lázaro.

Gloria Sánchez le insistió a Peniche que retirara sus palabra, porque no podía dejar bajo sospecha a su partido. El viejo yucateco se empecinó. Dijo que él no consideraba que los había insultado y que no lo haría.

Jesús Zambrano, Rosario Robles y muchos perredistas más, gritaban al orador: ``Retire sus palabras, retírelas!''...

``Jamás las retiraré, les guste o no les guste''.

Después, en tribuna, Marco Rascón, Juan Guerra, Graco Ramírez y Adriana Luna Parra, se lanzaron contra los ``magros resultados'' que, dijeron, ha obtenido el panista Antonio Lozano Gracia al frente de la PGR.

Desgranaron los asuntos: la entrega de García Abrego a Estados Unidos, ``como si la PGR fuera madrina de los gringos''; el caso Colosio; el caso Tabasco, ``cuyos millonarios fondos para la campaña pudieran ser producto del lavado de dinero''.

Rascón, autor de la exhibición de instrumentos de tortura que se puso al pie de la tribuna y que contenía desde tehuacán y chile piquín hasta pañales de fuerza, por eso de la disminución de la edad penal, les espetó a los panistas: ``Hoy quieren adelantar el esquema autoritario con el que piensan gobernar el país a partir de 1997''.

Y como los priístas seguían divertidísimos de que el agarrón fuera entre los opositores, Rascón los pilló: ``Y ustedes, qué nos ven!''.

García Villa, por el PAN, fue a rebatir las tesis que casi tres horas antes había defendido Mauro González Luna y le dijo que alguna vez, cuando perteneció a Acción Nacional, había aprendido la definición del bien común como el conjunto de condiciones económicas, políticas, sociales, culturales, que promueven el desarrollo integral de la persona humana, ``pero usted se quedó estático en el tiempo''.

``Ese, ni panista fue!'', despreciaba Teresa Gómez Montt a González Luna.

Pero el debate había vuelto ya a la tribuna. García Cervantes, quien había regresado justo cuando el pleito llegaba a su fin, revisaba las versiones para analizar si, como decía el PRD, se había caído en el terreno de la calumnia.

Para qué votar

Los priístas Jaime Martínez Veloz, Carmelo Soto y César Raúl Ojeda, se retiraron del salón. Ellos formaron parte de un grupo de priístas que, desde que la minuta llegó del Senado, externaron su oposición a que el texto tal y como estaba, fuera aprobado.

Estuvieron consensando un documento en el que pretendieron arrancar el compromiso de que la intervención telefónica se diera única y exclusivamente en materia de persecución del crimen organizado, punto nodal de la discusión, pero su bancada no aceptó siquiera que sus propuestas, hechas en tribuna por la potosina María Elena Irízar, fueran votadas.

El único priísta que se oponía pero que permaneció en el salón y razonó su voto en contra, fue Alejandro Rojas Díaz Durán, pero se supo que muchos, muchos más, estaban en desacuerdo, pese a lo cual, lo aprobaron.

A Franciscana Krauss, quien en comisiones rechazó el texto del artículo 16 constitucional, le vino como anillo al dedo la invitación para que viajara a Tijuana y formara parte de la comitiva que acompañó al presidente Zedillo en su gira por Baja California.

Otros más, simple y sencillamente hicieron mutis. No fueron tantos.

Cuando se iban, Martínez Veloz, Soto y Ojeda, se les veía cabizbajos. Dijeron que iban a seguir pugnando para que lo planteado en tribuna por María Elena Irízar fuera introducido a la ley reglamentaria.

Las reformas constitucionales para sustentar la lucha contra el crimen organizado, puso del mismo lado, al PRI y al PAN... Otra vez, aliados.

A los de Acción Nacional, les tocó la peor parte. Los del PRI, lo disfrutaron. Por fin!, el mayor costo no lo pagarían ellos, sino la derecha.