El tipo de cambio del peso con el dólar se va estabilizando. Las tasas de interés bajan lentamente. El ingreso petrolero es superior al esperado, porque el pronóstico oficial era muy bajo frente a lo que ha estado sucediendo con los precios del petróleo y, además, por el modesto aumento en la producción. Persiste un riesgo en cuanto a divisas: el pago de deuda que debe hacerse de aquí a fin del año es enorme, y si no hay alguna salida podemos tener, hacia el fin de 1996, una devaluación informal como la de noviembre pasado.
En lo inmediato, sin embargo, uno de los problemas serios es el retraso de la recuperación. La baja del Producto Interno Bruto (PIB), que el año pasado fue la mayor desde que se usa en México esa unidad de medida del crecimiento económico, siguió en el primer trimestre de 1996. El retraso de la recuperación dio lugar a una serie de declaraciones de líderes de agrupaciones empresariales, en el sentido de que urgía que el gobierno liberara el gasto público y ejerciera lo presupuestado, y no menos.
Después de algunas negativas de funcionarios que decían que se gastaba lo programado, el secretario de Hacienda dijo que sí se había gastado menos de lo presupuestado en el primer trimestre, pero que ya se estaba gastando parte de lo ``guardado'' en esos primeros meses.
En realidad, la sostenida baja en la actividad económica, y sobre todo en la actividad productiva, con los consiguientes niveles altísimos de desempleo, sí muestra la urgencia de un cambio en el rumbo. No se trata sólo de esta crisis, sino de 13 años, más lo que resulte del presente, casi sin crecimiento. Si el PIB creció desde 1982 hasta 1995 poco más del 12 por ciento (en promedio, menos del uno por ciento anual), el Producto por habitante disminuyó en el mismo lapso en 15 por ciento.
En cuatro de estos años de plano fue negativo el crecimiento del PIB. En siete años del mismo periodo fue negativo el crecimiento del PIB por habitante. En ningún año del mismo periodo el PIB por habitante llegó a crecer el 2.5 por ciento, y sólo en uno de estos años creció arriba del 1.5 por ciento. Esto, después de una historia anterior en la que, a lo largo de medio siglo, habíamos tenido un crecimiento promedio del PIB un poco superior al 6 por ciento anual, y del PIB por habitante de aproximadamente 3 por ciento anual.
Lo cierto es que no es cuestión solamente de si se gasta más o menos dinero. Parece claro que si se succionan recursos de la sociedad, la economía de ésta no crecerá. Pero es tanto o más importante que ello el destino de los recursos. Si el dinero va por miles de millones a ``rescatar'' a los bancos en primer lugar, y en segundo a subsidiar a las carreteras concesionadas, se ha visto clarísimo que ello no ha contribuido de manera importante a la recuperación, y que incluso los mismos bancos siguen en situaciones difíciles, aunque unos bancos las tengan más difíciles que otros.
Si los miles de millones que se han destinado a subsidiar las mencionadas actividades hoy improductivas, hubieran apoyado selectivamente el desarrollo de industrias clave, que a su vez requieren de otras industrias, y que, además, proporcionan bienes de consumo generalizado, el efecto directo y el efecto multiplicador de ese desarrollo hubiera pesado en el desarrollo nacional, y la mayor oferta de bienes de consumo generalizado hubiera frenado en algo el alza de los precios de estos bienes. Además, el mayor empleo resultante de lo anterior hubiera fortalecido el mercado interno, y sobre la base de esa recuperación general incluso los bancos estarían mejor de como están.