Leon Bendesky
Keynes

El 21 de abril se cumplieron 50 años de la muerte de Maynard Keynes. El economista más grande del siglo XX y parte de una tradición intelectual que fue la creadora de un amplio sistema de pensamiento en la ciencia, las artes y la política en lo que puede denominarse la cultura de occidente. En Cambridge, que fue su Universidad, en el grupo de Bloomsbury o como miembro del gobierno británico, su influencia quedó marcada plenamente.

La obra de Keynes es una referencia indispensable para comprender los procesos económicos contemporáneos. En ese sentido ningún economista o político hasta el día de hoy puede estar al margen de las ideas de Keynes, por más que se haya intentado enterrarlo más de una vez. Es cierto que el capitalismo ha cambiado sus formas de funcionamiento en el último medio siglo, pero los ciclos económicos siguen marcados por la dinámica de la inversión y del consumo, y el Estado sigue desempeñando mediante su gasto una fuerza que no ha sido posible sustituir por el gasto del sector privado. La recesión es en este fin de siglo un estado predominante en la economía y el fantasma de Keynes ronda, sin duda, por los pasillos de los ministerios de Hacienda de todos los países.

Keynes vivió en una época en la que podía identificarse la existencia de un capitalismo nacional y en la que las relaciones con el exterior tenían un carácter muy distinto al que prevalece actualmente. Esta década de 1990 está marcada por las enormes corrientes de capital que pasan de uno a otro mercados a gran velocidad y generando fuertes fluctuaciones económicas. Pero desde 1933 Keynes había advertido en su texto La autosuficiencia nacional sobre los peligros que entrañaba someter a los países a las fuerzas de la apertura financiera. Hoy, sin duda, Keynes tendría algo inteligente que decir acerca del proceso de globalización que ejerce tan gran fascinación entre la profesión y entre los banqueros.

Keynes pertenece a una casta de economistas que ya está en extinción. Se aproximó al tratamiento de la economía mediante los tratados, desde el tema de la probabilidad, al del dinero hasta la Teoría General. En esto hay una diferencia crucial con la forma en que se expresan los economistas desde la influencia ejercida por Samuelson y que es a través de los manuales. La mayor parte de los economistas que hoy practican el oficio está formada en manuales que han logrado reducir la perspectiva que necesariamente se requiere para enfrentar los problemas sociales. Por ello tal vez muchos piensen que la economía sea un asunto de demasiada importancia para dejarla en manos de los economistas.

En 1919 Keynes formó parte de la delegación británica que participó en el Tratado de Versalles. De ahí surgió su libro clásico Las consecuencias económicas de la paz y la advertencia de la imposibilidad de reconstruir a Europa sin la participación de Alemania. Su análisis de los efectos perversos de las reparaciones de guerra impuestas por los aliados fue no sólo certero, previendo lo que fue el nazismo, sino que se convirtió en un punto de referencia para la negociación al final de la segunda Guerra Mundial. Es más, dicho análisis sentó las bases teóricas y políticas para el tratamiento del problema de las transferencias asociado con las cargas de la deuda externa de América Latina en la década de 1980. La teorías de Keynes se vinculan con las políticas del New Deal de Roosevelt para enfrentar las condiciones de la crisis económica de 1929-33 y siguen siendo una referencia acerca del papel que desempeña la demanda agregada en el funcionamiento de la economía de mercado. Este ha sido un tema recurrente en la gestión de la economía y actualmente parece ser uno de los límites que enfrentan las políticas de liberalización asociadas con el monetarismo.

En 1944 Keynes fue protagonista también del gran debate y la negociación para llegar a los Acuerdos de Bretton Woods que crearon lo que se convirtió en el orden económico de la posguerra (con la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial). Su plan para ordenar la economía internacional se enfrentó al de Harry D. White, que finalmente se impuso en lo que constituyó el inicio de la hegemonía de Estados Unidos ante la ya larga decadencia del imperio británico.

Hoy no hay economista alguno que pueda replicar a Keynes en sus espléndidos Ensayos de persuasión y, en cambio, la doctrina y hasta el dogma parecen dominar el pensamiento y la política económica. La obra de Keynes representa lo que la economía puede ser como una actividad intelectual en una tradición en la que no parece tener aún un continuador de su propio tamaño.