Una llamada telefónica desde San Diego de Kevin J. Middlebrook, inició el camino de una invitación, absolutamente sorprendente para mí, para asistir a una Conferencia sobre ``El derecho laboral mexicano en la transición'' organizada por el David Rockefeller Center for Latin American Studies de la Universidad de Harvard.
Aunque en la invitación me ubicaban en una categoría misteriosa de discussant, lo que supone en orden jerárquico que por arriba quedaban los ponentes o presidentes de debates y los panelistas, la verdad es que el tema específico de mi participación: El movimiento obrero y la transición política, justificaba dejar a un lado cualquier duda metódica.
Acudimos varios penalistas o discutidores mexicanos, particularmente Berta Luján, colaboradora en La Jornada y muy importante dirigente sindical; Graciela Bensusán, protagonista siempre y con razón en ``La Jornada Laboral'', título que también le toca a Enrique de la Garza, hoy con una beca en la Universidad inglesa de Warwick; Ilan Bizberg y Francisco Zapata de El Colegio de México; Víctor Manuel Durand del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y María Xelhuantzin, colaboradora cercana y muy eficaz de Pancho Hernández Juárez que, como es su costumbre inveterada, fue anunciado y no asistió. Lo bueno es que sus sustitutos son siempre de primera.
En el grupo estadunidense los nombres ilustres apantallaban. En primer término John Coastworth, director del Centro invitante; Friedrich Katz y John Womack Jr.; Jorge Domínguez (cubano de origen y miembro de la Mesa de Gobierno de la Universidad de Harvard), con la presencia también de Lance Compa, el abogado estadunidense que integra con Leoncio Lara el servicio jurídico del Secretariado del Acuerdo de Cooperación Laboral, con sede en Dallas, Texas, y desde luego Kevin, quien tiene a su cargo la dirección del Centro de Estudios norteamericano-mexicanos en la Universidad de California, en San Diego.
La cena de recepción, con vinos que se dejaban tomar, fue en el Club Académico de la Universidad, enfrente del famoso Yard de Harvard y a una cuadra del Inn at Harvard en que nos hospedamos y los trabajos se llevaron a cabo en el mismo edificio, en la parte alta, a lo largo del viernes.
Varias sorpresas. En primer lugar el privilegio de conocer personalmente a John Womack Jr., a quien desde hace muchos años admiro por su Zapata, un trabajo sorprendente de juventud, y a Friedrich Katz, autor de La guerra secreta de México y con quien desayunamos un grupo pequeñito el sábado pasado. Inolvidables sus historias sobre Madero y Pancho Villa, a las cuales se refiere también la entrevista que leímos la semana pasada en ``La Jornada Semanal'', de Juan José Doñán.
La segunda sorpresa fue el dominio del castellano por la mayor parte de los profesores estadunidenses, no muy compartido respecto del inglés por los mexicanos. Pero había una magnífica traducción instantánea.
La tercera sorpresa, que no lo era tanto a partir de los invitados de este lado, fue la crítica compartida de nuestro sistema laboral, particularmente de la situación de la CTM y del Congreso del Trabajo, aunada a análisis políticos y económicos de particular importancia, entre los que destacaron la presentación de Enrique de la Garza y la contradictoria en cierto modo de un muchachillo (al menos lo parece, aunque a lo mejor se traga los años) mexicano, simpático y original, Aarón Tomelí, actualmente en Harvard como profesor asistente de Economía y de quien me contaron prodigios, aunque en general sus puntos de vista no gustaron de acá de este lado, sobre todo a Berta y a Graciela.
Fueron notables las actuaciones de Berta, Graciela y María, aunque en algunos puntos discrepamos, particularmente alrededor de los alcances del Acuerdo de Cooperación Laboral que forma parte del TLC y en cuya discusión y aprobación me tocó participar bajo la atinada y exigente dirección de Norma Samaniego. Sigo convencido de que la crítica de la izquierda al Aclan no toma en cuenta que fue un instrumento que logró impedir un control absoluto de nuestra vida laboral por EU y Canadá. Aunque no remedie nuestras deformaciones corporativas.
Me impresionó tambien la enorme información que los estadunidenses tienen sobre nuestro mundo, que es campo de investigación permanente por parte de ellos. John Womack Jr. está terminando un trabajo, ya de 15 años, sobre el movimiento obrero en el estado de Veracruz durante la Revolución, y Katz ha entregado ya a Ediciones Era la versión en inglés de su Pancho Villa.
Da gusto hablar con Friedrich. Llegamos a México en el mismo año, 1940, y por causas muy parecidas. Es un par de años más joven (o menos viejo) que yo. Tenemos mucho en común, entre otras cosas la curiosidad por la historia de México. Quedamos emplazados a continuar la charla.
Este domingo iniciaré un largo viaje académico, primero por Uruguay, Argentina y Chile, y después de un paso brevísimo por México para renovar equipaje, Italia (Bolonia) y cuatro universidades españolas de provincia, cerrando la serie de conferencias en la Complutense de Madrid.
Corro el grave riesgo de convertirme en corresponsal volante de La Jornada lo que, a fin de cuentas, no me parece mal. Sobre todo porque los países que visitaré tienen extraordinario interés político en este momento. Ya recibirán mis faxes.