La Jornada 28 de abril de 1996

Obrador Capellini mandó torturarme, dice el acusado de matar a 4 jóvenes

Ricardo Olayo Con el clima político en ebullición, a Daniel Olguín Hinojosa se le fabricó el asesinato de cuatro jóvenes cardenistas en 1988 y se le envió con un juez de consigna que ahora es defensor de Raúl Salinas de Gortari. Aún calificaban en el Congreso el triunfo ampliamente impugnado de Carlos Salinas, cuando el ex director de la Policía Judicial en el DF, Jorge Obrador Capellini, permitió una nueva tortura de Daniel para arrancarle la confesión.

Recuerda que Obrador Capellini --actual jefe de la Judicial en Veracruz-- se encontraba en el extremo de una mesa larga, desde donde lo presionó ``por órdenes superiores'' para que se declarara culpable. Los judiciales le decían: ``Si se abrió Ríos Galeana, que no te abramos a ti''. Luego le vendaban los ojos y se valían del tehuacán, los alka seltzer, el chile piquín, las bolsas de plástico y el amoniaco para torturarlo. Hoy está preso en el Reclusorio Sur, con siete años y siete meses de pena compurgada, pero todavía le queda una sentencia de ocho años y cinco meses, por un crimen que no cometió.

Daniel fue detenido junto con Alejandro Ortiz Ramírez un mes y cinco días después de la muerte de los jóvenes del Frente Democrático Nacional (FDN), que ocurrió el 20 de agosto de 1988. Este crimen fue cometido por policías judiciales del DF que balearon a los cardenistas, además de la responsabilidad que tienen otros agentes que deliberadamente desviaron las pesquisas, según informó esta semana la fiscalía especial de la PGJDF.

La noche de la detención estaba reunido en casa de sus hermanos y por la madrugada salieron a una vinatería. A las puertas de su casa se encontraron a unos vecinos que también se dirigían al negocio, y en grupo se fueron en la camioneta de Daniel.

Ya en la vinatería, dos policías preventivos que estaban vestidos de civil pretendieron obligar al hermano de Daniel para que pagara sus botellas.

``No te voy a mentir, los golpeamos por quererse pasar de listos'', dice Daniel. Entonces llegaron las patrullas y los condujeron a la agencia del Ministerio Público.

Ahí estuvieron hasta que la situación se complicó, pues a uno de sus vecinos, Alejandro Ortiz Ramírez, lo apartaron del grupo para golpearlo e infundirle miedo.

Le preguntaban insistentemente por el homicidio de los cuatro jóvenes cerca del Circuito Interior. Para entonces, dos de los testigos, Andrés Arreguín Vázquez y José Bárcenas Méndez, ya habían sido comprados por la policía judicial para modificar su versión, y a cambio ya tenían una plaza como agentes en la corporación.

Primero responsabilizaron a Alejandro Ortiz, y tras torturalo confesó que él había sido el homicida, le dijeron que señalara a uno de los detenidos, y al no obtener respuesta tomaron a Daniel, quien según la versión construida por la procuraduría le había proporcionado el arma homicida.

A Daniel Olguín lo sacaron de los separos, lo subieron a un vehículo donde le vendaron los ojos, le echaron tehuacán y alka seltzer en la nariz. Lo bajaron y lo llevaron a un baldío, donde lo desnudaron y lo tiraron al piso para echarle chile piquín en la nariz y luego tehuacán. Le presionaron el estómago, le pusieron una bolsa de plástico para que perdiera la respiración, hasta que la mordió y empezó a tomar aire. Luego le echaron amoniaco y una nueva bolsa le cubrió el rostro hasta que prácticamente perdió el sentido.

A ese lugar llegaron los judiciales Antonio Infante Paulín y Oscar González de la Vega, ambos detenidos el miércoles por encubrimiento, así como otros dos de los que es preferible guardar su identidad.

Ingresó al reclusorio severamente dañado, según el acta médica. Pero el 30 de septiembre fue obligado a salir y conducido hasta Obrador Capellini, donde nuevamente fue torturado, previa frase del entonces director de la PJ: ``Tengo órdenes de romperte tu madre'', pero nunca le arrancó la confesión.

Ya en el reclusorio, lo recibió el juez 34 penal, Roberto Hernández Martínez, quien también tenía el caso de Juan Antonio Zorrilla y Rafael Moro Avila, acusados del homicidio del columnista Manuel Buendía.

Al cumplirse un año de la muerte de los jóvenes, los integrantes del FDN realizaron una marcha multitudinaria, y al día siguiente el juez dictó la sentenció de 40 años. La opinión pública seguía inconforme con los resultados y se trató de mostrar energía en la aplicación de la ley, dice Alejandro, hermano de Daniel y su abogado defensor, quien ahora se aventura a decir que el gobierno trató de calmar por todos los medios el estallido de la mayor crisis política electoral, y en el momento de mayor impunidad de las policías.

Como defensor interpuso amparos, y logró la reducción de la pena a 16 años, cuando el cargo de procurador del DF lo había dejado Renato Sales Gasque, a quien se le acredita la fabricación de los culpables, y quien ya está muerto. A pesar de la experiencia Daniel Olguín tiene confianza en que la justicia pueda caer en manos imparciales y aún pueda quedar libre, por lo que la próxima semana su hermano pedirá el indulto del Presidente de la República. De la inocencia de él y de Alejandro Ortiz, no hay duda, ha dicho el fiscal especial del caso, Raúl Oseguera Madrigal, quien quedó en lugar del hoy diputado federal del PRD, Leonel Godoy.

Daniel tiene 35 años de edad, esposa e hijos, en su memoria cumple con el rasgo de quienes están tras las rejas: tiene frescas todas las fechas de su estancia en la cárcel y las repite como si las tuviera aprendidas. Hace unos días, por azares del destino, llegaron al mismo Reclusorio Sur los cuatro judiciales acusados de encubrimiento --y que alcanzaron libertad bajo fianza--, pero tomó las cosas con calma, los vio de lejos y prácticamente los ignoró, porque dice, para él aún hay vida por delante