A ocho semanas de su realización, la XVII Asamblea Nacional deambula, fantasmal, entre las gavetas de los principales escritorios del CEN del PRI. No tiene pies ni cabeza; tampoco rumbo ni sentido. Es una especie de exabrupto del poder, un accidente de la tecnocracia, un suspiro lastimero perdido en el ruido sin descanso de una sociedad que denuncia a gritos su desgracia cotidiana.
Nadie sabe a ciencia cierta por qué de pronto, cuando nadie pedía ni esperaba nada, el mago del poder sacó de la chistera algo blanquecino y orejón a lo que pretende llamar conejo. Ciertamente el asunto ese de la asamblea nacional había quedado terriblemente golpeado durante el tiempo que la antecesora de Santiago Oñate quiso hacer malabares con el asunto de la reforma interna del PRI. Pero, insepulto y abandonado, el tema de la asamblea nacional ya no conmovía a nadie. Todos, dentro y fuera, sabían que la sana distancia PRI-gobierno y la reforma interna del PRI fueron simplemente dos bromas de la nueva administración del teatro político nacional. Una especie de bonos de la risa que desde hace dos años se expiden en las taquillas de la Gran Carpa. Ahora, sin embargo, Santiago Oñate, por instrucciones superiores, debió quitarle el polvo al tema de la asamblea nacional y a marchas forzadas ponerle de pie para decir que con algo se pueden espantar los pájaros. El resultado es que no hay credibilidad, ni esperanza, ni tratamiento serio del asunto. Simplemente: aburrimiento de quienes escuchan la cantaleta de que ahora sí habrá cambios verdaderos en el PRI, o malestar en los muchos mexicanos, priístas y no priístas, que ven cómo el partido en el poder se revuelve sobre sí mismo para impedir con las mil mañas que le sean posibles que se abra una rendija verdadera al cambio democrático nacional.
En ese mar de desesperanza, se habla de que la sesión final de la asamblea será el domingo 23 de junio, y que el procedimiento de ``discusión'' será mediante los consejos políticos estatales a los que será enviado en pocos días más un expediente completo de los acuerdos que deberán aprobar, entre debates cosméticos y arreglados, para finalmente concentrar los resultados de esa farsa en la ciudad de México donde, la misma comisión redactora que los generó, se ``retroalimentará'' con los ``cambios'' generados en los consejos estatales y así presentará un ``documento final'' a la asamblea nacional, que tendrá a bien aprobar con mucha alharaca y presunto debate lo que desde un principio salió de los escritorios de Santiago Oñate y de César Augusto Santiago.
Es posible que ni la fecha ni el mecanismo sean los reales, ya que forman parte de los rumores que genera la falta de información del CEN, pero lo inequívocamente cierto es que no hay ni habrá efervescencia, ebullición, debate, discusión ni calor político rumbo a la citada asamblea. Será un hecho burocrático más, una reunión cupular que generará tolvaneras artificiales para finalmente quedar en lo que ya se sabe: en unos documentos básicos presumiblemente avanzados, actualizados, modernos, pero sin base real de sostenimiento político. El problema no son los papeles ni los documentos, sino la realidad política y la construcción de los acuerdos políticos. Cuando Colosio, en la XIV asamblea, hubo mecanismos más abiertos y avanzados, durante meses se impulsó la autocrítica y el debate, y finalmente se llegó a la redacción de documentos partidistas sólidos, avanzados, trascendentes, que al final, valieron lo mismo que el papel en el que estaban impresos, pues en la realidad operó una contrarreforma desde el poder, que dejó sin efectos reales lo que el papel ordenaba pero las cúpulas impedían.
Qué pasará ahora en la asamblea de Oñate, con César Augusto como operador e ideólogo? Qué pasará en ocho semanas, con este PRI que se prepara para los discursos y las proclamas, las inserciones pagadas y los desplegados, para decirnos en bonitas palabras que ahora sí el PRI va a cambiar de a deveras?